El
compositor Cátulo Castillo contó de este modo cómo llegó a
escribir la música para un tango póstumo que, inconcluso y sin
título, había dejado Enrique Santos Discépolo: “Puse los versos
en mi bolsillo para revisarlos más tarde.
Luego
anduve por mis cosas hasta muy alta la noche. Llegué a mi
departamento y me metí en el ‘sobre’. A las tres o cuatro de la
madrugada me desperté con un estado raro, taquicárdico, y con una
sensación de una presencia muy próxima. Y sentí que un título
vibraba en el aire: ‘Mensaje, Mensaje...’. Tomé un papel
cualquiera y escribí sin parar, como si alguien me dictara al pasar
cosas que yo sabía. Concluí garabateando, fui al piano y probé: ni
un acento de más, ni una nota de menos; música y versos se
complementaban a la perfección. Así nació ‘Mensaje’, la obra
que, seguro, no es mía”.
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