Buscar este blog

viernes, 9 de agosto de 2013

Juan Raúl Ferreira: Wilson planteó el balotaje "para unirse al FA y ganarle al Partido Colorado"

DE QUIÉN ES ESTA BOCA? / ENTREVISTA

MONTEVIDEO (Uypress / Daniel Feldman)


Aunque una vez Wilson se presentó como “el padre de Juan”, a Juan Raúl Ferreira se lo conoce como el hijo de Wilson. Pero tiene su propio perfil. Ex senador, ex diputado, ex embajador, actual presidente de la INDDHH, con 60 años, casado y con una hija de 21 años y un varón de 20, repasó hitos de la historia nacional reciente y desafíos del presente y el futuro.

Tu nombre se asocia mucho a tu padre. ¿Era bravo ser hijo de Wilson Ferreira Aldunate?
Sí, sí, claro. Con el paso del tiempo ha significado cosas distintas; todas implicando una gran responsabilidad. Recuerdo que cuando era joven, y sobre todo cuando quise dar mis primeros pasos políticos, cuando escuchaba que se referían a mí como el "hijo de Wilson", lo tomaba como algo descalificatorio hacia mi persona. "Vale por ser el hijo de Fulano y no por sus méritos propios". Entonces yo hacía un esfuerzo importante por tener un perfil propio. Creo que eso tuvo que ver con un montón de decisiones -no sé si acertadas o equivocadas-, como por ejemplo, cuando mi padre tiene que marchar al exilio y yo me quedé en el país. Después yo también debí irme, pero al principio me quedé. Cuando tuvimos que irnos de Argentina, después del asesinato de Gutiérrez Ruiz y Michelini, él se va a Londres y yo me quedo en Estados Unidos, del otro lado del Océano. Esto fue una especie de demostración; estar en un lugar donde decir "soy el hijo de Wilson" no significaba nada, y por lo tanto yo podía ser alguien.
En Estados Unidos tú iniciaste los contactos con Edward Kennedy, ¿no?
Sí. Recuerdo que cuando Papá fue por primera vez a visitarme, luego de su declaración en el Senado, tuvimos una entrevista con Kennedy, y cuando le dio la mano, le dijo: I'm Juan's father; yo soy el padre de Juan.
Algo bien de Wilson.
Sí, pero más allá de las bromas, me tiró una pelota muy linda; fue un mimo muy lindo. Volviendo a tu pregunta inicial, siempre estuvo presente. Para bien y para mal. A esta altura de mi vida, no llevo una libreta que diga "tanto más, tanto menos, resultado neto, tanto". Es obvio que de la comparación uno siempre salía perdidoso. Pero además, se generaban, a veces, celos; esa cosa de pensar "ah, este no se lo ganó, está ahí por ser el hijo de". Eso también hacía que se fuera mucho más exigente. Muchas veces -para ser bien francos- las críticas que no se animaban a hacerle a Wilson a nivel de dirigencia del Partido, pumba, me las tiraban a mí, que era mucho más fácil. Tampoco es menos cierto que ser hijo de Wilson me dio una posición que otros jóvenes no tenían; seguramente, si yo no hubiera sido hijo de Wilson no hubiera ocupado nunca los cargos que ocupé. Entonces, ¿jugó para bien; jugó para mal? Jugó, está presente. Soy eso; soy hijo de Wilson.
¿Y después de su muerte?
Me ha pasado algo muy curioso a partir de su  muerte, y es que, cuanto más tiempo pasa, y la gente me asocia más, para bien y para mal, por lo que digo, lo que pienso, lo que hago; cuando alguien me saluda o, por ejemplo, voy por la calle y siento que alguien dice "mirá, es el hijo de Wilson", lo que siento es que me encanta. Lo mismo que de joven me generaba un poco de vergüenza o de sensación de inseguridad, ahora me enorgullece.
Wilson es hoy, tal vez, el último gran referente del Partido Nacional. Muchos se declaran wilsonistas. ¿Tú sos wilsonista? En el sentido de sus principios políticos.
Sí, sí. Me considero wilsonista por una razón muy de fondo: esa es mi formación política. Es en torno a esos valores, ese estilo y esa idiosincrasia que me formé. En esa medida, sin lugar a dudas. Pero en segundo lugar, porque yo identifico el concepto "wilsonismo" más allá de un programa de gobierno como fue el de 1971 o por una actividad política muchas veces marcada por la coyuntura. Hay gente que recuerda al Wilson guerrero y están quienes reivindican al pacificador de su regreso, como si fueran figuras opuestas. Era un hombre que a cada circunstancia política respondía de acuerdo al tiempo histórico que se vivía; con aciertos y con errores. Entonces, cuando digo que me identifico como wilsonista, lo hago fundamentalmente referido a una actitud ante la vida pública y ante la vida en general.
Pero parecería que hay una carrera interna para ver quién es más wilsonista.
Esa competencia que hay ahora, fundamentalmente dentro del Partido Nacional, para ver quién es más wilsonista o si se es o no, me parece que implica desconocer totalmente la realidad.
¿En qué sentido?
Porque además de todo, se hacen preguntas que son totalmente anti históricas. Por ejemplo, cuando me decidí a votar por la anulación de la Ley de Caducidad, hubo gente que me dijo: "pero cómo, si la votó tu padre". En primer lugar, yo no puedo responder por él; puedo hacerlo por mí.
Recuerdo un reportaje que te hice hace ya varios años, donde afirmabas que la Ley de Caducidad fue formulada pensando en un escenario con  Wilson presidente.
Sin duda.
Y que hubiera sido muy diferente la aplicación con Wilson presidente.
Sin duda. Que no planteaba un esquema de impunidad sí o impunidad no, es un hecho; conmigo trabaja en la Institución Nacional de Derechos Humanos la Dra. Mirta Guianze, que procesó, con plena vigencia de la Ley de Caducidad, a una cantidad de responsables de crímenes de lesa humanidad. Todos actuábamos en la presunción de que en un par de años Wilson era presidente. Pero aparte de eso, creo que cometimos un error. No sé si hoy Wilson diría lo mismo; no sé, pero además estaría mal tratar de adivinarlo; no está, no vivió este tiempo político. Lo que sé es que vivió tiempos políticos en que adoptó medidas frente a las cuales luego dijo "me equivoqué", como pasó con la Ley de Seguridad del Estado, por ejemplo. Me parece que ese planteo de aferrar a Wilson a lo que dijo en tal o cual fecha no es válido. Cada discurso y cada actitud política hay que verla en un contexto determinado. Por ejemplo, cuando plantea el balotaje, no lo hace para unirse al Partido Colorado y ganarle al Frente Amplio.
Todo lo contrario.
Claro, lo plantea para unirse al Frente y ganarle al Partido Colorado. No estoy diciendo nada novedoso u original. Por eso me parece que restringirse a asociar su figura a un discurso o un momento determinado es, en primer lugar, no respetar su ausencia. En segundo lugar, me parece un planteo totalmente anti histórico. Eso es una parte. Después empieza la guerra entre los blancos: "yo soy wilsonista pero tú no". Al Partido Nacional como tal le cuesta asumir que Wilson surge de una síntesis que conjuga a dos fuerzas antagónicas, como eran el nacionalismo independiente y el Herrerismo. De la misma manera, su desaparición debió suponer que se incorporara a un legado común y no a un tire y afloje en que se transformó durante prácticamente quince años. Después de eso viene algo más curioso, en gente que se define como wilsonista: la figura de Wilson comienza a trascender las fronteras partidarias, y eso, en lugar de causar alegría, entusiasmo, reconocimiento, fervor en el Partido Nacional, empieza a generar celos. Hubo un año en que me fui del homenaje en el cementerio, porque el orador expulsó a todos aquellos que estaban presentes y no fueran del Partido Nacional. El diario El País, con cierta picardía, dijo que eso quería decir que yo tampoco era. No, no, no; yo me fui porque cuando se dijo que los que no eran del Partido Nacional estaban de más, porque eso era un acto partidario, me fui, no por no ser blanco, sino porque me pareció algo ofensivo hacia la figura del homenajeado. En la puerta del cementerio me encontré con viejos adversarios políticos por cuya libertad Wilson habían peleado. Ahí  empieza un entrevero grande, donde el Partido Nacional trata de sacar una especie de título de propiedad de Wilson. Fue una estrategia que no funcionó. Ni en las grandes concepciones políticas ni en la de todos los días. Todos los años, cuando se aproxima la fecha de la muerte de Wilson se superponen los actos. Este año, a los 25 años de su muerte, al Partido Nacional, hasta el día de hoy, la fecha le pasó desapercibida. Hubo un homenaje en la Asamblea General, un acto de un sector político y una misa que dio la familia. Todos plurales. En uno estaba el Dr. Tabaré Vázquez, en otro el presidente Mujica con su gabinete. En la misa que todos los años da la familia, con la Catedral repleta, había solo tres legisladores del Partido Nacional. Hay una especie de resignación, de decir "si perdimos la batalla de que Wilson es solo nuestro, olvidémonos de él". Un diputado del Interior, del Departamento de Salto, para ser más preciso, lo planteó de esa manera en la bancada: vamos a no joder más con Wilson y con los 25 años, porque después termina la izquierda reivindicando cosas que hizo en su momento y finalizamos perdiendo la batalla.
¿El Frente lo ve como suyo?
No; no creo que el Frente vea en Wilson un potencial frentista si viviera. Eso sería un absurdo histórico. Hay muchas cosas que no se sabe cómo serían, pero lo seguro es que se lo asocia como una figura muy ligada a la personificación de la idiosincrasia blanca. Lo otro seguro es que el Partido Nacional sería una cosa muy distinta de lo que es ahora. Lo demás es incertidumbre.
A la luz de todo lo que ha sucedido en torno a la violación de los derechos humanos durante la dictadura, ¿fue un error haber votado la Ley de Caducidad?
Creo que sí; creo que sí. Yo creo que sí.
¿Por qué esa reafirmación?
Porque a veces cuando digo esto en una red social o una reunión, algunos me dicen "ah, tu padre...". Mi padre no está para que lo consulten o le pregunten. Creo que fue un error. Si él viviera, tiendo a creer que lo reconocería como un error. Es difícil hacer esto de forma lineal, porque además, Wilson siempre lo tomó como algo provisorio. Se recuerdan algunas frases y otras no. Por ejemplo, no se recuerda que dijo "el día que me demuestren que un milico puede ir preso, es el día para anular la ley". Eso lo dijo. Lo que yo pido en este tema es que la gente discuta con la posición que yo asumí. Que no me obliguen a tratar de adivinar lo que Wilson hubiera hecho si viviera. Hay otro tema: pasa algo muy curioso con los cambios de posición cuando uno reconoce un error. En el Partido Nacional hubo muchos dirigentes que se opusieron a la Ley de Caducidad. No solo no la votaron, sino que integraron la Comisión del Voto Verde. Por ejemplo, el Dr. Jorge Larrañaga, candidato a la presidencia por el Partido Nacional. Matilde Rodríguez Larreta, viuda de Gutiérrez Ruiz.
Carlos Julio Pereira.
Exacto. A mí lo que me llama la atención -y eso es lo que me hace pensar que fue un error- es que con el paso del tiempo, el cambio no permitido es el de "estuve a favor de votarla y ahora no". Eso no está permitido. Pero "estuve en contra y ahora a favor", eso es legítimo. Recuerdo la primera vuelta de las elecciones de 2009. Cuando finalmente todas las encuestadoras anuncian que no se lograron los votos para derogar la Ley de Caducidad, se generó un gran bajón en mucha gente. Pero también sucedió lo contrario. Frente a la sede del Partido Nacional, donde no había demasiada gente, los pocos que estaban empezaron a hacer sonar las bocinas y agitar las banderas, festejando la derrota del plebiscito. Eso es lo que más me reafirma que fue un error haberla votado, porque el Partido Nacional nunca festejó la votación de la Ley de Caducidad. Cuando se votó, fue uno de los días más tristes de casi todos nosotros. El otro día, un dirigente del Frente Amplio dijo "Wilson cometió dos grandes errores políticos: votar la Ley de Seguridad del Estado y se arrepintió y pidió disculpas. Luego, votar la Ley de Caducidad y le costó la vida". Eso fue dicho con mucho respeto, no en forma peyorativa. Muchos sostienen eso; incluso alguno de sus médicos. Pero una cosa es clara: ninguno de nosotros salió tocando bocina en una caravana desde el Palacio Legislativo.
Están los que dentro del Partido Nacional no te perdonan tu cambio de posición, y en la izquierda hay mucha gente que no te perdona que hayas votado la ley, a pesar de tu cambio de posición posterior, y no te perdona tampoco lo que sucedió con Germán Araújo. ¿Se pudo saldar eso, se consiguió cerrar de alguna manera el episodio?
Hace un tiempo escribí un artículo sobre el tema. Todos nos hemos peleado con todos en algún momento; en mayor o menor medida. Germán era un tipo difícil. Pero al mismo tiempo, cuando estuvimos exiliados, Germán fue nuestra voz. De la Convergencia Democrática, en Uruguay, el único que hablaba era José Germán Araújo. Y lo hacía en la radio. Creo que una de las grandes tragedias que generó la Ley de Caducidad fue la ruptura de un capital político formidable que tenía la República, que era la conformación de un frente anti dictatorial, que además de acuerdos y trabajo en conjunto, generó lazos de afecto. Y se rompieron con la votación. Algunos se recompusieron, otros no. Y lo más importante: se rompió el frente opositor, circunstancia que le resultó muy favorable al Dr. Sanguinetti. Recuerdo que cuando se estaba votando en el Senado, me encontré en el ambulatorio con Rafael Michelini. Pasaron unos instantes, muy pocos segundos, pero que para mí se hicieron eternos, en que no sabíamos si íbamos a agarrarnos a trompadas o qué. Finalmente, nos abrazamos y comenzamos a llorar. Me dolió mucho más que una piña. Con otros dirigentes resolvimos de común acuerdo que esas diferencias iban a abrir heridas que no queríamos abrir, como pasó con el actual embajador Carlos Pita. Hace poco lo vi, en ocasión de unas gestiones que tuvimos que realizar en Estados Unidos, en las cuales nos ayudó mucho, y volví con la sensación de qué importante que es, además de haber pactado las diferencias, poder estar trabajando en una dirección en común. Me movió el piso.
Volviendo a Germán...
Sí. ¿Qué pasó con Germán? Se murió. De repente él estaría vivo y no tendría la más mínima gana de que yo me acercara a cuatro cuadras a la redonda. No me gusta quedarme con esa incertidumbre, pero así va a ser; voy a estar el resto de mi vida sin saberlo. Todos hemos tenido alguna oportunidad de reencontrarnos y darnos un abrazo;  con Germán Araújo no; no se dio esa posibilidad. Haría muy mal yo en congelar toda una historia en los últimos meses que van desde el enfrentamiento por la Ley de Caducidad hasta su muerte. Y creo que sería deshonesto dejar de reconocer que tenemos una deuda de gratitud muy grande con él.
Hace un rato hablaste de la visión de Wilson respecto al balotaje, buscando la unión con el Frente Amplio para derrotar al Partido Colorado. Hablaste también de la Convergencia Democrática, fenómeno que se produjo fundamentalmente en el exterior, de trabajo en conjunto, en especial con el Partido Comunista y el Partido Socialista. ¿Había ahí una idea de ir a más políticamente y que finalmente se vio frustrada?
Sin duda. Basta leer una cantidad de cartas de Wilson, que creo que en algún momento llegará la hora de que se publiquen todas, defendiendo el concepto de convergencia democrática. Creo también que Diego Achard lo explica bastante bien en su libro. La versión del libro es que Wilson estaba bastante más a la izquierda que su dirigencia, pero su base social estaba bastante más a la izquierda que él. En el exilio, Wilson sentía la presión de sus bases por un lado, y la de la dirigencia del Partido Nacional que, sobre todo con él lejos, adoptaba posiciones muy distintas a las que él asumía en el exilio. La crítica a la Convergencia Democrática fue una de ellas. El Dr. Luis Alberto Lacalle escribió un editorial en el diario El País -por lo pronto  nadie cercano a nosotros en aquella época hubiera escrito un editorial en el diario El País- donde sostenía que era incompatible pertenecer a la Convergencia Democrática con la condición de blanco. Tres días antes de ese editorial, Wilson había hablado en un acto de la Convergencia. Se puede discrepar con muchas cosas de Wilson, pero creer que tenía un proyecto político y acuerdos que se terminaban al cruzar la frontera con Uruguay, es un disparate. A eso hay que sumarle que en la historia de su liderazgo en el Partido Nacional, todos los acuerdos políticos que se lograron -quizá no fueron todos los que se hubieran podido lograr- fueron con el Frente. Cuando gana Bordaberry, algunos sectores del Partido Nacional, rompiendo con las autoridades, aceptan algunos cargos en los ministerios. Wilson y el Frente Amplio hacen una bancada de oposición, que funciona como tal. Y así se elige, con esos votos, de Por la Patria, el Movimiento de Rocha y la totalidad del Frente Amplio, a Héctor Gutiérrez Ruiz como presidente de la Cámara de Diputados. En el Partido Nacional había quienes querían renovar el acuerdo opositor con el Frente, pero no que se eligiera a Gutiérrez Ruiz. El candidato era el Dr. García Costa. Esto es algo como el dicho que todo Madrid lo sabe pero nadie lo dice. Wilson, presintiendo  lo que se venía, quería blindar al Toba. En la bancada no había ambiente para eso. Entonces, Wilson habló con dirigentes del Frente Amplio, fundamentalmente del Partido Comunista y en especial con Rodney Arismendi, y acordaron que el FA lo pusiera como condición. A ese nivel llegaba la confianza en el relacionamiento. Y el FA entonces le dijo al Partido Nacional: nosotros votamos con ustedes, siempre y cuando el candidato sea Gutiérrez Ruiz.  No recuerdo ningún acuerdo político del Partido Colorado con Wilson.
Mencionaste el artículo que escribió Lacalle en El País. Tu relación con Lacalle fue "conflictiva", para llamarla de alguna manera.
A ver: desde el punto de vista del sentido de pertenencia a una misma colectividad, siempre fue conflictiva. Obviamente ese artículo ayudó mucho. Incluso, unos días antes de la muerte de Gutiérrez Ruiz, había escrito un artículo, también en El País, muy duro contra el Toba. Pobre, él no sabría que era inminente su secuestro y asesinato. Pero hay que ubicarse en el momento histórico en que eso ocurría para saber que, escribir desde Montevideo, en El País, contra un exiliado que no tiene documentación para irse de Argentina, es jugar con fuego. Entonces, nunca tuvimos una sensación de comodidad. Tampoco mi viejo. Al punto que cuando se llega a las elecciones internas de 1982, hay una gran presión de muchos dirigentes, entre ellos Zumarán y García Costa, para que se haga una sola lista donde estén Por la Patria, el Movimiento Nacional de Rocha y el Consejo Nacional Herrerista. La carta de Wilson es contundente: "Lacalle, en la lista nuestra, no". El argumento, visto desde dentro del país, no era malo; juntar todo lo que era anti dictatorial. Pero Wilson sostenía que un tipo que ha escrito lo que ha escrito, que cantó Cara al Sol frente a la Embajada de España el día que murió Franco -mi padre nunca pisó España; mis viejos se conocieron militando por la República Española-, hizo el saludo fascista frente a la Embajada... a Wilson no le cabía en la cabeza que Lacalle podía integrar nuestras listas.
¿Hay una intención de reescribir la historia?
Más bien de reinventar la historia. El acto que organizó Sanguinetti para los 25 años del golpe, al que vinieron Sarney y Alfonsín, es una distorsión absoluta de lo que fue la lucha contra la dictadura y el proceso de transición hacia un régimen democrático.
El libro de Sanguinetti va en esa dirección.
Él siempre tuvo su teoría sobre la negociación, etc., etc. Pero ha ido llevando eso a una especie de dogma tremendo. El libro La Reconquista es como una escalada más. Luego de eso, una periodista uruguaya que vive en Francia hizo un documental sobre la transición democrática y le preguntó a Sanguinetti, en el marco de un largo reportaje, sobre cómo se sintió al ser electo con un adversario proscripto y el otro preso. Sanguinetti se quitó el micrófono y se retiró. No sé si hace cinco años hubiera hecho eso; pero hoy es esa la reacción. Después de eso, le mandó decir por sus abogados que le prohibía usar su imagen en la película. Había con él una cierta relación de cordialidad. Y es el primer año en que el Dr. Sanguinetti no participa de los actos de recordación de la muerte de Wilson. No me parece casualidad. Había anunciado que asistiría a la Asamblea General, y la noche previa me avisa que no puede concurrir porque tenía un compromiso asumido con la Fuerza Aérea. Yo me atreví a decirle que el homenaje se había adelantado una hora porque iba a estar el presidente Mujica, y en el de la Fuerza Aérea también, por lo que este último no iba a empezar hasta que terminara el de la Asamblea General. Pero no vino. Creo que en el Partido Colorado hay una tendencia hacia un fundamentalismo que pretende sostener que un partido que hoy representa al 15% de la población fue el único elemento determinante para lograr la transición democrática. Me parece que es desconocer una historia que todavía tiene heridas abiertas en la sociedad. Fue muy elocuente lo que pasó el día del 40 aniversario del golpe de Estado. Que la figura máxima del Partido Colorado se dedicara  a mandar tweets ordenando no aplaudir al orador de su partido porque había hecho una referencia a que su padre había sido electo por el Partido Colorado, es un tema gravísimo. ¿Cómo se puede hacer una sesión sobre el golpe de Estado sin hablar del golpe de Estado? Creo que es un error del Sr. Bordaberry.
Pasó el tiempo y hoy estás al frente de la Institución Nacional de Derechos Humanos (INDDHH). ¿Qué implica eso en lo personal?
Siento que estoy viviendo uno de los momentos más maravillosos de mi vida. Cumplí 60 años y me encantó la edad. Le tenía un poco de miedo. Me pesan, pero para bien. La INDDHH es como una especie de síntesis de mi vida. Nací a la militancia política luchando desde el exilio en instituciones de derechos humanos. Conocí a Monseñor Romero, de El Salvador; al chileno Orlando Letelier; gente que después fue siendo parte de la historia de América Latina. Cuando viví esa época, y fundamentalmente los asesinatos de Michelini y Gutiérrez Ruiz, me fui haciendo a la idea de que estaba teniendo una vida triste. Ahora me doy cuenta que fue una vida con mucha tragedia pero no triste, sino muy rica en experiencias y en solidaridad. Luego volví a Uruguay e ingresé en la política estrictamente partidaria, y cuando paso raya, concluyo que fue una experiencia donde no terminaba de encontrar mi vocación, a pesar de que fui senador, diputado, embajador. Cuando llego a la INDDHH encuentro desde la vieja experiencia de militante joven por los derechos humanos hasta las responsabilidades políticas. Es la síntesis de lo mejor de mi vida. Es arrancar una etapa en la que hay mucho por hacer en Uruguay, y creo que se va a hacer.
¿Cómo estamos en materia de derechos humanos en nuestro país? A veces se piensa solo en lo que refiere a la violación de derechos humanos en la dictadura.
Bueno, eso es una responsabilidad nuestra. No debemos renunciar a que los derechos humanos son un tema del pasado, del presente y del futuro, pero debemos desasociar la idea de los derechos humanos del debate político instalado en el Parlamento. En el año que llevo al frente, estoy sorprendido de cómo se necesitaba un instrumento que asesore al Parlamento e incluso al Ejecutivo y al Poder Judicial. Creo que debemos contribuir a armar una agenda de derechos humanos de futuro, pero sobre todo, volver a poner el tema derechos humanos como paradigma de la sociedad.
En estos días nuestra sociedad se ha visto conmocionada por hechos de violencia; el homicidio de un repartidor de supergás en el Cerro; el enfrentamiento y su saldo en Pocitos. Ustedes emitieron una declaración donde manifiestan su preocupación por la "violencia interpersonal" instalada en la sociedad. Hay quienes dicen que estamos en un camino sin retorno. ¿Hay retorno o hay un quiebre social difícil de recomponer?
Creo que hay retorno, pero es muy embromado despertarle a la gente expectativas facilongas. Es un problema no solo del Uruguay, sino del mundo. Esto no quiere decir que ante lo que ocurre en nuestro país tengamos que lavarnos las manos. De hecho, la INNDDHH no lo hizo. Realizamos una serie de recomendaciones, después de asesorarnos con especialista y técnicos. Emitimos un comunicado expresando nuestro dolor por la pérdida de vidas humanas y nuestra preocupación porque esto va en aumento y a veces sentimos que la Policía no tiene la capacitación necesaria. Vamos a ver si podemos ayudar, en el ámbito de la cooperación internacional. Está el tema del negociador cuando hay situaciones de rehenes y que haya un estudio de situación previo a la acción policial. Ayer me preguntaba un dirigente del Partido Colorado si la situación sería muy distinta si gobernaran blancos o colorados. Lo que me preocupa de esto es la partidización inmediata de hechos dolorosos. La manifestación de "vecinos" en Pocitos, en realidad era de dirigentes políticos. Una de las oradoras terminó hablando de la ley de matrimonio igualitario.
Uruguay tiene un sistema de partidos muy fuerte y asentado. Eso es una ventaja para la institucionalidad democrática, pero por otro lado ¿no hace a veces que todo sea visto a través del crisol partidario?
Creo que eso, más que por un sistema fuerte de partidos políticos es por una crisis del sistema de partidos. En un sistema de partidos fuertes, esas circunstancias facilitarían acuerdos. Cuando la crisis de 2002, el Dr. Batlle encontró al país entero detrás de él. Cuando la crisis del puente Fray Bentos - Puerto Unzué, el Dr. Vázquez también encontró al país entero tras de sí. Hoy es muy difícil que un presidente encuentre al país entero tras de sí en algún tema. Hay una crisis de gobernabilidad importante.

1 comentario: