El blog publica esta colaboración exclusiva de uno de los
albaceas de Manuel Espínola Gómez.
"Mientras, el país entero sigue
esperando la demoradísima habilitación de su Museo por parte del
Ministerio de Educación y Cultura. Actualmente podemos contemplar
algunas de sus obras en la muestra inaugurada en el Museo Zorrilla de
San Martín, pero el Estado uruguayo permanece inexplicablemente omiso
frente a quien le legara una importantísima cantidad de sus obras".
HUGO
GIOVANETTI VIOLA
Fragmento
de "Los recovecos de Manuel Miguel / Desbocada reinvención de
la vida de Manuel Espínola Gómez" (Ediciones Caracol al
Galope, 1999).
TÚNEL
FINAL / PRIMER BRAZO
EL
TÚNEL comunica directamente con el Paso Molino, donde viví hasta
los 5 años. La calle Valentín Gómez muere en un Prado
transfigurado que recuerda el paisaje de "La anunciación"
de Leonardo. El liceo Bauzá no existe, aunque la iglesia de las
Carmelitas se recorta con una estremeciente
mansedumbre amarilla sobre el raso lunar. Y en la ventana del altillo
del caserón natal arde un azul sin fondo.
Todas las Tardebuenas mi padre vaciaba el comedor y armaba un gran pesebre con arena y piedrones que acarreaba desde el Prado ayudado por mi abuelo paterno, capataz de albañil. De noche abrían los postigos y el balcón se transformaba en un palco para el barrio.
Hoy no hay nadie en la calle. La luz del comedor se proyecta sobre el empedrado y la vereda de enfrente con sólida humildad, y encima del balcón vigila una paloma.
Torres-García y Manolo tomaban café en un rincón vacío del comedor.
-Giovanetti era el hombre de la cuadra que pensaba por todos -dijo don Joaquín, observando un ciervito blanco de plástico que corría entre las piedras. -Qué le parece si sacamos ese juguete, Espínola? Desentona con lo áureo.
-NOOOO
-sacudió una trompa escandalizada Manolo. -Disculpemé, maestro.
Pero acá hay un testimonio de la más DURA HISTORIA (hoy tan
desguazada por estos desmadrados tiempos modernos) que no tiene
NINGÚN DESPERDICIO. Dejeló. Hágame caso.
-Bueno,
pero no me llame maestro. Y no se olvide que la TRADICIÓN ÁUREA es
la HISTORIA ANGULAR. No hay dureza más básica que la que nos religa
con lo INVISIBLE, Cristo.
-Y
entonces por qué nombra a Cristo? -se erizaron las cejas de Manolo.
Cristo era invisible, acaso? O acaso usted es un obrador plástico
que se disfraza de predicador cuando nos muestra esos inquilinatos de
Mondrian más inhumanamente llenos de monigotes que un talud del
Estadio?
Entonces
Torres-García estiró un brazo hacia el ciervito con ojos casi
asesinos y Manolo lo frenó jadeando:
-Pero
cómo puede ser que el hombre que pintó "La colada" y
fundó LA SERENIDAD CÓSMICA DEL TIEMPO DEFINITIVAMENTE DETENIDO en
la vida uruguaya se las agarre con una VOLUTA DE ARGAMASA OBRERADA
que es MISTERIO HORADADO, carajo? Estamos todos locos?-No hay
espíritu visible -gruño Torres -García , y yo me acordé Tolstoi.
Pero
en ese momento la paloma sobrevoló el pesebre para posarse en la
cabeza blanca de don Joaquín y Manolo sentenció:
-Cuando
PODAMOS DESFONDAR TODO EL MISTERIO con la misma certeza con la que
ahora estamos VIENDO a esa paloma va a acabarse la muerte.
-De
qué paloma me habla? -sonrió Torres-García, crispando el
entrecejo.
La puerta de calle está abierta y en el zaguán me encuentro con el esqueleto de mi madre, que viene a traerles más café a los maestros.
-Estamos
enterrando el corazón de tu padre -murmura. -No vas a darme un
beso?
Del esqueleto sobre salen tres rosas frescas y erectas.
Del esqueleto sobre salen tres rosas frescas y erectas.
-Habría
que perdonarse -trato de sonreír.
Mi
madre se arranca una corola-pecho para secar la viscosidad que me
hiela la frente y siento que ya no hay Gárgola sobre su calavera.
Entonces me arrodillo a besarle la rosa esencial.
Seguí
avanzando solo.
En
el gran comedor diario con claraboyas veo el esqueleto de mi abuela
materna despatarrado en el sillón de hamaca. Me doy cuenta que
duerme (y que sueña) porque adentro le llovizna una constelación de
jazmines del país campesinos y previos al egoísmo perverso. La
saludo con un brazo.
Torcí
hacia la cocina.
Mi
abuelo materno devora calmosamente una tortilla de papa y cebolla,
tomando medio litro de vino tinto. En su interior hay un trasluz de
templo enturbiado por el porlan. Y me dice:
-Cuando
se pone la última hilada de una pared bien hecha PARECE QUE VA A
CAERSE PORQUE OSCILA UN POCO. Pero ASÍ ES CUANDO ESTÁ BIEN.
Le acaricio la boina y los húmeros le brillan.
Le acaricio la boina y los húmeros le brillan.
En
la pieza del fondo me encontré con Guillermo Fernández, acodado
sobre la mesa donde las mujeres planchaban los horrores por venir.
Tenía los ojos muy ahuevados.
-Tu viejo era un amigo sin suplente -me dijo.
-Tu viejo era un amigo sin suplente -me dijo.
Y me señaló la escalerita que subía hacia el altillo.
Entro
al denso cubículo azul como la noche que sobrevuela las Carmelitas,
y la voz de mi padre murmura:
-Mucho
cuidado.
No
me animo a moverme, pero el altillo empieza agrisarse con la
ferocidad de una cámara de gas y él agrega:
-Hay
una cosa mucho peor que tu terribilitá neurótica y tu egocentrismo,
hijo mío. Y es ese brazo izquierdo que se quiere morir. Te mata. Eso
nos mata.
Y
entonces oigo a Guillermo que se asoma a advertirme:
-Mirá
por la ventana, Huguito. Rápido, que se va.
Y
en la tercera orilla de Valentín Gómez veo proyectarse una
trasmutación del "Entierro del conde de Orgaz" emergiendo
desde el ventanal donde los maestros velan el pesebre. La franja
terrenal es una estructura-madre de hombres ortogonales que relanzan
a mi padre hacia la eternidad. Y el resto es el revuelo de una más
dimensión politextural / polifocal de muchedumbres mágicas donde
puedo distinguir a mis abuelos paternos bajo la cúpula-reino de Ojos
de Plata.
Después
prensé los párpados sintiendo que el brazo izquierdo se alegraba
por todo, y el altillo amainó.
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