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sábado, 26 de diciembre de 2015

Un Juez muy especial :Oscar Teófilo Vidal Por Julio Dornel


                 Escritor y periodista Julio Dornel

Oscar Teófilo Vidal fue durante muchos años el Juez de Paz de Cebollatí, pero con jurisdicción en muchas leguas a la redonda, ejerciendo el visto bueno en todo casamiento, nacimiento o defunción que se registrara por aquellos pagos. Por nuestra vinculación al Juzgado en la década del 50, tuvimos la oportunidad de acompañarlo en sus actividades durante varios años y compartir situaciones realmente jocosas. Bonachón, servicial y buen vecino don Teofilo se había ganado en buena ley el respeto de los pocos habitantes  de la población que al impulso del arroz iba creciendo sobre la margen derecha del río Cebollatí. 


Por supuesto que los jueces del 50 en los pueblos del interior representaban la última palabra en materia de fallos judiciales. Las audiencias por lo general se realizaban  sin testigos ni abogados. Se culpaba y condenaba de acuerdo al buen criterio del juez  que manejaba a su antojo los códigos correspondientes. Nada de sobrecargar los tribunales con procesos complicados que pudieran derivar en nuevas instancias. Tampoco existían consejos de conciliación  que pudieran demorar las investigaciones con pequeñas divergencias. La decisión judicial era inapelable y pese a la seriedad otorgada por el representante de la Ley, se registraban situaciones  humorísticas que pretendemos recordar en homenaje a un vecino que cumplió con la difícil tarea de impartir justicia  en una zona  apartada del   departamento.
 Con una formación profesional limitada a una vida transitada en la Cuenca de la Laguna Merín, don Oscar Teófilo Vidal representó la ley como máxima autoridad en una población que supo respetarlo por su condición de vecino servicial y generoso. Durante muchos años se desempeñó  como Juez de Paz en una zona casi rural donde comenzaban a surgir los primeros establecimientos arroceros. Tiempos difíciles para arbitrar la ley, poniendo a prueba su capacidad en el ejercicio de asegurar las garantías ciudadanas. Pero al margen del cumplimiento  de su cargo don Teófilo  debía participar en toda actividad que estuviera relacionada con el desarrollo del pueblo, integrando la comisión fomento de la escuela, del Club Social, de la Liga de Fútbol o de la policlínica.
ALGUNAS  ANÉCDOTAS
 Para continuar el relato sobre los nombres que sobrellevan algunas personas durante su vida nada mejor que hacerlo con una frase de Shakespeare: “Qué importa el nombre. Si llamamos a la rosa por otro nombre, ella tendrá el mismo aroma.”  Es posible que el ilustre dramaturgo cambiara de opinión, si se encontrara con algunos nombres que se pretendían adjudicar  por aquellos años a los recién nacidos con la sana intención de  salir de lo común o lograr algún suceso durante su existencia. Aún reconociendo que se trata de una decisión muy personal de los padres, don Teófilo sostenía que podía rechazarlos en el momento de la inscripción. Argumentaba que muchas personas ocultaban sus nombres durante los años escolares  por temor a la vergüenza que deberían soportar cuándo los maestros pasaban la lista de asistencia. Esta situación según él llegaba a traumatizar a los alumnos que en algunas oportunidades terminaban abandonando los estudios.
No sabemos en la actualidad cuál es el criterio que se sigue para el registro de nombres, a los efectos e evitar esta situación o llegar incluso al cambio de nombre cuando la edad así lo permita. De todas maneras y según su interpretación  de las leyes estaba facultado para rechazar nombres que eran “inventados por los padres” entreverando letras  o recogiendo personajes  históricos, lo que era sagrado para don Teófilo. Tampoco aceptaba más de cinco nombres para el recién nacido, ni santos del almanaque, para evitar según su criterio que las personas tuvieran que cargar durante toda su vida con un nombre ridículo o extravagante. Tan era el celo de don Teófilo que había registrado en un cuaderno algunos nombres que había rechazado durante el ejercicio de  sus funciones.
La imaginada curiosidad de nuestros lectores  nos lleva publicar algunos nombres que figuraban en la “lista negra” de don Teófilo y que por su   extravagancia pasaran a la mejor historia del Juzgado de Cebollatí.  De la extensa lista ofrecemos algunos que difícilmente serían utilizados en la actualidad y que provocaron algunas confusiones en aquella oportunidad. A los del título debemos agregar Casamiento García, Completo Antunez, Sherlok Holmes García, Lanza Perfume, Atlántico Jiménez,  Socorro Inmediato Gómez, Sosegado Píriz, Asteroide Muñiz, Restos Mortales y Querido Fracaso que figuraban sin el apellido correspondiente. Como podemos apreciar, poco importaba en aquellos años que el “maldito nombre” pudiera  exponer al ridículo a estos recién nacidos y sobrellevarlos el resto de sus vidas. Debemos señalar además que no fueron pocas las oportunidades en que don Teófilo tuvo que recurrir a la policía  para persuadir a los padres alterados que insistían  en que sus hijos debían inscribirse con semejantes nombres. También se recuerda otro caso famoso en que don Teófilo puso en práctica una solución salomónica cuando debió transar ante un iracundo padre que pretendía registrar a su hijo con 12 nombres, y tras una larga discusión  se llegó a un acuerdo de un 50 % y el niño se llama hasta el día de hoy  con sus  75 años Luis Alberto Aparicio José Antonio Cornelio Marginal. Hombre de letras don Teófilo había estampado en la tapa del cuaderno aludido una frase propia o ajena (nunca lo supimos) señalando que “la justicia es igual para todos y ahí es donde comienza la injusticia.” En la nota gráfica,  vecinos de Cebollatí acompañan el reinado de primavera en el club Social; de izquierda; Oscar Teófilo Vidal, Manuel Sahaban, Juan Gómez, Gustavo Weiss, Arturo Barrios, Daniel Ferreira y Emeterio Sorozabal.