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jueves, 25 de julio de 2013

LUIS ALBERTO DE HERRERA HOMENAJE A 140 AÑOS DE SU NACIMIENTO




La edil Rosana Piñeiro recordó la figura del importante dirigente del partido Nacional. El Este reproduce la exposición de la representante departamental de la lista 71 de Rocha. 








            El día de ayer, 22 de julio, se cumplieron 140 años del nacimiento del Dr. Luis Alberto de Herrera, y consideramos pertinente, hacernos un tiempo en nuestra labor como edil, para reflexionar sobre la importancia que este gran caudillo de nuestro Partido Nacional ha tenido para su patria, nuestro Uruguay.
         De más está decir que a Herrera sólo lo he podido conocer a través de la lectura, y de lo que he escuchado, básicamente de otros compañeros del Partido, en referencia a él. Recuerdo, por ejemplo, a nuestro querido compañero Silvio Cardoso, en esta misma sala, emocionado, mientras buscaba las palabras adecuadas para rendirle homenaje al que fuera, sin lugar a dudas, su gran caudillo. Y fiel al estilo que caracterizaba a Silvio, nos brindó una imagen de Herrera tan  llena de anécdotas, tan ilustrativa y humana, que casi me parecía poder ver a ese hombre octogenario levantando su imponente figura en el  Consejo, allá por diciembre de 1956, cuando se le señaló que su posición política era absolutamente minoritaria y que le convenía retirarse o callarse la boca, a lo que Herrera contestó “ni me callo ni me voy”.
         La figura de Herrera para nuestro país tiene muchísimos aspectos, pocos hombres en nuestra historia han logrado abarcar disciplinas tan variadas y menos aún han sabido dejar su huella siempre coherente en la defensa de nuestra tierra.
         Herrera nació en Montevideo el 22 de julio de 1873, y desde joven comenzó su actividad política y casi simultáneamente como periodista en “El Nacional”. Fue docente de Historia, abogado (aunque nunca ejerció su actividad profesional), fue soldado revolucionario Saravista, junto a Diego Lamas, en las revoluciones del 97 y de 1904, acompañando a Aparicio hasta su muerte en Masoller; fue Diplomático, Diputado, Senador, candidato a la Presidencia de la República por nuestro Partido 5 veces; Presidente del Consejo Nacional de Administración; Consejero de Gobierno, destacándose como “Fiscal de la Nación”. Fue sobre todo, un gran caudillo. Un hombre y una personalidad de una dimensión inabarcable para esta instancia en la que pretendo, humildemente, rendirle homenaje. Me voy a centrar entonces en sólo dos aspectos de su fecunda obra: su preocupación por la cuestión social, y sus ideas para nuestra política internacional.
Herrera nació en un Uruguay incipiente, y supo apuntalar el sentimiento nacionalista que nuestro país necesitaba para consolidarse como tal.    Era un hombre de ideas, pero sobre todo un hombre de acción, y fue gravitante durante más de medio siglo de la vida de nuestro país. Era  hijo de una familia patricia, de buena posición. Sin embargo la muerte lo encontró en la pobreza, dejando como única propiedad un auto bastante deteriorado luego de tanto trajín por los caminos de la patria, una  vieja e inconfundible “voiturette” que era en si misma un reproche al lujo y la fastuosidad. Su forma de concebir la actividad política, mano a mano con la gente, lo hizo profundo conocedor de la realidad social, y por su capacidad de interpretarla y su constante preocupación por los más débiles llegó a convertirse en el caudillo de miles de uruguayos. 
Junto a Carlos Roxlo, en 1905, presentó el primer Proyecto de Ley de Trabajo integrado y ordenado, donde se proponía reducir la jornada de trabajo a 9 horas, se introducía la protección al trabajador en caso de accidentes, se protegía el trabajo de las mujeres y de los niños, se reglamentaba respecto a las condiciones de higiene de los lugares de trabajo, y por primera vez, se establecía en nuestra legislación el derecho de huelga. Otras iniciativas similares se llevarían adelante en los años subsiguientes, complementando el impulso inicial de Herrera a la legislación laboral.
Estas primeras iniciativas, que no contaron con los votos suficientes para ser aprobadas por el gobierno de turno, fueron recogidas en 1906 en el programa de gobierno del Partido Nacional, coherente en su afán de protección de los trabajadores.
Ese mismo afán por la protección de los más débiles que lo había llevado a acompañar a Aparicio, fue luego de 1904, lo que guió su lucha cívica. Los objetivos de las revoluciones armadas, de eliminar el fraude en nuestras elecciones, garantizar el derecho al sufragio, el respeto de las minorías y su derechos a estar representadas, el voto secreto, y las garantías electorales, fueron también objetivos de su acción política.  La participación de los ciudadanos era importante para Herrera: “Todo mi interés de ciudadano se limitaba a recoger el eco de las verdades y los descontentos que rondaban la calle… el sitio de los dirigentes está fuera de los muros, en la calle, en las tribunas, al lado de las multitudes, para comprenderlas y ser por ellos comprendidos”.
         Sus aportes a nuestra política internacional siempre tuvieron como consigna la frase: “El Uruguay ante todo y sobre todo”. Herrera fue por definición antiimperialista, y el principio de no intervención lo señaló como elemento clave para nuestra inserción internacional.
El mejor escudo de la soberanía es su propio ser”, le dijo una vez Herrera al Subsecretario de Estado de los Estados Unidos, Edward Miller 1951. “Queremos ser libres y felices, en la armonía, sin invadir el fuero ajeno y dentro de lo posible y juicioso, cada uno en lo suyo”.
Su postura antiimperialista y la defensa del principio de no intervención en los asuntos internos de los países constituyeron para Herrera las líneas que definieron su accionar político, desde todos los roles que ocupó. Algunas de sus palabras en materia internacional son directivas que aún hoy no pierden vigencia. Sostenía que: “el Uruguay tiene que resolver su problema internacional consultando, en exclusivo, sus conveniencias. Indumentaria diplomática a la medida de su cuerpo”.
Y destacaba algunas reglas que conviene recordar:

1) Unidad Nacional. Sin armonía doméstica será estéril el ensayo de una gran política internacional. Ni los hombres, ni los pueblos son fuertes cuando avanzan en el desconcierto”.
2) Discreción.
“Pequeño el Uruguay y débil, su política internacional no puede igualarse a la de los grandes organismos dilatados y fuertes. Las circunstancias nos imponen, pues, una acción discreta, tan moderada como eficaz, y bien dirigida”.
3)  Confiar, ante todo, en el propio esfuerzo.
“Cuando la prosperidad económica de una nación depende de la benevolencia de otra nación, vecina y mucho más poderosa, su autonomía es también fruto de la ajena benevolencia”.
4) Neutralidad en los problemas de nuestros vecinos.
“Mucha lealtad en los procedimientos con ambos vecinos, sin entrometernos jamás en sus pleitos internos, estando en la recíproca”.
         Así como defendía el principio de no intervención para otros países, fue un tenaz defensor de nuestra libertad. Es por esto que se opuso férreamente a la instalación de bases militares extranjeras en territorio nacional. “Para nosotros no es cuestión de decir que las bases van a ser para Juan o para Pedro. No queremos bases para nadie, porque sabemos que eso será poner en nuestras puertas una moneda de oro. (…) Al día siguiente, todos se la disputarían en beneficio ajeno y nunca en el nuestro”.
         Herrera consideró que con la instalación de seis bases norteamericanas Estados Unidos tenía intenciones intervencionistas en el Río de la Plata, y a pesar de toda la crítica injusta que lo tildó de “nazi”, no se quebró su voz para defender nuestra soberanía: “¡Bases, jamás!”. No convertiría a su Patria en un “Caballo de Troya”, para que el imperio pudiera intervenir contra Argentina.

         La cuestión social y la visión internacional: sólo dos aspectos de una figura cuya obra y pensamiento es muchísimo más vasta. Sin embargo, elegí estos dos aspectos a destacar convencida de la plena vigencia de los mismos en nuestro Uruguay del siglo XXI.
En 1959, cuando falleció Herrera, Wilson decía: "No se trataba de una multitud que, adolorida, acompañaba en lágrimas, acongojada, el cuerpo de su jefe, de su amigo. Se trataba de un pueblo que entró al Palacio victorioso, con Herrera en hombros y yo casi diría que entre lágrimas de aquella gente había alegría. Gritaban orgullosamente, rompiéndose la garganta: Herrera, Herrera, Herrera. Entraron en el Palacio señalando que Herrera no moría y que aquel momento era que, realmente empezaba a estar más vivo que nunca en nuestro país."
Nosotros estamos convencidos, que Herrera y su ideario, están más vivos que nunca. El ideario que nos sustenta como nación viene del pasado, y a partir de éste nos debemos construir todos los días. Herrera decía: “la fuerza directriz, aunque a veces no lo parezca, viene siempre de atrás y cada actualidad obedece a la rienda de antecedentes morales”.

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