domingo, 14 de julio de 2013

ANÁLISIS: Si Cristina es artiguista, ¿Artigas es kirchnerista?

ANÁLISIS

Si Cristina es artiguista, ¿Artigas es kirchnerista?

La “argentinidad” del prócer no va dirigida hacia los uruguayos, sino a la interna

El Observador



Hay una anécdota que Cristina Fernández de Kirchner ha recordado en varios discursos: de niña, ya mostrando una precoz predilección por la polémica, mantuvo un debate con su maestra de sexto grado, “la señorita Miriam”, una entrerriana que expresaba su admiración por Urquiza, mientras ella defendía a Juan Manuel de Rosas. “Nos trenzábamos en unas peleas formidables”, recuerda Cristina, con una sonrisa, ese episodio que refleja la imagen de sí misma que quiere proyectar: rebelde, cuestionadora de la historia oficial, partidaria de la causa “nacional y popular”.

Seis décadas después, la presidenta mantuvo y profundizó esos rasgos. Su alusión a episodios históricos como forma de justificar la política del presente se ha transformado en una constante. Para Cristina la línea divisoria entre la historia y la actualidad es difusa, al punto que no duda en atribuirle a personajes del pasado una toma de partido en los debates actuales. Como cuando, al celebrarse el 20 de junio el día de la creación de la bandera nacional, preguntó: “¿Si Belgrano viviera, con quién creen que estaría, a quién apoyaría?”.

Muerto hace 193 años, Belgrano no estaba allí para responder, pero la presidenta no dudó en afirmar que hoy el prócer argentino militaría con la causa kirchnerista, dado que se trataba de “un político incorrecto, afortunadamente”, que no dudaba en desobedecer las órdenes de la élite porteña para avanzar en su gesta.

También en la reciente efeméride el 9 de julio, al cumplirse 197 años de la declaración de independencia argentina, trazó un paralelismo con el contexto global actual, para concluir que es acertada su política de cierre comercial para proteger a la industria. “Ahora también, como en 1816, estamos ante una nueva configuración mundial -advirtió-. Hay un intento de que nosotros, la América del Sur, vuelva a ser proveedora de commodities y se trasladen las grandes fábricas o factorías allí donde hay millones de personas dispuestas a trabajar por mucho menos salario del que se paga aquí”.

Y, más explícita aun, en un discurso pronunciado en la Unión Industrial, atribuyó a la derrota militar de Rosas ante Urquiza la desindustrialización del país, lo cual describió como un opuesto al proceso industrializador de EEUU. “Nosotros perdimos en Caseros y ellos ganaron la Guerra de Secesión y por eso fueron la potencia industrial más fuerte del mundo”, dijo, en una mezcla de queja y elogio por las prácticas estadounidenses.

Lo cierto es que para Cristina el revisionismo histórico es mucho más que un gusto personal. Es una verdadera política de Estado. Es en ese contexto que deben analizarse las recientes alusiones de al deseo frustrado de Artigas por ser argentino. Al hacer esta aseveración, la presidenta no está dirigiéndose a un público uruguayo, sino a su interna.

La reivindicación que Cristina hace de Artigas está influenciada por el libro de Pacho O’ Donnell (Artigas, la versión popular de la revolución de Mayo). Ha destacado cómo en dos oportunidades el prócer rechazó ofertas –de Alvear y de Álvarez Thomas– para independizar a la Banda Oriental como una república separada del resto de las provincias. “Es notable la importancia que Artigas tuvo en la historia argentina, y es indignante todo lo que nos han retaceado”, dijo O’ Donnell al presentar su libro. Y agregó: “Nos engañaron cuando nos dijeron que Artigas había sido alguien que había luchado por la independencia uruguaya. Él fue un hombre que construyó la identidad”. En la línea revisionista promovida por el kirchnerismo, Artigas es un integrante fundamental del “bando progresista” en contra de las fuerzas reaccionarias, una pelea que se ha mantenido a lo largo de los 200 años independientes del país.

Según esa visión que promueve Cristina, siempre hubo, por un lado, una tendencia que defiende los intereses nacionales y populares, promotora de la industrialización y el ascenso social y defensora de la soberanía. Y enfrente, otra fuerza que representa los intereses de las élites dominantes, asociadas a las potencias extranjeras, que defienden un modelo agroexportador y tienden a perpetuar las desigualdades sociales.

Al mostrarse como artiguista, la presidenta no está expresando una vocación intervencionista sobre Uruguay –algo en lo que no ha demostrado interés–, sino que está instando a los argentinos a hacer una autocrítica por haber dado la espalda a los ideales federalistas y la pertenencia a la “Patria Grande”.

En las últimas semanas, Artigas ha sido uno de sus temas preferidos. Por ejemplo, justificó –ante el cuestionamiento de la oposición– su política de subsidios al cine nacional, porque sin esta ayuda financiera no se podría haber filmado una película sobre la vida de Andresito Artigas, el cacique guaraní, ahijado del prócer, que luchó contra las fuerzas portuguesas en Misiones. Así, pues, tras la mención de Cristina a la “argentinidad” de Artigas no hay un ataque a los uruguayos, sino una profundización de su revisionismo histórico como forma de justificar su política actual. Según esa visión, si Cristina es artiguista, la conclusión es que el artiguismo debe ser kirchnerista.

Por cierto que la oposición ha encontrado contradicciones entre el “artiguismo” discursivo de Cristina y sus actos de gobierno. Como el hecho de que, al mismo tiempo que reivindica la figura de Andresito, se niega a recibir a los dirigentes de la etnia Qom que reclaman tierras, y que debieron viajar a Roma para pedirle una intercesión al papa.

O, por ejemplo, al señalar cómo el “federalismo” kirchnerista se devalúa al ser aplicado en el sensible tema del reparto de ingresos fiscales. Cristina ha aumentado la dependencia de las provincias respecto del gobierno central, al llevar la coparticipación impositiva a apenas 25%de lo que ingresa al Estado por impuestos. El resto es repartido de manera discrecional, muchas veces con criterio de premios y castigos a los gobernadores. Y las finanzas provincias muchas veces son las variables de ajuste en tiempos de vacas flacas, como ocurre este año, en el que las transferencias desde Buenos Aires crecen a un ritmo de 14% es decir una caída real frente a una inflación de 23%. Una forma peculiar de entender al federalismo artiguista. Pero el kirchnerismo ha demostrado una notable capacidad para compensar con el “relato” sus dificultades de política concreta. l

El revisionismo histórico

Hechos. La pasión de Cristina Fernández por el revisionismo histórico se refleja cotidianamente en decisiones de gobierno. Por ejemplo, ordenó reemplazar una estatua de Cristóbal Colón, en una plaza detrás de la Casa Rosada, por la de Juana Azurduy, la heroína que luchó por la independencia del Alto Perú. Y se propone sacar de circulación los billetes de $100 que llevan la efigie del presidente Julio Argentino Roca, frecuentemente acusado por los crímenes de la Campaña del Desierto en la que se combatió a los malones indígenas, a fines del siglo XIX. En estos días están empezando a circular los billetes de reemplazo, que llevan la cara de Eva Perón.

Pero su acto más emblemático fue la creación, con dineros públicos, del Instituto Nacional de Revisionismo Histórico Argentino e Iberoamericano Manuel Dorrego, creado por decreto presidencial hace dos años. La elección del nombre es toda una declaración de principios: Dorrego fue un caudillo popular de la provincia de Buenos Aires, partidario del federalismo y contrario al proyecto unitario expresado en políticos como Alvear y Rivadavia. Tras ser fusilado en 1828 por el general Lavalle, su figura fue reivindicada por los federalistas, que lo transformaron en un personaje mítico.


Presidido por Mario “Pacho” O’ Donnell, este instituto tiene la explícita misión de “profundizar el conocimiento de la vida y obra de los mayores exponentes del ideario nacional, popular, federalista e iberoamericano”, así como de “revisar el lugar y el sentido que les fuera adjudicado por la historia oficial, escrita por los vencedores de las guerras civiles del siglo XIX”.

También, con el apoyo de los historiadores que dirigen este instituto, se llevó a cabo otra pasión del kirchnerismo: cambiar fechas patrias. La más polémica de estas innovaciones fue el establecimiento del 20 de noviembre como Día de la Soberanía Nacional, en recuerdo de la batalla de la Vuelta de Obligado, de 1845, en la cual las fuerzas de Rosas se enfrentaron a las flotas inglesas y francesas, que intentaban abrir el río Paraná a la navegación internacional. Estas decisiones de la presidenta argentina fueron duramente criticadas por historiadores de la tendencia “tradicional”. Al fundarse el Instituto Dorrego, el investigador Luis Alberto Romero señaló que Cristina se proponía “reemplazar la ciencia histórica por la epopeya y el mito”. Y otros historiadores se han quejado de su tendencia a una versión maniquea de los hechos pasados. l

1 comentario:

  1. Sabés que pasa Juanjo que ella es muyyy preparada, pufff ...No...porque Artigas ya está muerto(ZAFÓ) y menos mal que ella dijo que no es ETERNA........(COMO SI A MUCHOS NOS IMPORTARA) Que viva lo que tenga que vivir...pero q no J....A, CON SUS MAQUINEOS, con sus frases hechas....la verdad es que sigo dándole la razón a vtro. Presidente...

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