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domingo, 28 de julio de 2013

Década infructuosa Reformas llevan a Estados Unidos a declive educativo


Auge y crisis de escuelas semiprivadas
Apoyadas por magnates, se basan en fórmulas empresariales que han tenido resultados negativos
Estandarización de exámenes, una causa del creciente malestar de padres, alumnos y maestros.

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Maestros, padres de familia y estudiantes de Chicago protestaron en marzo pasado por la política educativa que incluye el cierre de escuelas públicasFoto Reuters
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Otra imagen de la protesta de mMaestros, padres de familia y estudiantes de Chicago en marzo pasadoFoto Reuters
 
David Brooks
Corresponsal
Periódico La Jornada

Domingo 28 de julio de 2013, p. 2
 
Nueva York, 27 de julio.

Las reformas sobre educación pública impulsadas a lo largo de la última década en Estados Unidos han generado resultados muy por debajo de los prometidos y enfrentan cada vez más dudas en la opinión pública –y creciente ira entre maestros, estudiantes y padres de familia– por sus propósitos, ya que se basan en visiones empresariales formuladas por algunas de las personas más ricas del país.
Durante la década pasada, bajo los gobiernos de George W. Bush y ahora Barack Obama, se han impulsado a escalas federal y estatal reformas centradas en sistemas de evaluación de maestros y escuelas con base en exámenes estandarizados de sus estudiantes, junto con la introducción de guías de instrucción que obligan a maestros a cumplir con requisitos que pueden ser evaluados en cada aspecto de su labor, la introducción de escuelas chárter, que son financiadas públicamente pero administradas por intereses privados, y programas de capacitación para nuevos maestros entrenados específicamente para ser soldados en este nuevo régimen.
Mientras tanto, al promover estas reformas, se acusa que las fallas del sistema público son responsabilidad casi exclusiva de los sindicatos del magisterio, que protegen a maestros mediocres, evitan evaluación objetiva de la labor de su membresía y defienden el statu quo del sistema educativo.
Los políticos, Bush, Obama; su actual secretario de Educación, Arne Duncan; el alcalde (y hombre más rico de Nueva York) Michael Bloomberg y el alcalde de Chicago, Rahm Emanuel, entre otros, prometieron elevar el nivel educativo comprobado por calificaciones en los exámenes y por la aportación de las escuelas chárter.
Después de una década, y con base en investigaciones de instituciones como la Universidad de Stanford junto con las calificaciones, casi nada de lo prometido se ha logrado. En 2009, esa casa de estudios concluyó que sólo 17 por ciento de las llamadas chárter ofrecían un mejor nivel de educación que las escuelas públicas tradicionales, pero 37 por ciento ofrecían peores resultados que las tradicionales, 46 por ciento eran iguales que las tradicionales; sólo una de cada cinco logra obtener los resultados que promete.
A pesar de la evidencia empírica de que esto no ha logrado los propósitos que ellos mismos anunciaron, los políticos han insistido en promover sus reformas. Ante la creciente presión sobre maestros y administradores para cumplir con los requisitos, se han multiplicado los engaños, la manipulación de datos y fraudes en diversas burocracias de la educación pública a escalas local y estatal, desde jefes de educación en Washington DC, como en distritos escolares de Atlanta, hasta la manipulación de resultados de exámenes por el gobierno de Bloomberg en Nueva York.
A la vez, se continúa devastando partes enteras del sistema de educación pública, mientras se va ampliando la presencia de escuelas semiprivadas (las chárter). Sólo la semana pasada se anunció el despido de mil maestros más en Chicago, y planes para cerrar 50 escuelas públicas; decenas de escuelas se están cerrando en Filadelfia y otras ciudades. Pero en cada una se inauguran más escuelas chárter, las cuales no tienen que contratar a personal sindicalizado y pueden aceptar fondos del sector privado.
Un programa fundado hace 24 años con el propósito de atraer a más jóvenes a la profesión de educación pública y enviarlos a sectores más necesitados, Teach for America (TFA), impulsado por el gobierno federal y financiado por algunas de las fundaciones más grandes del país, se ha transformado en la última década para capacitar a maestros entrenados explícitamente para las nuevas escuelas chárter y el modelo empresarial para la educación pública.
En sesiones de cinco semanas, se pretende capacitar a recién egresados de universidades que son colocados en escuelas necesitadas. A cambio de capacitación gratuita y empleo, los participantes se comprometen a trabajar en la escuela que se les asigna durante dos años. El programa, junto con otros asociados, promueve el movimiento para la clausura de escuelas fracasadas, la ampliación de escuelas chárter y vincular el empleo a las calificaciones de sus estudiantes en los exámenes estandarizados, reporta la revista sobre política y sociedad American Prospect.
Chárter y deterioro de profesión
Críticos denuncian que esto no sólo mina la profesión, sino desestabiliza escuelas y amenaza sindicatos. Señala que TFA ya tiene a 10 mil integrantes en distritos escolares en 48 estados que pagan cuotas a la organización por cada uno, además de su salario y a expensas de los maestros sindicalizados. En Chicago, mientras la ciudad está cerrando decenas de escuelas y cesando a casi mil maestros, está contratando a 350 integrantes de TFA y ampliando los chárters; en Nueva Orleáns, después del huracán Katrina la ciudad cesó a 7 mil 500 empleados escolares, mientras convirtió en chárter a la mayoría de sus escuelas y contrató a más de 375 integrantes de TFA. “Para distritos [escolares], las escuelas chárter y maestros fast track son una alternativa atractiva a escuelas públicas con trabajadores sindicalizados”, concluye el reportaje del American Prospect.
Las reformas han generado ira y cada vez más resistencia entre el magisterio y crecientemente entre padres de familia (y por supuesto, entre estudiantes) a lo largo del país. En varias partes han brotado verdaderas rebeliones contra las reformas: desde el estado de Texas, donde cientos de miles de padres de familia obligaron a la cúpula política del estado a revertir el número de exámenes, hasta una preparatoria en Seattle, Washington, donde los maestros, con el apoyo de los padres, rehusaron aplicar los exámenes a pesar de amenazas de las autoridades, las cuales al final cedieron y anunciaron que las pruebas ahora serían opcionales y ya no obligatorias. También ha habido huelgas y protestas sin precedente de maestros en Chicago, Nueva York y Filadelfia, incluyendo huelgas de estudiantes los días de los exámenes en varias ciudades, como Pittsburgh (ver http://www.jornada.unam.mx/2013/02/10/sociedad/033n1soc).
La junta editorial del periódico más importante del país, el New York Times, que apoyó al inicio muchas de estas reformas, incluyendo las pruebas estandarizadas, opinó este mes que “ha quedado claro a lo largo del tiempo que los exámenes estaban siendo sobrenfatizados –y mal utilizados– en escuelas que estaban sustituyendo preparación para exámenes en lugar de la instrucción”, y que aunque estas reformas basadas en exámenes fueron útiles al inicio, “ahora está claro que jamás elevarán a las escuelas de este país al nivel de las naciones de alto rendimiento que nos han dejado atrás…”
Agrega que no sólo se empezó a emplear los exámenes cada vez más, sino que los mismos eran débiles y que “al hacerlos el centro de la misión educativa, el país no invirtió en el desarrollo de currículum y capacitación de maestros….”, y que las pruebas se convirtieron en el centro de la evaluación de los maestros, sin comprobarse si eso es viable o preciso.
El Times señala que los sistemas educativos de los países con los mejores niveles en el rubro no los construyeron de esta manera y de hecho, ninguna de estas naciones... ha optado por un régimen de exámenes estandarizados grado por grado, sino que emplean pruebas para pasar a la educación superior, ofrecen fuertes planes nacionales de estudio y sobre todo capacitan al mayor nivel a sus maestros. En otras palabras, el país necesita reconsiderar su obsesión con exámenes, que pueden empeorar, y no mejorar, la educación.
Efectos negativos
Más aún, recientes encuestas de opinión registran que la mayoría (tres de cada cuatro) de los padres de niños en escuelas públicas no apoya las reformas –incluyendo el cierre de escuelas públicas y el traslado de fondos a la escuelas chárter– y prefieren que las escuelas públicas sean reforzadas con mayores recursos, incluso para elevar el sueldo de maestros. En la encuesta de Hart Associates, reportada por el Washington Post, una amplia mayoría de padres opina que se ha sacrificado demasiado tiempo de aprendizaje en las aulas para los exámenes estandarizados, y que despidos, reducción de instrucción en artes, el incremento en el tamaño de clases y más han tenido efectos negativos. Casi dos tercios decían estar satisfechos con las escuelas públicas de sus hijos, y 70 por ciento está satisfecho con la calidad de los maestros de sus hijos.
El consenso sobre la reforma educativa se está fragmentando a pesar de haber sido impulsado por presidentes procedentes de los dos partidos nacionales y una inversión privada sin precedente de miles de millones de dólares de algunas de las más grandes fortunas empresariales del país.

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