Soplones y seguridad; gracias, Snowden
Jesús A. Núñez Villaverde
El País de Madrid
Lo que parece la simple punta de un iceberg del que seguimos desconociéndolo prácticamente todo —apenas cabe reseñar la existencia de la red Echelon, ya desde la guerra fría, y del reciente software Riot (de Raytheon), junto a las noticias sobre el creciente activismo chino y ruso en la materia— es suficiente para entender que, como tantas veces en el pasado, se ha perdido el rumbo de algo que en su origen puede resultar justificable. La seguridad es un valor altamente deseado y a ella subordinamos diariamente otros valores. Conscientes de los riesgos que plantea caminar sin resbalones por la delicada senda de la seguridad libertad, los Estados de derecho nos hemos dotado de mecanismos de control que pretenden evitar el abuso sobre la ciudadanía. Sin embargo, es evidente que ese resbalón se ha producido hace tiempo (Guantánamo y los vuelos de la CIA son solo muestras), con numerosos Gobiernos dejándose llevar a favor de corriente. Parece haberse olvidado que los sistemas de seguridad deben servir a la libertad, en lugar de servirse de ella.
Aunque nunca lo admita públicamente, quien más agradecido tiene que estar a Snowden es el presidente estadounidense, Barack Obama. Ha sido inteligente al dar la bienvenida al debate que ha generado la filtración de Snowden, pero eso no oculta que no estaba en su agenda replantearse la existencia de unos sistemas que, por puro pragmatismo, considera útiles. También debemos estarlo los ciudadanos celosos de nuestra libertad e intimidad porque, aunque la tendencia hacia el Gran Hermano ya es imparable, al menos podemos momentáneamente imaginarnos que en algo hemos retrasado su avance.
Con información de Rodrigo Fernández (Moscú), Eva Saiz (Washington) y Soraya Constante (Quito).
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