domingo, 18 de agosto de 2013

Pre-candidaturas presidenciales: De tácticas y jugadores (I) Gonzalo Perera. Columnista


POLíTICA

El ambiente político nacional comienza a agitarse por la discusión en torno a las pre-candidaturas presidenciales de los principales partidos (Frente Amplio, Partido Nacional y Partido Colorado), esto es, aquellas ciudadanas y ciudadanos que pugnarán en las respectivas internas partidarias en pos de ser ungidos como candidatos a la Presidencia de la República por sus colectividades. Analizamos aquí la situación en cada una de estas tiendas, que es netamente diferente.

Algunas aclaraciones previas son de rigor. En primer lugar, restringir el análisis al Frente Amplio (FA, de aquí en más), al Partido Nacional (PN) y al Partido Colorado (PC) no significa ninguna consideración ni falta de respeto hacia las demás organizaciones partidarias. Pero es en estas tres filas donde se conglomera la inmensa mayoría del electorado y además, de momento, es en ellas donde aparece disputas por el liderazgo  interno.
En segundo lugar, esta nota intenta analizar racionalmente los posicionamientos y movimientos que cada Partido está realizando, haciendo la mayor abstracción posible de afinidades personales, simpatías o subjetividades que jamás he ocultado y seguramente Ud. conoce, querido lector.
Pero independientemente del corazoncito de cada quien, cuando se observa un equipo de fútbol para entender cómo juega, cuáles son sus fortalezas y debilidades,  hay que dejar un poco la camiseta propia de lado y observar con frialdad, so pena de terminar viendo  lo que se quiere ver y no lo que se debe ver.
Manteniendo la alegoría futbolera, para ganar un campeonato hay que tener un equilibrio adecuado entre la capacidad táctica del colectivo y el brillo individual de los jugadores. En situaciones extremas, uno ha visto equipos casi caóticos ganar campeonatos en base a tener una abrumadora superioridad de capacidades individuales en sus filas, o, inversamente, equipos sin jugadores de particular brillo imponerse en base a una organización táctica casi perfecta. Pero, en la inmensa mayoría de los campeonatos, resultan vencedores quienes acompasan talentos individuales e inteligencia y disciplina táctica de manera equilibrada. Y en la política, como en el fútbol, hay individualidades de diverso nivel de destaque y brillo, y hay diversas capacidades de trabajar colectiva y disciplinadamente.
Veremos, punto por punto, la situación al respecto en los tres partidos en cuestión, previo establecer un punto de partida para el análisis político, con frecuente recurso a la alegoría futbolera.

1. LA VIEJA FÓRMULA COLORADA: PUNTEROS BIEN ABIERTOS
Los viejos y recordados equipos exitosos del fútbol uruguayo se caracterizaban por tener dos punteros bien abiertos y un centrodelantero goleador, y por jugar abriendo la cancha, volcando el juego a derecha, izquierda o al centro según las necesidades del momento de la disputa.
La historia electoral uruguaya durante el sigLo XX parece encontrar en el PC la más cabal expresión de esa táctica, utilizando a pleno los recursos electorales a los que habilitaba  la Ley Nº 3.640 del 11 de julio de 1910 -conocida como "Ley de Lemas"-que permitía acumular bajo un mismo partido múltiples candidaturas en todos los niveles electorales, hecho sustantivamente modificado por la reforma constitucional del 8 de diciembre de 1996.

Durante el siglo XX, así como fueron contados los triunfos electorales del PN (3 en un total de 19 instancias), no pocas veces fue un candidato blanco el más votado, en ocasiones por considerable margen, o bien se dieron resultados muy similares entre los candidatos más votados de cada partido, al tiempo que el PC ganaba por una significativa diferencia. La explicación de este fenómeno reside justamente en las tácticas de acumulación y disciplina interna de una y otra colectividad.
No pocas veces el PN compareció a las elecciones con una candidatura fuertemente hegemónica, completamente dominante de la interna partidaria (por ejemplo el herrerismo entre los años 20 y 60 y el wilsonismo entre los 70 y fines de los 80), mientras que el PC ofrecía dos o tres alternativas relativamente equilibradas y potentes electoralmente,  bien diferenciadas en sus perfiles (por ejemplo- y simplificando- un perfil riverista y un perfil batllista). Era entonces gracias a la suma de los aportes de ese "menú" más diverso y balanceado,  que resultaba vencedor. 
Los lectores de cierta edad conocen este hecho "par coeur", pero es razonable pensar que para otras generaciones de lectores estos hechos no necesariamente sean  familiares y entendernos  como sociedad en el curso de la Historia es crucial para situarnos en el presente y hacia el futuro.

Tomemos dos ejemplos,  bien distantes en el tiempo, que ilustra lo antedicho:
1.1) En las elecciones presidenciales del  28 de noviembre de 1926, el PC se impuso obteniendo 141.533 sufragios, contra 139.959 del PN. El electo presidente, Juan Campisteguy, obtuvo 97.475 votos, siendo larguísima superando por Luis Alberto de Herrera, que obtuvo 139.959 votos. Pero mientras en el PC a la fórmula de Campisteguy se sumaba la de Julio María Sosa, que aportó 43.929 votos adicionales (a los que deben sumarse 149 votos al Lema), en el PN se dió una escisión que resultó fatal: Lorenzo Carnelli votó "fuera del Lema", como " Partido Blanco Independiente", obteniendo 3.844 votos. Conclusión: si Carnelli hubiera aportado sus votos al PN, este habría totalizado 143.803 votos y el PN habría pasado de perder por 1594 votos a vencer por 2250 votos, lo cual habría conducido a Herrera a la Presidencia.

1.2) A la salida de la dictadura, a  mediados de 1984, la interna del PN era ampliamente dominada por la fórmula Zumarán-Aguirre, acuñada por Wilson, quien no sólo estaba proscripto sino recluido justamente  en Trinidad, fórmula a la que apoyaban la inmensa mayoría de las listas blancas. Por su oposición a la dictadura y al Pacto o Acuerdo del Club Naval, esta candidatura aparecía además posicionada en el centro-izquierda del espectro político, con un fervoroso y pasional discurso. Es de recordar, por ejemplo, el discurso del Dr. Gonzalo Aguirre al asumir la candidatura a la vicepresidencia, calificando a al Dr. Sanguinetti como "colorado recalcitrante y enemigo visceral del Partido Nacional" (sic). Ironías del destino, habría de ser el mismo Dr. Aguirre quien prestara uno de los mayores servicios al Dr. Sanguinetti, al ser uno de los redactores y defensores centrales de la "Ley de Caducidad de la Pretensión Punitiva del Estado", en el acto de gobierno probablemente más cuestionado y polarizador de  la primera presidencia post-dictadura.
Volviendo a 1984, es de elemental honestidad reconocer que la comparecencia de los tres partidos al acto eleccionario se hizo en condiciones nada equitativas. El PN estaba privado de su referente central, cuyo carisma personal, su capacidad como polemista, orador, etc., lo hacían  muy difícil de vencer en las urnas y casi imposible de sustituir.
En el FA no sólo permanecían proscriptos referentes como el Gral. Seregni, sino sectores políticos enteros, como, para mencionar el más significativo, el Partido Comunista (así, por ejemplo, la tradicional lista 1001 del FIDEL, en aquella elección debió presentarse como 10.001).
En cambio, en el PC la afectación era mínima, básicamente consistente en la proscripción del Dr. Jorge Batlle. Por otra parte, era un "secreto a voces" que quien había encabezado desde la interna militar el proceso de diálogo con los partidos políticos, el Teniente General Hugo Medina, estaba apostando fuertemente al triunfo electoral del Dr. Sanguinetti. Hecho que por cierto, abandonó definitivamente el terreno de la suspicacia para instalarse en el de la evidencia, cuando, ya en el gobierno del  Dr. Sanguinetti y  tras la gestión de Dr. Juan Vicente Chiarino como Ministro de Defensa, quien le reemplazara en la cartera fuera el Teniente General Medina ya retirado, el mismo que se decía había guardado en su caja fuerte citaciones judiciales a oficiales militares para responder por violaciones a los derechos humanos, acto que constituiría un flagrante desacato a las normas constitucionales, y que se dijo que generaba una situación de "riesgo de quebranto institucional" (sic), eufemismo utilizado como justificativo para presentar la referida Ley de Caducidad.

Por ende, en 1984, entre los dos partidos tradicionales, que eran quienes tenían chances de alcanzar la victoria electoral, toda pretensión de mínimo rigor histórico debe comenzar por reconocer que "la cancha esta muy flechada" a favor del PC y que no era una contienda ni normal ni justa.
Pero, volviendo al análisis de las  tácticas electorales, en el PC,  la fórmula Sanguinetti-Tarigo era claramente mayoritaria,  se posicionaba como batllista y opositora a la dictadura,  con un tono discursivo muy moderado y afincado en posturas de centro y mínima confrontación (claramente reflejadas en el slogan central de su campaña: "Por un cambio en paz"). 
Pero el PC albergaba también  la fórmula Pacheco Areco -Pirán, que aportaba un considerable caudal de votos. Que además se ubicaba muy francamente a la derecha del espectro político, cubriendo completamente ese flanco. Por ejemplo, no es ningún secreto que la mayoría de los más fervientes colaboradores o partidarios de la dictadura militar votaron en 1984 a las listas pachequistas, haciendo que el PC "barriera" todo el abanico desde el centro a derecha. Y por si fuera poco, el PC incluso  presentaba alguna lista, dentro de las que apoyaban a Sanguinetti-Tarigo, como la CBI liderada por Manuel Flores Silva, donde revistaban algunos ex-militantes de la izquierda del 71, con un discurso con tonalidades de centro izquierda. El PC estaba así cubriendo  casi todo el frente de ataque y si bien la estrella era el centrodelantero, y jugaba más con el puntero derecho que con el izquierdo, la divisa colorada se abría en abanico, a lo ancho de casi todas las sensibilidades políticas. Incluso, tradicionales votantes blancos de filiación conservadora, fundamentalmente de Montevideo, "asustados" por la  aparente radicalización que observaban en el PN,  a lo largo de la campaña electoral, se volcaron ostensiblemente hacia votar al PC. Es hoy bien sabido que ante esa circunstancia, y casi in extremis, Wilson Ferreira apeló a su viejo y leal correligionario, el Escribano Dardo Ortiz (quien  debe ser reconocido por su digna actitud opositora durante la dictadura)  para que encabezara una lista alternativa a la principal, que se situara más a la  derecha y que actuara como muro de contención para el votante más conservador.

El Escribano Ortiz prestó el servicio que su partido necesitaba y logró frenar el drenaje, pero la inteligente táctica de Ferreira no logró alcanzar su fin. En el acto electoral del 25 de noviembre de 1984, el PC obtuvo 777.701 votos contra 660.773 del PN y 401.104 del FA. Así, el Dr. Julio María Sanguinetti ganó la Presidencia de la República y la ventaja obtenida por el PC sobre el PN fue muy amplia: 116.928 votos. Sin embargo, mientras la fórmula Sanguinetti-Tarigo obtuvo  592.061 votos, la fórmula Zumarán-Aguirre obtuvo 554.443 votos, con lo cual la diferencia entre una y otra era de apenas 37.681 votos, una diferencia bastante ajustada (para la época, significaba apenas un par de diputados de diferencia en la bancada parlamentaria). La explicación de la muy clara victoria colorada, una vez más, no residía en la fórmula principal, sino en las alternativas. Mientras Pacheco-Pirán obtuvo 183.801 votos, Ortiz-Ferber obtuvo 83.237 y la única lista blanca encabezada por dos colaboradores de la dictadura, Payssé-Maeso, apenas 21.644 votos. En la listas que "cubrían el flanco derecho" de ambos partidos, el PC aventajó al PN en 78.920 votos. Dicho de otro modo, las dos terceras partes de la ventaja obtenida por el PC se construyó en la muy diferente performance de las fórmulas "menores".
Este esquema táctico, de brindar una oferta electoral diversa y atractiva para amplias masas de electores, sigue indudablemente vigente. Si se quiere ganar, hay que mostrar cierta diversidad, conjugada en equilibrio, pero que permita acumular apoyos de diversos segmentos sociales. No se trata de pretender ser lo que los politólogos denominan un partido "catch-all" (literalmente, que agarra todo, que captura votos en todo el espectro), porque un tal partido sólo es posible a expensas de una enorme dilución de las posturas resultantes, o de tener un discurso que más que matices, ampara una ambigüedad extrema. Pero sin llegar a esos extremos, poder apelar a diversos recursos para llegar a diversos electores, sigue siendo una vía casi forzosa para el triunfo electoral.
Dado que la legislación electoral vigente obliga a los partidos a presentar candidaturas presidenciales únicas, el momento donde puede expresarse esa diferenciación, esos matices, ese abanico de opciones, es en las elecciones internas partidarias, para luego tratar de, negociaciones mediante, asegurar que las posturas de las diversas alas, aunque sea parcialmente, serán contempladas por quien resulte vencedor.
Así por ejemplo, en las últimas elecciones internas, el FA ofrecía entre sus opciones,  dos de muy marcadas diferencias de discurso e imagen (Astori y Mujica), y no obstante el triunfo muy claro de Mujica, la integración de la fórmula presidencial Mujica-Astori, un giro hacia un poco  más de formalidad en la imagen y de moderación en el discurso de Mujica y sobre todo, la incidencia de Astori y sus sectores afines en el gobierno actual, muestran que el FA aplicó  muy puntillosamente esta vieja "receta ganadora", con las necesarias adaptaciones al sistema electoral actual.
Desde esa perspectiva, es interesante analizar hoy la táctica de cada Partido de cara a las internas, y el rol que en ella juegan sus jugadores principales, así como los elementos objetivos que los impulsan en una u otra dirección. A ello nos abocaremos en la segunda parte de esta nota.


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