lunes, 22 de abril de 2024

PERO SOLO ERA UNA TINTA Escribe Ignacio Sallaberry

 

El ser humano en su devenir por el mundo, ha acentuado en sus últimos tiempos (los más desnorteados quizás) una batalla contra el natural paso del tiempo en su cuerpo.

 

Y digo que ha acentuado porque todos conoceremos por ejemplo la supuesta historia de Cleopatra que se bañaba en leche por las propiedades para la piel, y alguna historia más.


En los tiempos modernos, nos hemos acostumbrado a retoques de cara, cejas fijas inertes marcando un constante asombro, labios gruesos casi salidos de unas caras arañando la petrificación, injertos de pelos, pelo por pelo que suplanta las antiguas y siempre usadas pelucas (lo dicho antes, esta batalla viene de hace mucho). Pero también retoques sobre rostros que quieren parecerse a Michael Jackson, a Barbie, y la lista sigue. La lucha contra la naturaleza es larga, se ha corrido hasta los órganos internos del cuerpo, llegando hasta el rejuvenecimiento vaginal, para volver a virginidades olvidadas y carentes de sentido, de importancia a determinada edad y a determinada madurez, en fin, para todos los gustos y disgustos.


La lucha contra la naturaleza ya es irrisoria, nos ha llevado a no querer envejecer y también a otra anti naturaleza, el género humano. Se sabe que el ser humano, al igual que los demás seres vivos del planeta, nacen en un mínimo porcentaje con cromosomas cambiados, es decir, hombre que es mujer y viceversa. Ese porcentaje es mínimo repito, o al menos, no en el porcentaje que busca hoy el ser humano para equilibrar los destratos sufridos por los anteriores gays de la historia.


Contra la naturaleza, la lucha de sexo se ha vuelto increíble, y se ha tomado en una sociedad que tiene por si mucha prensa que es casualmente, la clienta de todos los retoques que antes mencionamos. Son muchísimos los actores holywoodianos que hasta han adoptados niños africanos para vestirlos con ropa del sexo opuesto. La energía, la plata, las ideas que el ser humano ha gastado en estos tiempos por una batalla perdida, que es contra la naturaleza, es increíble, inútil, errónea y hasta perversa. El paso del tiempo en el cuerpo, se va a mostrar tarde o temprano, el sexo natural de una persona va a seguir comandando toda la serie de movimientos internos naturales que se dan dentro de cada género y así una batalla innecesaria tendrá su fin en algunos años.


Aquello que en nuestros tiempos de chicos empezó con la tinta que se hacían las mujeres para evitar las canas, que eran la muestra más visible del paso del tiempo y que luego se pasó a los hombres (y ya era raro) es el inicio de una batalla perdida y extraña.


En el medio hemos desgastado energía que podríamos haber usado para reunirnos entre nosotros, para comentar justamente el paso del tiempo, asombrarnos de lo que aprendemos con él y de las cosas que no se valoraron, enorgullecernos justamente por las marcas del tiempo en nuestros cuerpos, encontrarles la particularidad y su belleza, comentarles a los que aún no han pasado por donde nosotros anduvimos, algunas propiedades del camino, en fin, en vez de pelear contra la naturaleza, honrarla, aprender a quererla y sobretodo como supuesta raza superior en esta tierra, reconocerla a ella como la verdadera guía de todas las vidas.


El ser humano buscando el poder total, quiere ubicarse por encima de la naturaleza sin haberse dado cuenta parece, que la naturaleza vive también dentro de él, por lo cual, está peleando consigo mismo y lo que es peor, a veces gana alguna batalla de una guerra, que ya tiene ganador desde el principio.

I.S.S.



Ignacio "Nacho" Sallaberry, diseñador gráfico, escritor, poeta, pintor. Ha participado de eventos artísticos como la intervención artística en Casablanca Paysandú, edición del libro de poesía "Sólo diré que no estás" editado por Abrace y el libro de cuentos "El error de la justicia y otros errores" editado por ARA.

En la pintura, ha ganado un premio por su exposición llamada Zita de Zitas, homenajeando la figura de Alfredo Zitarrosa (zitadezitas.blogspot.com) entre otras actividades artísticas que incluyen la música.

Hace un año y medio lleva adelante una emisora online llamada Tente en el aire, se escucha a través de tenteenelaire.com

Algunos de sus trabajos se comparten en este blog y otros los encontrarán en su blog letrasdetras1.blogspot.com


martes, 2 de abril de 2024

MOMENTO DE RESETEAR/ COLUMNA DE CARLOS CASTILLOS

 

Resetear” es una palabra que no está en el diccionario académico, pero la RAE (Real Academia Española) deja constancia de ella. Su uso se aprecia como sinónimo de reiniciar, en relación con el ámbito informático: computadoras, monitores… Mucha gente ya entiende perfectamente de qué se trata cuando se utiliza esa palabra. Pero ya, desde 2003, apareció en un texto de ficción, esta vez de Chile como sinónimo de reiniciar, restaurar o restablecer.

Esta palabrita, y el concepto que encierra, se me presenta cada vez que miro alrededor con atención y ojo crítico. A todas las calamidades que usted también observa a diario, se sumó estos días un informe del Programa de la ONU para el Medio Ambiente (Pnuma). Esa dependencia informó en marzo de este año 2024, que en el 2022 la humanidad desperdició unos 1.050 millones de toneladas de alimentos. Mil cincuenta millones de toneladas, una cifra que casi no se puede ni escribir. Tiene nueve ceros después del 1050. Pero aunque parezca algo lejano y que no nos afecta, no es un problema tan ajeno a nosotros. En Uruguay se desperdician 125 millones de frutas y verduras al año, según datos de la FAO (Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura) y 2 millones 700 mil kilos de alimentos por día. Leyó bien, eh. Tuve que ir a revisar varias veces las cifras para convencerme que no había un error. Pero este pequeño país, de 180.000 kilómetros cuadrados y poco más de 3 millones de habitantes produce alimentos para 28 millones de personas, según datos del 2019. Pero tiene capacidad para producir para 40 millones de personas. Mirando esos números usted, yo, todos nosotros, deberíamos reflexionar. Algo no anda bien. Si el país produce alimentos para 28 millones de personas y somos poco más de 3 millones, cómo es posible que haya gente comiendo de los contenedores, revolviendo basura y durmiendo en la calle, a la intemperie. En Uruguay existe una Organización No Gubernamental (ONG), llamada REDALCO (Red de Alimentos Compartidos) que se encarga de la recolección y la recuperación de frutas y verduras descartadas por los comerciantes de la UAM (Unidad Agroalimentaria de Montevideo). (LA UAM es lo que antes era el Mercado Modelo, un espacio gigantesco donde los productores llevan su mercadería para vender directamente al público o a los comercios establecidos). El Director de REDALCO, Yamandú Plada, dijo hace unos días en una radio de Montevideo que mientras se descartan esos 125 millones de frutas y verduras al año “hay al menos 250.000 personas en situación de inseguridad alimentaria”, en el país, cifra que se incrementó a partir de la crisis provocada por la pandemia de Covid-19. Si toda esa fruta y esas verduras pudieran recogerse mediante algún mecanismo eficaz y no burocrático se podrían entregar tres platos por día a las personas que lo necesitan. Actualmente REDALCO recupera apenas el 1 por ciento de lo que se desperdicia y llega al 15 por ciento de las personas que lo precisan. Pero la alimentación es apenas un ejemplo de las cosas que andan mal en este planeta. El ser humano sigue demostrando, a cada rato, que está lejos de ser el animal superior de la escala zoológica. Sigue comportándose como un animal irracional, por más que invente cosas que nos resultan sorprendentes. Y a veces hasta nos maravillamos. Sino, miremos lejos o aquí cerquita nomás. Ya no nos sorprende que un grupo, numeroso o reducido de personas ingrese a un teatro, en Rusia, y mate a 140 personas que estaban disfrutando de un espectáculo musical. O que un gobernante ordene “arrasar” un territorio, masacrando a miles de personas, niños, jóvenes y adultos, solo como respuesta (desmedida) a otro ataque recibido antes en su territorio, también condenable. (Y ponga los nombres que quiera: Rusia, Ucrania, Israel, Hamas, Estados Unidos, Francia, por acción directa o complicidad). Pero en menor medida, pero igualmente condenable es que un grupo de hombres y mujeres, casi todos jóvenes, protagonicen una batalla campal a la salida de un estadio de fútbol, donde se jugaba un partido casi intrascendente, que no justificaba ninguna reacción violenta. Eso pasó en Montevideo este sábado 30 de marzo, de noche, en inmediaciones del Parque Rodó, donde jugaron Defensor Sporting y Danubio. Y en estadio Campeón del Siglo (CDS) de Peñarol también hubo una violenta represión policial que dejó a varias personas lesionadas, después del partido clásico con Nacional, el viernes 29 de marzo. Y sigue la lista. Todos los días. Un periodista confesaba estos días en una radio que cada día se levanta con la interrogante para saber “a ver a cuántos asesinaron hoy”, porque los homicidios ya no sorprenden. En Austria, una Universidad de la ciudad de Innsbruck, al oeste del país, realizó un estudio de las letras de las canciones en inglés de los últimos 50 años. Allí se reveló que todos los géneros musicales “muestran un aumento en el uso de palabras relacionadas con la ira”. Quizás haya un estado generalizado de intolerancia y rabia, pero no es un problema de estos tiempos. ¿Acaso la violencia no viene desde el fondo de la historia?. Insisto: es el ser humano quien está lejos de ser el animal superior. Siempre fue un animal feroz, implacable. Capaz de cometer las peores atrocidades. Y eso se refleja no solamente en tiempos de guerra. También en ausencia de conflictos armados. Por eso se hace necesario un “reseteo”, o sea borrar y empezar de nuevo. Pero no tengo mucha esperanza. Parece que a la humanidad se le cayó el sistema.