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martes, 29 de marzo de 2016

El capital de Bardanca Escribe Emilio Martínez Muracciole


Este texto no es un texto, sino una foto. Es la foto que siempre estoy tentado a tomar cuando entro a la sala de prensa de Radio Uruguay y miro hacia la izquierda. En la foto aparece un tipo sentado, de espaldas a la puerta de una minúscula pecera y de frente a una computadora en la cual teclea, hace llamadas para coordinar entrevistas, edita audios y mete como si fuera un pasante que se está jugando su permanencia porque lo mismo vale él que cualquier otro que llegue a hacer lo que él hace.
Mario Bardanca pudo ser y no quiso ser. Prefirió decir no acepto, que es un modo de renunciar. Renunció a algunas tranquilidades, principalmente la económica. En los esquemas morales de buena parte de la sociedad, en los que el éxito está directamente atado al económico, Bardanca no es un tipo exitoso. Ni ahí. Renunció a los aires que permiten respirar el oxígeno económico y la estabilidad laboral cuando la única exigencia es cumplir a pies juntillas el mandato de la patronal. En eso son muy buenos muchos de los considerados exitosos.
Pero para los que miramos el partido haciendo arcadas frente a ese lente, Bardanca es un faro. Incluso siendo crítico con él, porque el estilo de Bardanca a veces reproduce representaciones contra las cuales -creo- hay que pelear, Bardanca es un faro. Tuvo la oportunidad de ser la cara vernácula de Fox y tener micrófono a piacere para disparar sobre Casal, y prefirió no hacerlo. Tuvo la oportunidad de un buen sueldo, de cifras tentadoras para pararse como contracara, pero dijo que no. Eso, sabe él, no es periodismo. Es que -y esto todos lo sabemos- el periodismo deportivo más consumido, en términos generales no es periodismo. Tuvo la oportunidad y dijo que no, y explicó públicamente por qué dijo no.
A Bardanca lo he escuchado criticar a la cadena que tiene un convenio con el canal de TV del cual él es empleado. Y lo he escuchado, en la radio estatal, denunciar la connivencia de Casal con el entonces presidente de la República cuando este último (José Mujica, por si quedan dudas) aportó lo suyo para sacar a Sebastián Bauzá de la troya.
Creer que Bardanca patea porque es empleado de tal o cual medio, es no sólo de una pobreza argumental acalambrante, sino además de un desconocimiento atroz no sólo de lo que Bardanca ha hecho sino también de lo que ha dejado de hacer. Las renuncias de Bardanca han generado capital: es que la honestidad ejercitada así capitaliza la credibilidad.
En medio de un ambiente que confunde periodismo con propaganda; que acepta como regla indiscutible el asumir como propios los intereses y conflictos del patrón; que naturaliza que las reglas del mercado son las que deben regir el acceso o no a determinados espacios en los que ocurren hechos de interés público (porque bien que para anunciar la construcción del estadio y hacer saber de cada ladrillo puesto no hubo impedimentos empresariales); que cree lógico invisibilizar o sobredimensionar información en función de si el hecho es o no "un producto" de la competencia... En medio de ese ambiente y esos valores, Bardanca es, por sobre todo, un tipo creíble. Ése debería ser el capital del periodismo, además de un indicador a tomar en cuenta en el imposible índice de éxito.