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domingo, 7 de julio de 2013

Fractura expuesta en el discurso de los colorados

LA RESPONSABILIDAD DE PACHECO Y BORDABERRY, LA VIOLENCIA Y LA DICTADURA

Fractura expuesta en el discurso de los colorados

La República Luis Casal Beck
Publicado el 7/7/2013 - 3:00
Colorados
Las reacciones provocadas por el sobrio discurso de Ope Pasquet evidenció la gran dificultad que tienen los colorados para revisar su pasado y reconocer sus responsabilidades en el deterioro de la vida democrática, y la implantación de un régimen autocrático.
Pasquet recordó que el decreto de disolución de las cámaras fue firmado por Juan Maria Bordaberry (1928-2011), electo presidente en 1971 por el Partido Colorado (pachequismo), y que hubo colorados que respaldaron la nueva situación, como Jorge Pacheco Areco (1920-1998), que era por entonces embajador en España, resaltando varios nombres de líderes de su partido que desde la primera hora resistieron a la dictadura y se jugaron por el retorno a una convivencia en libertad. Eso fue todo.
El legislador para nada se apartó de la interpretación oficial colorada que sitúa el origen de la fractura institucional en la conjunción de dos factores principales: la insurgencia armada en el país en los años 60, y el protagonismo creciente de los militares, que tras derrotar militarmente a la guerrilla en 1972, en actitud mesiánica, avanzaron sobre el orden democrático, y terminaron rompiéndolo.
Lo que no calibró Pasquet, fue el bloqueo a toda introspección de ese pasado, hoy dominante en el coloradismo, que no existió en los tiempos en que a él le toco batallar por la vuelta a la democracia, siendo muy joven (suplemento “La Semana” del diario “El Día”; semanario “Opinar”, dirigido por Enrique Tarigo; movilizaciones de 1980, internas de los partidos políticos de 1982, en que la disputa era entre “batllistas” –opositores- y “pachequistas –oficialistas-, que representaban la reserva del régimen).
Por entonces, resultaba algo muy claro que Pacheco Areco no solo envió un telegrama de adhesión al régimen poco después del golpe, sino que siguió siendo embajador en España, hasta 1979; en Suiza, hasta 1980, y después en los Estados Unidos (1980-1982). En ocasión del plebiscito de 1980, impulsado por los militares, Pacheco envió desde Washington un video instando a sus seguidores a votar a favor de esta reforma que creaba un régimen de gobierno con decisiva tutela castrense; y en noviembre de 1982, regresó a Montevideo para encabezar su movimiento en las internas convocadas por la dictadura en tres partidos políticos legales (Nacional, Colorado, y la Unión Cívica). Era la carta de triunfo del régimen. Pero en 1980 y en 1982, a Pacheco le fue mal, al igual que a los sectores blancos afines con aquella situación de facto.
En esas internas, la oposición triunfó en los dos partidos fundacionales. Entre los colorados, los batllistas se impusieron con comodidad a los pachequistas. En el Comité Ejecutivo del Partido Colorado surgido en marzo de 1983, hubo 11 batllistas, y 4 pachequistas. Entre los batllistas, estaba Pasquet, que después sería diputado por Montevideo (1985) y vicecanciller (hasta 1990). En esa época, pertenecía a la agrupación “Libertad y Cambio” (Tarigo, Opinar, lista 85).
Las investigaciones historiográficas realizadas al regreso de la democracia (1985), suelen coincidir en el sentido de que el deterioro de la vida social y política en el país tuvo un momento de inflexión cuando en 1968 Pacheco Areco, rodeado por un gabinete ministerial de miembros de la oligarquía, ante una inflación explosiva (135.9, en 1967), impulsó una política económica que desató reacciones de los sectores populares sindicalizados y el movimiento estudiantil. Recurrió entonces a las medidas de seguridad, a la militarización de los trabajadores en huelga, a la represión en sus más variadas expresiones (con mártires estudiantiles como Líber Arce). Si uno repasa las publicaciones de la presidencia de esa época (ej: “Discursos, mensajes y declaraciones del señor presidente de la República Oriental del Uruguay, don Jorge Pacheco Areco, 1968, 73 páginas), no encuentra ninguna referencia a la guerrilla. La obsesión de Pacheco, que llegó a ser presidente en diciembre de 1967, al morir de una crisis cardíaca el general Oscar Gestido, era el movimiento comunista internacional.
En 1969, en uno de los tantos cambios que hizo en su gabinete, designó a Juan María Bordaberry, como titular de Ganadería y Agricultura, que venía del tronco de la Liga Federal de Acción Ruralista, cuyo principal figura había sido Benito Nardone (1906-1964), aunque su nacimiento era una idea de su propio padre, Domingo Bordaberry (1889-1952). Poderoso empresario rural, ex diputado y senador del coloradismo antibatllista, Domingo Bordaberry ocupó la dirección del diario “El Pueblo”, que era terrista, y de radio Rural, donde en 1943 se inició a instancias suyas, Nardone, con el apodo de “Chicotazo”.
De inicial grupo de presión ruralista, la Liga Federal se había aliado al Partido Nacional en 1958 (Nardone llegó al Consejo de Gobierno) y en 1962 (en que el propio Juan Bordaberry accedió a una banca de senador por el eje Echegoyen-Nardone). Tras la muerte de Nardone (1964), muchos de sus seguidores acompañaron al echegoyenismo (1966). Después se integraron plenamente al espacio pachequista (Olga Clerici, Juan José Gari). El anticomunismo, era una causa común que los cohesionaba.
En 1971, se afianzó un movimiento reeleccionista de Pacheco, no permitido por la Constitución, pero que prosperó en aquel tiempo de serio deterioro de la vida republicana. El 14 de mayo, sus militantes llegaron a reunir 402 mil firmas, para reformar la Constitución, permitiendo la reelección del jefe de Estado (ver recuadro). Si el proyecto triunfaba en las elecciones de noviembre de ese año, y dentro del Partido Colorado, Pacheco era el más votado, continuaría al frente del gobierno por otros cinco años. El 17 de octubre, se anunció que Bordaberry sería el compañero de fórmula de Pacheco por el régimen proyectado. Muchas especulaciones dominaban el ambiente político, acerca de los candidatos de este movimiento, por el régimen vigente. Entre otros, se hablaba del vicepresidente Alberto Abdala, del secretario de la presidencia, Héctor Giorgi (la “eminencia gris” del gobierno), de Aquiles Lanza, titular de Planeamiento (que venía de la 99, de Zelmar Michelini).
El 22 de octubre, Glauco Segovia anunció que Bordaberry, aparte de integrar el binomio con Pacheco, encabezaría la fórmula oficial por el sistema constitucional vigente, junto a otro integrante del gabinete, Jorge Sapelli, que estaba en la cartera de Trabajo. El impacto fue enorme. Abdala, en cadena de radio y televisión, consideró aquello una “traición” de Pacheco, porque “se proclamó a un hombre que nunca militó ni nunca fue de nuestro partido”. Se alejaron de sus cargos, Giorgi, entre otros.
Restaba poco para las elecciones, en las que la reforma no alcanzó los votos necesarios (ver recuadro), y se impuso el Partido Colorado, en elecciones reñidas y cuestionadas, por menos del 1 % al Partido Nacional (12.802 votos), en comicios en los que por primera vez el sufragio fue obligatorio. El clima estaba fuertemente polarizado (el “orden” que representaba el pachequismo versus la “subversión”). El gobierno decretó un aumento de salarios del 27.5%, que superó las demandas de la central sindical CNT.
Los blancos impugnaron los resultados (“circuitos con más votos que votantes”), pero no fueron tenidos en cuenta por una Corte Electoral, designada poco antes, que se pronunció en votación dividida. De esa forma, Bordaberry y Sapelli llegaron al gobierno, en marzo de 1972, sin contar con mayorías en el Parlamento. ¿Por qué Pacheco eligió a Bordaberry? El historiador Daniel Corbo, en una investigación, señala que tenía “la imagen de un hombre de familia tradicional, honesto, de católico preconciliar y de estanciero progresista”, que “en el momento de su nominación, se desempeñaba sin mayor brillo (como ministro de Ganadería), carecía de mayor experiencia política, no era un técnico de Estado, ni un intelectual con capacidad e propuesta, ni un ‘juntavotos’. No sabía de internas partidarias y no poseía capacidad de negociación en el juego político”.
Para Corbo, la clave está en que se trataba de alguien no orgánico del Partido Colorado, “de perfil bajo, sin vocación de liderazgo político y carente de grupo político propio, de modo que no iba a plantear obstáculos al proyecto de Pacheco de volver a ser candidato en 1976” (“Cómo hacer presidente a un candidato sin votos. Las elecciones protestadas de 1971 y la operación reeleccionista”, 2009).
¿Qué llevó a Pacheco a optar por Juan María Bordaberry?
* “Pacheco eligió a dedo a (Juan María) Bordaberry (como su compañero de fórmula para la reelección y para encabezar la candidatura presidencial por el régimen constitucional vigente en 1971) para sus propios fines; Bordaberry no controló la campaña electoral, que se armó en beneficio de Pacheco, y tuvo escasa o ninguna influencia propia sobre el partido que lo llevó a la Presidencia. Ni siquiera fue capaz de obtener poder, como lo obtuvo Pacheco, en parte porque los políticos de su fracción eran leales a Pacheco y no a él“, politólogo Luis Eduardo González en “Estructuras políticas y democracia en Uruguay”, 1993.
* “A Bordaberry le tengo confianza, es honesto y creo que es el hombre adecuado pues no tiene ambiciones, para que nos cuide el sillón presidencial por cinco años, de modo que a la vuelta pueda yo volver a ser presidente” (reflexiones de Jorge Pacheco Areco al ex diputado de su sector por Canelones, Wilson Craviotto, publicadas en su libro “La verdadera historia jamás contada”, de 2004).
El reeleccionismo colorado
Firmas por la reelección de Pacheco Areco: 402 mil.
Papeletas por el SÍ a la reforma que habilitaba la reelección: 491.680 (eran necesarias 832.060)
Fórmula Juan M. Bordaberry-Jorge Sapelli: 379.515 (22,81%)

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