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sábado, 31 de agosto de 2013

Una mente fría, calculadora y letal

 EL TRIPLE CRIMEN DE RIVERA

 

El juez dijo haber "dormido tranquilo" por primera vez en muchos días

Sus colegas y sus vecinos más próximos no salen de su asombro. Nada en su exterior parecía delatar a la fría asesina que eliminó a una familia entera. Paola F.B. tramó durante tres meses el triple crimen. Y nunca lo evidenció en su entorno personal.
Fernando G.P., un jardinero al que la profesora Paola F.B. convenció para las ejecuciones.Archivo El País.
F. Fernández Y R. Rossello
El 13 de agosto por la tarde Paola F.B. (40) recuperó la libertad luego de ser indagada junto a su esposo, Alejandro, como principales sospechosos en el triple homicidio. Esa misma semana, aseguraron varios testigos a El País, la profesora de biología volvió al Centro de Justicia de Rivera para tramitar la pensión que le reclama a los abuelos de su hijo -que tuvo con su pareja anterior, hijo a su vez del exjefe de Policía riverense Claudio Guash- desde hace tiempo. Quienes participaron de esa audiencia relataron a El País que se la veía "fresca como una lechuga". Cualquiera que no la conociera difícilmente diría que la misma mujer venía siendo indagada por uno de los crímenes más impactantes de los últimos tiempos.
Su esposo Alejandro fue el primer sorprendido con las revelaciones del caso. No daba crédito a lo que escuchaba, aunque a la luz de los hechos tal vez haya comenzado a atar cabos y a repensar en pequeños gestos y dichos.
El juez letrado Marcos Seijas dijo por su parte que por primera vez en muchos días había "dormido tranquilo", luego del ajetreado calendario de audiencias que tuvo desde principios de esta semana.
"El esclarecimiento de este caso fue consecuencia del aporte colectivo", explicó Seijas en un breve diálogo con El País, "ya que los ciudadanos siempre aportaron datos, en algunos casos lo hicieron directamente a la Policía, al juez, o a la fiscal. Enviaron mensajes de texto a los periodistas y estos, en función de las características de esos mensajes, pusieron información en conocimiento de la sede", señaló el juez.
Seijas agregó que luego de concluir su labor con el auto de procesamiento, declinó competencia en favor de su colega la jueza letrada de 2° Turno, Adriana Morosini, al establecer que el crimen fue cometido durante el turno de su colega, el 8 de agosto pasado. "Por lo tanto, hay más garantías para los encausados", sostuvo.
En otros términos, la jueza podrá analizar todos los elementos del caso desde cero y sin "contaminarse" con los vaivenes de la investigación.
Seijas sostuvo su plena convicción acerca de la culpabilidad de Paola F.B., así como de sus motivaciones: "el rencor y la ambición eran un sentimiento de la señora, no de su esposo, quien me pareció una persona muy tranquila, a la que las cosas materiales no le interesaban demasiado", explicó.
Durante la indagatoria Seijas interrogó a 19 personas: familiares, amigos, colegas de los docentes, y con ello consiguió elaborar un perfil de Paola F.B.
Al referirse a ella en el expediente, el magistrado sostuvo que "se encargó de publicitar en los centros docentes donde dictaba clases (vg.: Liceo N° 1, CERP del Norte y Colegio Saint Catherine), el desprecio que sentía por el hermano de su compañero y por la esposa de aquel, a quien llamaba despectivamente `esa negra` (pretendiendo menoscabar su persona por considerarla de otra raza, lo que advierte una personalidad discriminadora y socialmente reprobable)".

Codicia.

Si bien las familias involucradas en esta tragedia han preferido no hablar en público, en comentarios que pudo recoger El País coincidieron en que Paola F.B. no solo era muy cuidadosa de su imagen, sino que además le gustaba ostentar su buen pasar, por ejemplo, exhibiendo fotos de sus viajes.
Otro rasgo que todos sus familiares tenían presente era el de su cleptomanía, de la que muchos fueron víctimas.
De personalidad fuerte, sus allegados sostienen que Paola solía imponerse sobre su esposo Alejandro, a quien constantemente le reclamaba que hiciera valer sus derechos frente a su hermano Fernando.
En el centro de sus ambiciones estaba la vieja casona familiar de la calle Paysandú 1233 y la renta que recibían los hermanos por un campo propiedad de la familia Gau desde hacía muchos años. Lo paradójico es que su esposo heredará los bienes y rentas de la familia.
Una de las docentes que trabajó junto a Paola F.B. que declinó hacer comentarios sobre su colega, solo reconoció que durante los últimos meses no advirtió ningún cambio en su comportamiento.
De hecho, en una fotografía obtenida por El País y que fuera tomada durante un acto académico en el que estaban presentes tanto la propia Paola F.B., como su esposo Alejandro, sus dos hijos y su cuñado Fernando Gau, la profesora luce tranquila y compenetrada con su actividad. La foto fue tomada el 26 de junio pasado, para entonces Paola F.B. ya estaba planeando el horrendo crimen.

El plan.

"Su ira por la situación y su interés por hacerse de una casa en pleno centro de esta ciudad, de alto valor económico por su sola ubicación, la llevó a planear la muerte del matrimonio y su pequeño hijo", relata el juez en su fallo.
Lo primero que buscó Paola fue a los ejecutores de su plan. De ese modo llegó hasta un joven que había conocido tiempo atrás, Fernando G.P. (19). Lo había conocido años atrás cuando el chico cortaba el pasto para ganarse el sustento en los alrededores de un complejo de viviendas cercano al Estadio Atilio Paiva Olivera. Valiéndose de su carisma y sus dotes como docente, Paola le comunicó sus planes, le prometió una importante retribución y luego de pensárselo un poco el joven terminó aceptando.
Paola le propuso además que buscara un ayudante, ya que no podría consumar solo la tarea. De este modo entró en escena uno de los adolescentes, de 17 años, que participó activamente de los preparativos. La profesora hizo varios viajes en su camioneta hasta la casona de la calle Paysandú, con el objeto de estudiar los movimientos. Una de las mayores preocupaciones de Paola era el gimnasio que se encuentra frente a la vivienda y que tiene un movimiento constante durante el día. Inspeccionaron un estacionamiento que se encuentra a los fondos de la vivienda, para estudiar la posibilidad de ingresar por allí. Pero había cámaras de seguridad, lo cual hizo desistir rápidamente a Paola de esta vía de ingreso.
Durante la planificación Paola discutió con Fernando G.P. otro aspecto que la preocupaba: el otro chico no tenía el físico adecuado para reducir a las víctimas. Esto llevó al improvisado sicario a buscar a otro amigo de mayor corpulencia física. Y aquí entró en escena quien sería luego el segundo autor de los crímenes, el adolescente de 16 años.
Paola compró dos pares de guantes de látex para cada uno de los sicarios y otro tanto para sí misma. Se procuró un cuchillo con el porte necesario, así como los celulares con los que se mantendría comunicada con sus cómplices durante la consumación del crimen.
Y tenía otro elemento clave para garantizar la entrada y salida seguras de la casa. El 20 de julio había participado junto a su esposo en una reunión familiar con Fernando y Zuli Aguirre. Paola robó las llaves de la casa, detalle que no sorprendió al matrimonio que conocía sobradamente su cleptomanía. Hizo copia de las llaves y se las devolvió fingiendo una sustracción involuntaria.
Según los indicios y testimonios reunidos por el juez el día señalado para el triple crimen fue el miércoles 7 de agosto. Paola abrió el portón de acceso e hizo pasar a los dos jóvenes.
Los sicarios permanecieron semiocultos en el pasillo, en un sitio invisible para los habitantes de la casa. Entre tanto, Paola tocó timbre y le abrió Fernando Gau, el momento fue aprovechado por los cómplices de Paola para tomarlo por la espalda, reducirlo y hacerlo ingresar por la fuerza a la casa.
Una vez dentro lo arrojaron al piso y allí, inmovilizado, Fernando G.P. le asestó una puñalada mortal en la yugular.
Los jóvenes se negaron a matar al niño. El pequeño Inti fue tomado por Paola que lo llevó al dormitorio de sus padres y luego de taparle la boca con las manos le colocó una almohada en el rostro, se sentó encima hasta sofocarlo por completo.
En el mismo frenesí, mientras no llegaba Zuli Aguirre, registraron toda la casa en busca de dinero. Paola ya se había apoderado de una suma, cuyo monto aún no se estableció, cuando llegó su concuñada a la casa. Cuando Zuli vio los cuerpos de su esposo y su hijo intentó huir, pero fue apresada e inmovilizada por los jóvenes.
Paola comenzó a asestarle puñaladas en el pecho con el mismo cuchillo que habían ultimado a su marido. Pero fue el adolescente quien, tomando el arma, le asestó la herida mortal en el cuello.
El crimen estaba consumado. Más tarde Paola negaría en todo momento su responsabilidad en los hechos.

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