Revueltas en el mundo árabe
Jornada de protestas
Decenas de miles de egipcios piden en la plaza Tahrir la renuncia de Mursi
El Mundo.es
Detractores de Mursi protestan contra él en la Plaza Tahrir de El Cairo. |
Desde temprano, decenas de miles de opositores abarrotan la plaza
Tahrir, el epicentro de las protestas que forzaron la salida de Mubarak
en 2011 al grito de 'Erhal' (Vete, en árabe) y "El pueblo quiere la
caída del régimen" y mostrando tarjetas rojas. A unos kilómetros, en el
palacio presidencial de Ittihadiya, los detractores de Mursi ultiman las
tribunas y los preparativos mientras retumba los cantos patrióticos. Un
muro de cemento protege al complejo, destino de las marchas que parten
esta tarde de distintos lugares de la ciudad.
"Mursi tiene que irse. Quizás necesitemos algunos días para lograrlo pero no puede ser nuestro presidente. En un año no ha tenido tiempo de preocuparse por los pobres, el turismo o la economía. Solo aprovechó el tiempo para colocar a los suyos", aseguraba a ELMUNDO.es Tarek el Guindy en las proximidades del palacio. Cerca de allí, los islamistas han vuelto a congregarse para defender la legitimidad de Mursi. Ante la posibilidad de altercados violentos, el ministerio de Sanidad ha señalado que los hospitales están en máxima alerta.
Egipto aguanta la respiración. El país más poblado del mundo árabe se juega este domingo su porvenir en las calles. Han pasado 870 días desde la caída del octogenario Hosni Mubarak y su sucesor, el islamista Mohamed Mursi, se enfrenta a la ira de la oposición secular. Sus detractores han convocado hoy multitudinarias manifestaciones en todo el país exigiendo la renuncia de Mursi, entre voces que alertan de una intervención militar y una guerra civil.
Mursi, un ingeniero de 61 años, celebra el primer aniversario de su investidura con el país patas arriba. La ruta hacia la democracia, una esperanza que los egipcios abrieron tras 18 días de protestas en 2011, ha degenerado en una calamitosa transición enredada en embrollos legales, polarización política y una severa crisis económica. La oposición, una amalgama de partidos derrotados en las elecciones por el poderío islamista, pide la marcha del 'rais' y la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas.
La presidencia egipcia ha señalado que "el diálogo es la única vía para alcanzar un acuerdo". El portavoz presidencial Ehab Fahmi ha asegurado que Mursi "está abierto a un diálogo nacional serio y real" y ha pedido a los manifestantes que preserven "la naturaleza pacífica" de unas protestas que -considera- una prueba de la libertad de expresión en Egipto.
Pero sus palabras no convencen. "Todo Egipto debe salir a la calle para decir que queremos regresar a las urnas y construir los cimientos de la casa donde vamos a vivir", lanzó ayer el premio Nobel de la Paz y líder del Frente de Salvación Nacional, Mohamed el Baradei. "Todos sentimos que caminamos por un callejón sin salida y que el país se dirige hacia el colapso", agregó antes de recalcar que "Egipto entregó a Mursi un permiso de conducir pero el presidente no sabe conducir".
Alentada por el desencanto, la campaña opositora 'Tamarrud' (Rebelión, en árabe) ha logrado reunir más de 22 millones de firmas contra el presidente. La cifra -casi el doble de los votos que auparon a Mursi a la presidencia- ha galvanizado la lucha contra los Hermanos Musulmanes y sus aliados salafistas (rigoristas musulmanes), que desde el viernes acampan en los alrededores de una mezquita de El Cairo en señal de apoyo a la legitimidad de Mursi.
"Mursi debe marcharse. No le queremos. Es un agente de otros países. ¿Como puede ser presidente alguien que escapó de prisión?", dice el veinteañero Mohamed Ramadán desde Tahrir. La céntrica plaza, epicentro de las revueltas contra Mubarak, y el palacio presidencial de Ittihadiya reunirán a la disidencia.
En previsión de disturbios, la misión diplomática estadounidense ha reducido su personal y ha recomendado a sus nacionales aplazar los "viajes no esenciales" a Egipto. Desde Pretoria, Barack Obama instó ayer a las dos facciones a entablar "un diálogo más constructivo". Y es que crece el temor a una confrontación que ahonde el tajo entre dos Egiptos con modelos de Estado antagónicos.
Al Azhar, la institución más prestigiosa del islam suní, advirtió el viernes del peligro de "una guerra civil". Y las Fuerzas Armadas, que han reforzado su presencia en edificios estatales y Canal de Suez, insisten en que intervendrán si el país "se desliza por el túnel oscuro" de la violencia política. "¿Cuándo y en qué circunstancias intervendrían los militares?", se pregunta Ibrahim Awad, analista de la Universidad Americana de El Cairo. "Siempre se ha pensando que el Ejército no quería pagar el coste de gobernar. Yo creo que intervendrán solo cuando exista la amenaza real de ausencia de Estado", replica en una entrevista a este diario.
Mursi, blanco de la ira opositora, no piensa en dimitir. "Tomé un país sumido en la corrupción y me enfrento a una guerra que trata de hacerme fracasar", declaró el islamista el pasado miércoles en un desafiante discurso a la nación que acabó convirtiéndose en un arenga a los suyos. El presidente acusa a la oposición de haberse aliado con los nostálgicos de Mubarak, interesados en "sabotear la experiencia democrática".
"Mursi tiene que irse. Quizás necesitemos algunos días para lograrlo pero no puede ser nuestro presidente. En un año no ha tenido tiempo de preocuparse por los pobres, el turismo o la economía. Solo aprovechó el tiempo para colocar a los suyos", aseguraba a ELMUNDO.es Tarek el Guindy en las proximidades del palacio. Cerca de allí, los islamistas han vuelto a congregarse para defender la legitimidad de Mursi. Ante la posibilidad de altercados violentos, el ministerio de Sanidad ha señalado que los hospitales están en máxima alerta.
Egipto aguanta la respiración. El país más poblado del mundo árabe se juega este domingo su porvenir en las calles. Han pasado 870 días desde la caída del octogenario Hosni Mubarak y su sucesor, el islamista Mohamed Mursi, se enfrenta a la ira de la oposición secular. Sus detractores han convocado hoy multitudinarias manifestaciones en todo el país exigiendo la renuncia de Mursi, entre voces que alertan de una intervención militar y una guerra civil.
Mursi, un ingeniero de 61 años, celebra el primer aniversario de su investidura con el país patas arriba. La ruta hacia la democracia, una esperanza que los egipcios abrieron tras 18 días de protestas en 2011, ha degenerado en una calamitosa transición enredada en embrollos legales, polarización política y una severa crisis económica. La oposición, una amalgama de partidos derrotados en las elecciones por el poderío islamista, pide la marcha del 'rais' y la convocatoria de elecciones presidenciales anticipadas.
La presidencia egipcia ha señalado que "el diálogo es la única vía para alcanzar un acuerdo". El portavoz presidencial Ehab Fahmi ha asegurado que Mursi "está abierto a un diálogo nacional serio y real" y ha pedido a los manifestantes que preserven "la naturaleza pacífica" de unas protestas que -considera- una prueba de la libertad de expresión en Egipto.
Pero sus palabras no convencen. "Todo Egipto debe salir a la calle para decir que queremos regresar a las urnas y construir los cimientos de la casa donde vamos a vivir", lanzó ayer el premio Nobel de la Paz y líder del Frente de Salvación Nacional, Mohamed el Baradei. "Todos sentimos que caminamos por un callejón sin salida y que el país se dirige hacia el colapso", agregó antes de recalcar que "Egipto entregó a Mursi un permiso de conducir pero el presidente no sabe conducir".
Alentada por el desencanto, la campaña opositora 'Tamarrud' (Rebelión, en árabe) ha logrado reunir más de 22 millones de firmas contra el presidente. La cifra -casi el doble de los votos que auparon a Mursi a la presidencia- ha galvanizado la lucha contra los Hermanos Musulmanes y sus aliados salafistas (rigoristas musulmanes), que desde el viernes acampan en los alrededores de una mezquita de El Cairo en señal de apoyo a la legitimidad de Mursi.
"Mursi debe marcharse. No le queremos. Es un agente de otros países. ¿Como puede ser presidente alguien que escapó de prisión?", dice el veinteañero Mohamed Ramadán desde Tahrir. La céntrica plaza, epicentro de las revueltas contra Mubarak, y el palacio presidencial de Ittihadiya reunirán a la disidencia.
Semana de enfrentamientos
Ambos bandos aseguran renunciar a la violencia pero están decididos a defenderse, lo que podría desembocar en altercados violentos. En la última semana, los enfrentamientos entre islamistas y opositores en el Delta del Nilo y Alejandría han dejado 8 muertos y cientos de heridos. El viernes, 4 personas fallecieron en la ciudad mediterránea, entre ellas un joven estadounidense.En previsión de disturbios, la misión diplomática estadounidense ha reducido su personal y ha recomendado a sus nacionales aplazar los "viajes no esenciales" a Egipto. Desde Pretoria, Barack Obama instó ayer a las dos facciones a entablar "un diálogo más constructivo". Y es que crece el temor a una confrontación que ahonde el tajo entre dos Egiptos con modelos de Estado antagónicos.
Al Azhar, la institución más prestigiosa del islam suní, advirtió el viernes del peligro de "una guerra civil". Y las Fuerzas Armadas, que han reforzado su presencia en edificios estatales y Canal de Suez, insisten en que intervendrán si el país "se desliza por el túnel oscuro" de la violencia política. "¿Cuándo y en qué circunstancias intervendrían los militares?", se pregunta Ibrahim Awad, analista de la Universidad Americana de El Cairo. "Siempre se ha pensando que el Ejército no quería pagar el coste de gobernar. Yo creo que intervendrán solo cuando exista la amenaza real de ausencia de Estado", replica en una entrevista a este diario.
Mursi, blanco de la ira opositora, no piensa en dimitir. "Tomé un país sumido en la corrupción y me enfrento a una guerra que trata de hacerme fracasar", declaró el islamista el pasado miércoles en un desafiante discurso a la nación que acabó convirtiéndose en un arenga a los suyos. El presidente acusa a la oposición de haberse aliado con los nostálgicos de Mubarak, interesados en "sabotear la experiencia democrática".
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