Escritor y periodista Julio Dornel
Hombre
que supo tener campos frente al atlántico, don Astrogildo Correa,
propietario del Establecimiento “La Cuchilla” a pocos metros de
la línea divisoria que nos separa de Río Grande del Sur y
arrendatario además de varias hectáreas hasta llegar a la zona del
camino real. El truco organizado por los jubilados de la Barra, fue
un excelente pretexto para estirar la tarde con Weimar, veterano
integrante del clan de los Correa, tradicional familia del norte
rochense. “Mi padre (Odorico Correa) nacido en 1894, recorría los
campos con sus hermanos menores cuando al llegar a la cima de un
médano divisan a unas 20 personas entre ingleses y uruguayos que
ante requerimiento de mi padre manifestaron su interés en construir
casillas y afincarse en la zona y habilitar una oficina para los
cables submarinos. De esta manera se pondría fin a los chasques a
caballo que culminaban en Río Grande. Corresponde señalar que
fueron en busca de materiales y personal especializado demorando 30
años en regresar. Una vez habilitada la oficina se fueron turnando
los telegrafistas correspondiéndole a un tal Cardoso la inauguración
oficial y continuando luego con José Machado y Eduardo Venturini que
se casa finalmente con una hermana de mi padre. En 1915 mi madre
tenía 15 años y estando en La Barra en pleno verano se le ocurre
hacer una reunión bailable las que por lo general eran motivadas por
las yerras de ganado, en las trillas de trigo o en algún aniversario
familiar. La música estaba a cargo de un moreno y su acordeón
traído en sulky de Santa Vitoria, el sábado por la tarde y
regresado el domingo por la mañana”. Entre recuerdos que van
aflorando, Weimar se detiene en la figura inconfundible de Horacio
Laborda que “siendo jugador de San Vicente, atendía la oficina
telegráfica de La Barra hasta las 12.30 y luego se venía a pie
a Chuy, jugaba el partido de fútbol
y regresaba corriendo, cruzando a nado por las “barritas” para
llegar en hora a la oficina telegráfica. Retrocediendo un poco
(1912), mi abuelo materno, Perfirio Acosta compra todo el campo que
va desde el arroyo Chuy hasta la calle principal , lo fracciona en
solares dando comienzo al verdadero despegue del incipiente
balneario. Mi abuelo regala un solar a cada hija, tocándole a mi
madre el que todavía tenemos y cuyo rancho bautizado como El
Junquito de los Correa, donde mis padres mantuvieron durante muchos
años el primer “comercio de ramos generales” que tuvo La
Barra. Con el paso de los años fueron surgiendo nuevos comercios y
centros nocturnos, entre los que recordamos a Pedro Vero, Nicomedes
Gómez, El Pescador, Rancho de la Alegría, Hotel De León, La
Taberna, Cactus, Saveiro, La Cárcel, La Choza, Tatanka, Cacatúa y
Laberinto entre muchos otros”.
En
la nota gráfica 242 años, se dan cita en EL JUNQUITO DE LOS CORREA;
Roberto Rodríguez, Weimar Correa y Andreonio Vidal.
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