Buscar este blog

Mostrando entradas con la etiqueta elecciones nacionales Uruguay análisis político. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta elecciones nacionales Uruguay análisis político. Mostrar todas las entradas

martes, 14 de octubre de 2014

La noche del último domingo Oscar A. Bottinelli


El Observador - octubre 12 de 2014
 
ano141012En la noche del 26 de octubre se producen dos hechos: el fin de las elecciones nacionales globales y el comienzo de la campaña electoral hacia el balotaje. Es que al conocerse los resultados de la elección nacional, se verá el peso cuantitativo en votos y en porcentajes de cada uno de los siete partidos políticos y de las catorce listas senatoriales de primer nivel; y se verá además como se dibuja el nuevo Parlamento.
 
En la noche del 26 de octubre se producen dos hechos: el fin de las elecciones nacionales globales y el comienzo de la campaña electoral hacia el balotaje. Es que al conocerse los resultados de la elección nacional, se verá el peso cuantitativo en votos y en porcentajes de cada uno de los siete partidos políticos y de las catorce listas senatoriales de primer nivel; y se verá además como se dibuja el nuevo Parlamento.
La composición del Parlamento será sin duda decisiva. No es lo mismo un escenario que otro. Los escenarios más significativos parecen ser:
Uno. Frente Amplio con mayoría absoluta parlamentaria (mínimo de 50 diputados y 15 senadores), en cuyo caso el balotaje es estrictamente formal y el resultado es, por tanto, esperado y al abrigo de cualquier sorpresa (como en 2009)
Dos. Partido Nacional y Partido Colorado sumados, que en conjunto obtengan mayoría parlamentaria y formalicen un acuerdo electoral y de gobierno explícito (como en 1999). En este caso si bien el balotaje es real, aparece con abrumadoras probabilidades en favor de la nueva coalición parlamentaria, electoral y de gobierno
Tres. Ninguno de los bloques logra mayoría parlamentaria propia (Frente Amplio de un lado, partidos Nacional y Colorado sumados del otro) pero uno u otro construyen la mayoría parlamentaria mediante un acuerdo electoral explícito con otros partidos (esencialmente con el Partido Independiente). En este caso, si bien el resultado del balotaje se mantiene abierto, se llega a él con muy grandes probabilidades para la candidatura respaldada en esta coalición (la que fuere)
Cuatro. Ausencia de mayoría parlamentaria de ningún partido y de ningún bloque, ni acuerdos explícitos de constitución previa de mayoría parlamentaria: es un escenario absolutamente abierto.
Por su parte, el porcentaje de votación es un dato clave para los cinco partidos que queden fuera del balotaje, porque el mayor o el menor éxito de cada uno les dará mayor o menor fuerza en la incidencia en esta nueva etapa electoral. Para un acuerdo entre Partido Nacional y Partido Colorado es fundamental que ambos partidos y sus cuatro principales corrientes (seguidores de Lacalle Pou, Larrañaga, Bordaberry y Amorín) emerjan fuertes, porque es la única forma de convocar a sus respectivos electorados detrás de una coalición electoral y de gobierno. Si algún partido o corriente se debilita demasiado, pueden quedar fragmentos del electorado tradicional que se sientan muy libres de no seguir a sus dirigencias. Tampoco es neutro lo que pase al interior del Frente Amplio, cuánto emerja equilibrado entre sus principales corrientes (astorismo, socialismo, mujiquismo) y cuánto haya de hegemonía de una de ellas sobre todo el resto. Pues esa composición interna sin duda afectará la imagen de un futuro gobierno frenteamplista.
Lo anterior refiere al fin de las elecciones nacionales propiamente dichas, o de la segunda de las tres etapas del ciclo electoral nacional. Viene sin solución de continuidad el inicio de la campaña electoral hacia el balotaje. Y ese comienzo quedará afectado no solo por lo cuantitativo, sino por lo cualitativo. Unos de esos elementos cuantitativos son los éxitos y derrotas en función de las metas explicitadas previamente. Todos los partidos que hoy cuentan con representación parlamentaria se han puestos metas muy altas -han explicitado metas muy altas- que otorga muchas probabilidades a la derrota autoinfligida. Sin duda el Frente Amplio se ha puesto dos barreras que lo sitúan al borde de comenzar la segunda etapa en desventaja, con sensación de derrota: el reiterar la convicción de que la elección presidencial se define esa misma noche y con más fuerza aún que contará con mayoría parlamentaria propia. Es decir, se impone metas que suponen el riesgo de iniciar la nueva campaña electoral con temperaturas bajo cero.
Lo curioso es que nadie lo obliga a ponerse esas metas. Tampoco -contra lo que creen muchos- el ponerse esas metas ayuda a lograrlas. No hay poder mágico. Cabe recordar cuando en 2004 el presidente del Frente Amplio expresó días antes del 27 de junio, que su partido político iba a demostrar la fuerza que tenía en todo el país; y las cifras fueron decepcionantes: 45% del total de los votantes, apenas un punto por encima del Partido Nacional. Nadie le exigía ese esa meta, y el habérsela autoimpuesto generó gratuitamente una derrota. Lo mismo ocurre cuando partidos que notoriamente quedan distante de la posibilidad de acceder al balotaje, repiten una y otra vez: estaremos en el balotaje. La autoderrota queda construida.
Muchos de los candidatos y de los dirigentes políticos albergan en su interior expectativas mayores a las posibilidades ciertas que se perciben. Como ocurre siempre en la vida, esas expectativas en algunos casos se van a lograr y en la gran mayoría no se van a dar. Si los candidatos o dirigentes se convencen demasiado de las metas que trazan en sus discursos, corren el riesgo de sentir interiormente una derrota que quizás no sea tal o de tal magnitud.
En la noche del 26 de octubre será muy importante, quizás decisivo si el escenario resultante es muy apretado, la actitud de los dos candidatos que irán a disputar la Presidencia de la República: lo que digan con las palabras y con los gestos, la expresión de sus rostros y de sus cuerpos, la gesticulación de sus brazos, el tono de voz, el contenido de las palabras. Esos mensajes, y el de los dirigentes de todos los partidos, constituirán un mensaje fundamental que recibirá la ciudadanía para elaborar la decisión de voto hacia el 30 de noviembre. En particular importa para ese muy pequeño sector del electorado cuya decisión realmente se va a elaborar a partir del 26 de octubre, de muy escaso tamaño, pero cualitativamente de fuerza excepcional: es el que vuelva la balanza.

domingo, 12 de octubre de 2014

Desacuerdo electoral Leopoldo Amondarain





Nuestro Partido Nacional y por inspiración específica del propio candidato Luis Lacalle, cambió el estilo de confrontación electoral con las demás fuerzas. Se alegó, y creo que con acierto, abandonar la oposición violenta o demasiado radical. La “ciudadanía desaprueba los enfrentamientos violentos”, se alega. Y eso también es cierto. El Partido sufrió durante muchos años consecuencias que fueron nefastas, por esa costumbre de que todo lo opuesto era malo y sólo nosotros teníamos razón. Y eso también se decía, e incluso dentro de la propia colectividad, supimos sufrir consecuencias. La división entre blancos independientes y herreristas duró mucho más de una década discutiendo ácidamente las diferentes posiciones. El día de la elección del ‘58 que se logró juntar y hacer un solo haz del partido, se ganó después de 93 años. Y la realidad fue que posteriormente, en situaciones similares cuando se juntaban, ganaban. Se pueden dar sobrados ejemplos de que, evidentemente, no queda muy constructivo que en las discusiones hasta el hartazgo, en cosas que no son trascendentes, simplemente, para ahondar discrepancias, la gente lo apoye. Y cuando nos juntamos siempre fue mejor, sin duda. O sea, si lo que se quiere es la original idea de Julio María sobre las familias ideológicas, juntando para futuros comicios municipales, no empujen lo que tradicionalmente tenemos, sobre todo los blancos, que es la división absoluta con el Partido Colorado. Pedro, Bordaberry al fin, nada tiene que ver con el Partido Blanco y aceptar un debate sería transformarlo en una batalla campal. En este momento hay que ganar las elecciones que parece un hecho, tiempo habrá después de triunfar, para discrepar ácidamente como ha sido costumbre de su Partido con nosotros. Hacer hoy un debate con Luis Lacalle sería una “pierna” al Frente y a Tabaré. En política, decía un filósofo de ese negocio don Eduardo Víctor Haedo, “se puede hacer de todo menos ser idiotas. Los idiotas pierden por idiotas”. Esa contienda propuesta por don Pedro “suena” como una pérdida de tiempo. Comparto absolutamente con Luis Lacalle el ignorar esa intencionalidad de Pedrito. Sí estaría de acuerdo si fuera un debate general, todos debatiendo con todos. O sea, exponiendo el “pellejo” en forma general. Los debates son indudablemente buenos, siempre que se mantengan identidades. En el mejor de los casos la ciudadanía se está expidiendo a favor de Luis Lacalle y del Partido Nacional y don Pedro “no corre”.



Leopoldo Amondarain
C.I. 950.556-0
Tel: 099 626 573


viernes, 10 de octubre de 2014

La aparente parálisis y el resultado de las encuestas Daniel Chasquetti

Montevideo Portal

10.Oct.2014

Para muchos observadores la campaña está estancada. Eso se debe a que durante los últimos dos meses las escasas encuestas divulgadas por las empresas de opinión pública arrojan muy pocos cambios. El ranking de los partidos permanece inalterado así como las distancias en votos que existe entre ellos: diez puntos del primero al segundo, y quince del segundo al tercero. Al parecer, habría una aparente parálisis en las preferencias de la ciudadanía. ¿Quiere decir esto que el resultado de la elección será el que los sondeos de opinión pública nos ofrecen? Tiendo a pensar que no, sobre todo porque los resultados de las encuestas parecen ser contradictorios. Si se analizan las encuestas con cierta rigurosidad, se podrá comprobar que existen divergencias sustantivas. Por tanto, tenemos un dilema de información que no dudo en caracterizar como grave. Ante esto, cualquier pronóstico sobre un eventual ganador parece un ejercicio por demás arriesgado. 
En primer lugar, las encuestas no coinciden en la proporción de votantes indecisos que encuentran. Mientras Cifra, Interconsult y Factum presentan niveles de indecisión que oscilan entre el 3% y el 5%, Equipos ofrece un 15% y Radar un 14%. O sea, mientras  para unos hay unos cien mil uruguayos indefinidos, para otros hay trescientos mil.
En segundo lugar, las encuestas no coinciden en torno a la competencia entre bloques. En tanto para Cifra, Interconsult y Factum, el bloque tradicional es mayor (entre tres y cinco puntos porcentuales), para Equipos y Radar la situación es exactamente al revés (el Frente Amplio es uno y cinco puntos mayor respectivamente).
En tercer lugar, las encuestas no coinciden en torno a la intención de voto del Partido Nacional. Mientras para Factum y Cifra, ese partido crece sostenidamente desde mayo (de 27 a 32 en el primer caso y de 30 a 33 en el segundo), para Equipos la trayectoria es irregular con meses de crecimiento y meses de decrecimiento. De este modo, Factum, Cifra e Interconsult ubican al partido de Lacalle Pou por encima del 30% en tanto Equipos y Radar lo ubican por debajo de esa línea.
Por tanto, parece claro que existen por lo menos dos patrones diferentes de resultados que, a mi juicio, pueden estar vinculados con las decisiones metodológicas que toman las empresas. Normalmente, ni el ciudadano ni los comunicadores prestan mucha atención  a estos aspectos, pero la lectura de las fichas técnicas muestra que algunas empresas realizan entrevistas personalizadas (cara a cara con el entrevistado), otras realizan entrevistas telefónicas (a líneas fijas o celulares), y otras combinan métodos. También deberíamos señalar que algunas encuestadoras utilizan muestras representativas muy grandes, de 1.600 o 1.400 casos y otras, muestras muy pequeñas de apenas 700 casos, de lo cual derivan distintos márgenes de error en la medición.
No obstante, las divergencias metodológicas no correlacionan claramente con las tres diferencias anotadas anteriormente. Hay empresas que hacen muestras telefónicas razonables y otras que hacen muestras cara a cara pequeñas, y viceversa. También hay empresas que han comenzado con un método y más tarde han cambiado en dirección a la entrevista personalizada. Además, poco se habla respecto a la ponderación final que los encuestadores aplican a “los resultados en bruto” que surgen tras la primera sistematización de datos. Como las muestras representativas no son aleatorias (suelen tener cuotas de sexo, residencia y edad) y la medición genera necesariamente errores de aplicación (por ejemplo, se entrevistan más mujeres que hombres, más residentes de Montevideo de lo previsto), el investigador principal suele tomar decisiones que tienden a equilibrar el resultado del relevamiento. Para ello recurre a ponderadores, o sea coeficientes que nivelan la representatividad de los diferentes segmentos de la muestra. Tal vez, en esta etapa del relevamiento (que suele ser bastante artesanal) surjan las diferencias que estamos anotando.
Si todo esto se tratara de un simple examen empírico tendiente a evaluar la validez de los métodos de relevamiento de la opinión pública, no debería preocuparnos pues la ciencia avanza de este modo, confrontando y ensayando. Sin embargo, este no es el caso, porque la información divulgada es consumida con avidez por el público en general y los equipos de campaña de los candidatos en particular. Con frecuencia, muchas decisiones estratégicas se toman utilizando a las encuestas como principal fuente de información, por lo cual, datos equivocados pueden conducir a decisiones equivocadas.
Mi punto de vista en todo esto no apunta contra los encuestadores sino al hecho de que no todas las encuestas ofrecen la misma información. La noción extendida acerca de la parálisis de la campaña es errónea principalmente porque tenemos un grave dilema de información. ¿Cuántos indecisos hay? ¿El bloque tradicional es tan grande como el del Frente Amplio? ¿Cuál es la verdadera intención de voto del Partido Nacional? Dada esta situación, deberíamos estar preparados para dos tipos muy diferentes de situaciones: o que las encuestas converjan en la última semana de la campaña electoral, o que nos topemos con una sorpresa inesperada cuando se abran las urnas y se cuenten los votos. Por el bien de nuestra profesión, espero sinceramente que ocurra lo primero. Mientras tanto, supondré que las preferencias ciudadanas siguen en movimiento.

miércoles, 24 de septiembre de 2014

Cambió la campaña ¿Por qué? Esteban Valenti


uypress
24.09.2014

La campaña electoral tuvo un cambio importante. Hay que analizarlo con mucho cuidado para no dejarse llevar por los entusiasmos y para estudiar las causas y la dinámica del proceso. Una aclaración innecesaria: yo analizo todo desde la perspectiva del resultado a favor del Frente Amplio, no tengo la menor neutralidad.

Hay otro clima en el pueblo frenteamplista; lo he podido comprobar en diversas actividades, en las redes sociales, que son un muy buen medidor, en los encuentros y diálogos personales. Es bastante notorio el cambio. Es notorio que las últimas encuestas, en las que el FA detuvo su caída y comenzó nuevamente a crecer, tuvieron su impacto, pero hay dos interrogantes muy importantes: ¿cuál es la base de ese cambio?, y ¿cómo sigue esto?
El cambio se ha producido por una serie de circunstancias que dialogan entre sí y se influyen mutuamente y de manera positiva.
Primero: en el pueblo frenteamplista comenzamos a asumir plenamente la gravedad de un retroceso histórico con el retorno de las viejas y conocidas fuerzas políticas tradicionales al gobierno nacional, ahora encabezadas directamente por los sectores más claramente de derecha. Sí, de derecha, porque el herrerismo está no solo más a la derecha del FA sino del wilsonismo, y porque Pedro Bordaberry está más a la derecha de los sectores que dentro del Partido Colorado se llaman al batllismo. De derecha porque ambos tienen claramente el apoyo mayoritario de los sectores ciudadanos que se autodefinen de derecha en todas las encuestas.
La gran operación de marketing y sobre todo política tendiente a mostrar que la propuesta de Luis Lacalle no es traumática no expresa un cambio fundamental de orientación en las políticas económica, social, cultural y de seguridad, y en muchos otros frentes comenzó a desmoronarse. Había penetrado incluso en nuestras propias filas. Era la "natural rotación" en el poder.
Es cierto, la rotación es natural y democrática, pero eso no quiere decir que el retorno al poder del mismo bloque social y político tradicional no implique un cambio profundo y dramático en la marcha del país. La operación: humareda, el cliché conservador de que todo será bucólico, se mantendrá lo bueno y se mejorará el resto y que es el corazón de la estrategia restauradora, muy bien desarrollada y coordinada desde el discurso, el relato siempre hacia el futuro, el reducido y marketinero programa, y sobre todo la publicidad. Y les estaba dando resultado.
Sin el pueblo frenteamplista no hay triunfo posible. No es un lema, es la realidad más cruda y dura. En el Uruguay hacen falta decenas de miles de personas convencidas y trabajando a nivel individual y en algunos casos colectivo para convencer a los votantes indecisos, a los votos prestados y reafirmar los votos de frontera. Esa actitud comprometida es insustituible, como lo es para darle calor a las muchas actividades de la campaña en todo el país.
La fórmula, y sobre todo Tabaré Vázquez, ha mejorado notoriamente sus apariciones en todos los ámbitos: en la presentación en la Rural -sin duda su punto más alto-, en los diversos medios de prensa, en los actos. Los eventos programáticos en el anfiteatro de ANTEL fueron muy importantes. No es solo el discurso, que mejoró mucho y se ajustó a las exigencias políticas actuales, sino incluso la postura, la gestualidad, la proximidad con la gente, que siempre fue el punto de fuerza de Tabaré Vázquez.
El conjunto de los dirigentes, Raúl Sendic, Danilo Astori, Mónica Xavier y muchos otros compañeros, están aportando a este nuevo impulso del discurso progresista.
El diálogo entre la gente y los dirigentes, influyendo unos sobre otros y con un gran aporte nuevamente de las redes frenteamplistas con su ingenio, su esfuerzo, su audacia y su impulso, han cambiado sin duda el tono de la campaña electoral progresista.
Y este cambio comienza a verse y consolidarse en las encuestas, todavía lentamente, pero firme.
Hay un tercer elemento que está incidiendo en la campaña: nada menos que la realidad. Las cifras sobre el crecimiento del PBI del segundo trimestre -desmintiendo a todos los agoreros-, los niveles de desocupación, el continuo crecimiento de los salarios, jubilaciones e ingresos familiares y, más en general, la marcha grande del país pesan y mucho, y aunque "Por la positiva" intenta por todos los medios apropiarse de la continuidad de esos éxitos, el progresismo ajustó el discurso en un justo equilibrio entre pasado, presente y futuro.
Por último están los errores o los agotamientos. En toda campaña electoral hay movimientos que influyen de muy diversas maneras. Si los aciertos y la precisión en el discurso impactan positivamente, los errores tienen obviamente el efecto contrario.
¿Cuál fue el gran error de la campaña de Lacalle? Se pasaron de humo, y con la designación de su posible ministra de Economía y Finanzas colocaron en el centro de la escena y de la agenda a la economía, tema al que le habían rehuido con espanto. Y fue un traspié tras otro y con diversos interlocutores.
La propia Ec. Azucena Arbeleche en sus presentaciones en los medios no pasó de un mediocre desempeño, sin ningún brillo y sin despertar la mínima expectativa, pero no fue solo eso: diversos eventos con participación de economistas en el Colegio de Contadores, el que organizó el Banco HSBC, para culminar con la notoria ausencia de un representante blanco en la actividad convocada por la Sociedad de Economistas, fueron un duro golpe para la campaña blanca y de la oposición.
La solidez del equipo de economistas progresistas opinando sobre una realidad que es muy difícil negar impactó muy duro en las fuerzas conservadoras. A eso debe agregarse las iniciativas constantes y muy valiosas del comité de estudiantes de Ciencias Económicas y su presencia en las redes.
A esos errores se suman algunas declaraciones del candidato y de algunos de sus asesores sobre diversos temas que frenaron los ardores positivistas.
La prensa ha jugado también un papel en esta nueva etapa. Contradictorio, como no podía ser de otra manera. La presencia de Tabaré, Sendic y Astori son sin duda importantes. También es cierto que ciertos medios han mostrado profesionalidad y equilibrio, mientras otros siguen jugando con bastante descaro, sin siquiera tomarse el trabajo de hacer transparente su apoyo a determinadas opciones. Este es un país con una fuerte tradición de prensa partidaria y, guste o no, es una forma muy respetable de hacer periodismo, pero lo que no queda muy elegante es que los medios que se presentan como totalmente profesionales muestren en vísperas de estas elecciones una hilacha que serviría para atracar un buque.
Voy a decir otra obviedad: lo peor que le puede suceder a cualquier fuerza política, y sobre todo al progresismo, es enfriar el ardor, la pasión y la agudeza política en este momento. Necesitamos seguir con fuerza y apuntando con gran sutileza, no solo para ganar votos, que sigue siendo lo fundamental, sino para superarnos, hacernos mejores y sacar muchas lecciones para el futuro.

viernes, 29 de agosto de 2014

El vertiginoso ascenso de Lacalle Pou (parte 1) Daniel Chasquetti

 Zoom Politikon
27.Ago.2014

Uno de los dilemas más inquietantes de la campaña se vincula con la imprevista irrupción de Luis Alberto Lacalle Pou como candidato presidencial del Partido Nacional. Muchos analistas nos preguntamos cómo un diputado con apellido ilustre pero con baja popularidad, pudo transformarse en menos de dos años en uno de los favoritos para ganar la Presidencia de la República. Este tipo de fenómenos son frecuentes en sistemas políticos con partidos escasamente institucionalizados pero no tanto en países como Uruguay, donde las estructuras partidarias operan como filtros para las carreras políticas explosivas. Para formular una explicación más o menos convincente sobre el fenómeno resulta necesario realizar un breve pero necesario repaso sobre la trayectoria política de Lacalle Pou (primera parte) y luego ingresar en el análisis de los factores que parecen influir sobre su vertiginoso ascenso (segunda parte).

En busca de un destino

Lacalle Pou ingresó a la política con tal solo 26 años de edad, tras resultar electo como diputado por el departamento de Canelones en octubre de 1999. En esa ocasión, su madre, Julia Pou, fue simultáneamente electa como senadora por una lista alternativa a la oficial del Herrerismo, y como diputada por la hoja 400 en el mencionado departamento. Como suele suceder, Julia Pou optó por la banca senatorial dejando el escaño en la cámara baja a su hijo que fungía en la lista como suplente respectivo. En mayo de 2000, Lacalle Pou apoyó a su madre en la competencia por la Intendencia Municipal de Canelones, pero el resultado fue desalentador porque Julia Pou quedó relegada al tercer lugar, muy lejos del ganador, Tabaré Hackembruch y su contrincante principal, Angel Spinoglio, del Frente Amplio.

Durante su primera legislatura (2000-2005), Lacalle Pou cultivó el perfil típico de un diputado del interior. Sus pedidos de informes, intervenciones orales y notas escritas, estaban normalmente centradas en los problemas de Canelones: rutas departamentales, hospitales, centros educativos y situación de los sectores productivos aquejados por la crisis (granja, vitivinicultores, etc.). Las pocas acciones orientadas a la política nacional realizadas por Lacalle Pou versaron casi siempre sobre la situación del sector agropecuario durante y después de la crisis. Al igual que otros diputados blancos, Lacalle Pou votó disciplinadamente todas las propuestas impopulares que impulsó la coalición de gobierno del Presidente Batlle (creación de más de una veintena de impuestos con el fin de equilibrar las finanzas públicas) y las que más tarde propiciaron la estabilización de la economía y su recuperación. En la elección de octubre 2004, Lacalle Pou logró ser reelecto en su banca pero la situación de su sector en Canelones se tornó crítica al obtener una de las cinco bancas del Partido Nacional. Esta situación se confirmó en las elecciones departamentales del siguiente año, cuando Lacalle Pou apoyó con poco entusiasmo a Remo Di Leonardi, representante gremial del sector granjero, que quedó relegado al último lugar entre los tres candidatos presentados por su partido (que a su vez perdió la contienda con el Frente Amplio).

Durante su segunda legislatura (2005-2010), Lacalle Pou continuó cultivando al electorado canario pues su objetivo inmediato de carrera era ser Intendente. No obstante, su actuación legislativa se volvió más intensa debido a su actuación en la Comisión de Constitución, Legislación y Códigos, donde confrontó públicamente con algunas de las principales iniciativas del gobierno frenteamplista. En esos años, Lacalle Pou volvió a ser un diputado disciplinado votando en forma negativa buena parte de la agenda legislativa del gobierno de Tabaré Vázquez (entre ellas, las emblemáticas leyes de reforma del Sistema Tributario, creación del Sistema Nacional de Salud, ley de Educación, etc.). En 2006, encabezó junto a otros diputados de su partido una exitosa campaña para ejercer el derecho de petición que recolectó 120 mil firmas en respaldo a los proyectos de ley sobre seguridad presentados por la bancada nacionalista. Entre éstos, se destacaban la disminución de las penas para narcos que denunciaran bocas de pasta base, dejar sin efecto la destrucción de los antecedentes de menores infractores, la creación de una Dirección Nacional de Rehabilitación para menores infractores, etc.

Si bien esta campaña no produjo el rédito político esperado para el Partido Nacional, permitió a Lacalle Pou aumentar su visibilidad pública, a lo que sumó, a comienzos de 2007, su primer llamado a sala de un ministro en régimen de comisión general, para cuestionar al Ministro de Educación y Cultura, Ing. Jorge Brovetto, por la publicación del Manual de Historia Reciente a cargo de los historiadores Álvaro Rico, Carlos Demasi y Vania Markarian. Sin embargo, sobre fines de ese año, Lacalle debió pasar por un momento crucial en su corta carrera política. En un debate en sala en torno al libro “Cero a la izquierda”, que recoge las memorias del guerrillero Jorge Zabalza, Lacalle Pou protagonizó un escándalo con golpes de puños con los diputados emepepistas Juan José Domínguez, Jorge Naya y Hugo Arambillete. En esa ocasión, Domínguez llamó a Lacalle Pou “oligarca puto”, término que adquirió gran popularidad en los meses siguientes. La forma en cómo se resolvió el incidente, con las disculpas de los agresores y la aceptación del ofendido, favoreció el rápido olvido del problema. No obstante, vale acotar que en ese complejo evento, Lacalle Pou mostró el temple necesario para sobreponerse al revés, evitando que la opinión pública lo asociara en el futuro con el mote endilgado por Domínguez. Una primera gran prueba donde el diputado dio muestras de talante y aplomo.

Este conjunto de eventos mostraron a un Lacalle Pou ya instalado como referente en el elenco principal de la oposición. Esos avances tuvieron su confirmación electoral en las internas de 2009 cuando conformó con éxito su propio grupo, Aire Fresco, con base en los departamentos de Canelones y Montevideo. La vieja guardia herrerista, celosa del novedoso despliegue de Lacalle Pou, bloqueó su ingreso a la célebre lista de candidatos al Senado, poniendo a su padre (ganador de la interna frente a Larrañaga) en el íncomodo dilema de tener que optar entre el sector político que él mismo había revivido tres décadas atrás y el futuro de su hijo. Como sabemos, Lacalle Pou no fue candidato al Senado y Lacalle Herrera tampoco presidente, pues sufrió una severa derrota en la segunda vuelta presidencial de noviembre donde varios dirigentes del sector terminaron oficiando de "capitanes del naufragio". Pese a ello, para Lacalle Pou el resultado electoral de octubre fue muy bueno pues la Lista 400 incrementó su votación en Canelones en más de un 50% respecto a 2004 (pasó de 20 mil a 31 mil), obteniendo así dos de las cuatro bancas del Partido Nacional en el departamento (Lacalle Pou y Amin Niffouri), en tanto la lista 404 alcanzó su primera banca en la capital del país (Alvaro Delgado). El crecimiento electoral de su sector alentó a Lacalle Pou a competir por su objetivo principal, la Intendencia Municipal de Canelones en mayo de 2005. Si bien en esa instancia su votación volvió a crecer (prácticamente otro 50%), el resultado final representó un duro revés para sus aspiraciones. Marcos Carámbula, que competía por la reelección, aplastó al Partido Nacional consiguiendo casi cien mil votos más que esa colectividad. El Frente Amplio se consolidaba en Canelones y desplazarlo del gobierno departamental llevaría más de una elección.

Cambio de rumbo

El fracaso en los comicios municipales obligó a Lacalle Pou a replantear su futuro. Abandonó la pretensión de ser Intendente y comenzó a orientar sus acciones hacia la política nacional. La meta inmediata sería alcanzar un escaño en el Senado de la República en 2014 y más tarde competir por la candidatura presidencial del partido. El primer paso en esa dirección fue ejercer en el año 2011 la Presidencia de la Cámara de Representantes. Dado que el Partido Nacional contaría con ese cargo pro témpore en una sola oportunidad durante la legislatura (el Frente Amplio lo ocuparía tres veces y el Partido Colorado, una), la definición del nombre podía transformarse en una decisión complicada. Pese a existir varios aspirantes, Lacalle Pou movió bien las piezas y se quedó con la nominación gracias al apoyo del Herrerismo que prefirió cerrarle el paso a algunos diputados montevideanos de Alianza Nacional.

El ejercicio de la Presidencia de la Cámara otorgó a Lacalle Pou la posibilidad de acceder a los medios masivos de comunicación del país. Este aspecto es crucial pues como he mostrado en otro trabajo* un diputado promedio tiene una expectativa máxima de aparición en los horarios centrales de la televisión abierta de 21 segundos al año, lo cual muestra que su visibilidad es 9 veces inferior a la de un senador promedio y 23 veces inferior a la de un ministro promedio. Lacalle Pou aprovechó bien la oportunidad mostrándose como un dirigente capaz de dialogar con todos los partidos y capaz de desarrollar una administración austera de los recursos públicos del cuerpo legislativo. Así retornó al primer plano de la opinión pública ya no como el “hijo de Lacalle Herrera" sino con peso propio. A diferencia de lo ocurrido con Julio Luis Sanguinetti, también diputado por Canelones durante el período 2000-2005, o con Jorge Pacheco Klein, diputado entre 1995 y 1998, quienes nunca lograron escapar de las largas sombras de sus progenitores, Lacalle Pou comenzaba a desarrollar su propio capital político distante del de su padre.

Durante el presente período, la actividad legislativa de nuestro diputado disminuyó bastante respecto a la del período anterior y su foco de interés se centró primordialmente en cuestiones de política nacional. Se opuso disciplinadamente con su voto a varias de las iniciativas “estrella” del Frente Amplio como la ley del matrimonio igualitario, la ley de interrupción del embarazo o la legalización de la marihuana (incluso, apoyó la recolección de firmas y el pre referéndum contra la ley del aborto). También invirtió mucho tiempo en tejer acuerdos con diputados e Intendentes del interior con vistas a fortalecer sus posiciones en la interna partidaria. Mientras eso acontecía, el Herrerismo continuaba inmerso en los típicos dilemas de la sucesión del líder. Lacalle Herrera no sería candidato en 2009 y el sector necesitaba un reemplazo. Las figuras de Luis Alberto Heber, José Carlos Cardoso y Ana Lía Piñeirúa, candidatos autoproclamados, no despegaban en las encuestas (ninguno alcanzaba los dos dígitos de intención de voto dentro del partido) por lo cual comenzó a abrirse una ventana de oportunidad para los sueños de Lacalle Pou. A diferencia de los dirigentes mencionados, la imagen pública del joven diputado mostraba mejores registros, al tiempo que abría una perspectiva de renovación para un sector poco acostumbrado a los cambios y las novedades (de hecho, su elenco dirigente prácticamente no había cambiado en las últimas dos legislaturas).

A fines de 2012, Lacalle Pou consiguió el apoyo del diputado aliancista Javier García y en los primeros meses del siguiente año, obtuvo el concurso de José Carlos Cardoso, Carmelo Vidalín, Beatriz Argimón y de la misma Ana Lía Piñeyrúa. También captó figuras ajenas a la política como el filósofo Pablo Da Silveira, la sexóloga Carolina Villalba y la ex directora del Liceo Bauzá, Graciela Bianchi, de origen frenteamplista. Entre tanto, sus padres movían influencias en todo el país con el fin de obtener el apoyo político de dirigentes influyentes del Herrerismo al tiempo que iniciaban el reclutamiento de donantes para la futura campaña de su hijo. Ese conjunto de circunstancias y el lento pero sostenido repunte en las encuestas de Lacalle Pou, obligaron a Luis Alberto Heber a declinar su precandidatura. De este modo, a comienzos de mayo de 2013, la partida estaba concluida a favor de Lacalle Pou. Una encuesta de junio de ese año, realizada por la empresa Factum**, mostraba primero a Jorge Larrañaga con el 53% de la intención de voto partidaria y a Lacalle Pou con el 35%. Los otros candidatos Jorge Saravia y Sergio Abreu, no superaban el 10%. Ellos también serían cooptados por la ola que Lacalle Pou estaba desatando.

Parte 2: próxima semana


Montevideo Portal
-------

Notas

* Chasquetti, Daniel (2014). Parlamento y carreras legislativas en Uruguay. Un estudio sobre reglas, partidos e individuos en las cámaras. Montevideo: FCS-ICP.

** Ver http://www.lr21.com.uy/politica/1112678-larranaga-lidera-la-interna-del-partido-nacional-con-53-de-adhesion