El Observador
Franco está aprendiendo, de a poco, a utilizar el balde. Pero tiene 3 años y todavía le queda bastante alto. “Él sabe usar el wáter, porque cuando va a la casa de mi suegra lo usa, pero ahora tengo que enseñarle acá”. Y cuando Catherin Riveti, su madre, dice “acá” refiere a un balde de pintura que prefiere no destapar porque adentro está lleno de excrementos. El baño improvisado se ubica al lado de su cama, donde duermen Franco, Catherin y su marido. Y donde va a dormir Micaela, cuando nazca, el mes que viene.
Entre una cañada y Euskal Erría, los vecinos del asentamiento Aquiles Lanza sueñan con un baño digno. No hay un solo inodoro. Las más de 900 personas que viven en el vecindario hacen sus necesidades en baldes. Algunos, en cambio, prefieren usar una bolsa. La zona cuenta con una única canilla, donde todos se abastecen de agua. Orinar y defecar son un problema diario. Asearse es otra odisea. “Para bañarnos tenemos que sacar la mesa para afuera. Mientras uno se baña, los otros salimos de la cabaña”, dijo a El Observador Patricia Valdivia, que vive con sus dos hijos en una de las viviendas de emergencia que construyó junto con la organización Techo.
Montevideo es una de las ciudades que tiene la red de saneamiento más extendida de toda América, manifestó el director de Salud de la Intendencia de Montevideo (IMM), Pablo Anzalone. “Pero hay zonas que van a demorar entre cinco y diez años más en tenerlo”, aseguró.
A diferencia de otros asentamientos, Aquiles Lanza cuenta con el privilegio de tener una red de saneamiento cercana, por lo que hay más posibilidades de que se solucione la situación. “Lo que estamos haciendo en este asentamiento es viendo cuáles son las familias de Uruguay Crece Contigo, que tienen niños menores de 4 años, que no tienen baño o condiciones de saneamiento. Se está iniciando un trabajo con el Plan Juntos para dotar a esas familias de baños”, indicó Anzalone.
Pero mientras el saneamiento no se concreta, la materia fecal se acumula en baldes. Valdivia lleva adelante la misma práctica que todos sus vecinos. Tiene un recipiente que esconde bajo una estantería y solo lo saca para hacer sus necesidades. Sin embargo, no espera a que se llene para vaciarlo. Cada vez que hace uso de su pequeño contenedor tira la materia fecal en una canaleta que empieza cuatro casas más atrás. Los excrementos realizan todos los días el mismo recorrido: las aguas servidas que corren los conducen hasta una cañada, a donde llegan varias otras canaletas, directo de los ranchos. El olor es intenso pero todos terminan acostumbrándose. Sobre la cañada flota un inodoro que nadie usa.
Infecciones
El contacto con los desechos se vuelve constante y los parásitos empiezan a hacerse presentes en los niños. Mientras una madre cuenta que su hija, Morena, despertó en medio de una noche vomitando lombrices, la niña asiente con la cabeza y susurra “72 me salieron”. “Tupida estaba. Le salían por los oídos, por la boca, por la nariz, por todos lados. No eran de las gruesitas. Eran las que son medias transparentes, de las largas”, explicó su madre. Una señora que se encontraba junto con ellas agregó: “A mí se me murió una hija por los gusanos”. Según informó Anzalone, en la escuela cercana a la zona más del 60% de los niños tienen parásitos.
“Desde hace más de 20 años ha sido una zona conflictiva en el tema de parasitosis. Son frecuentes y tienen que ver con los temas de higiene, con el hábito de lavado de manos y cómo se manejan las excretas. En ese entorno es difícil mantener un grado de higiene adecuado. Hay madres que vienen directamente con el parásito en un frasquito”, aseguró la pediatra y directora de regional este de la IMM, Mariella Bazzano.
La especialista explicó que los parásitos llevan a que los niños sufran diarreas, retraso en el desarrollo físico y cognitivo. “Todas las parasitosis se tratan con medicación, aunque muchas veces no podés tratar solo al niño, tenés que hacer también tratamiento familiar y ambiental, y el tratamiento ambiental no es sencillo. Si no tratás el entorno, se vuelven a reinfectar”, aseveró.
Si bien la intendencia está trabajando para brindar baños a las familias, todavía no se sabe cuándo se terminará de resolver. Además, el terreno no tiene las condiciones más favorables para que vivan personas. “Es inundable. No es apto para vivienda, tienen que realojarse. Pero ese asentamiento ni siquiera está contemplado para realojo. Lo que está haciendo la intendencia es tomar medidas puntuales para mermar la situación, pero todas van a ser de forma provisoria. Ahora están viendo de negociar con OSE, al menos para que reciban agua, con un costo de $ 70”, aseguró el concejal del Municipio E, Nicolás Martinelli.
El saneamiento no es lo único que falta en Aquiles Lanza. También falta regularizar la luz. Lo que sobra, en cambio, son cables de donde los vecinos roban la electricidad. Y también sobran los incendios que se generan por la precariedad de las instalaciones. Pero eso parece no importar a algunos vecinos. La prioridad sigue siendo el baño.“La verdad, prefiero un baño antes que una casa, toda la vida. El baño es esencial, por los niños”, afirmó, sin dudar, Fabiana Ramírez.
Leonella Sánchez, en tanto, se está preparando para, algún día, tener el baño completo. Con la asignación familiar que recibe se compró un caño de PVC. Ella también tiene su balde, pero afuera de la casa, porque no quiere contaminar a ninguno de sus seis hijos. Adentro tiene una pileta aunque sin conexión al agua. También tiene una jabonera colgada de la chapa. Es que en ese rincón de la casa es donde se bañan tirándose agua con tarritos. Sobre la pileta está el zum con el que calientan los recipientes para higienizarse. Sánchez ya tiene casi todo, solo le falta el inodoro y que el agua llegue a su vivienda. “De a poquito me lo voy armando”, dijo con entusiasmo.
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