lunes, 30 de septiembre de 2013

El acuerdo Leopoldo Amondarain







Es notorio que nunca he sido partidario de acuerdos con los salvajes colorados. El acumulativo de años nos enseña que nunca nos fue bien. Siempre fue una secuela de traiciones, felonías y divergencias sustanciales, propias de partidos que estaban en mutuas antípodas; es muy difícil compaginar o mezclar, intentos similares hubo muchos: blancos continuadores de una figura impoluta como la del Libertador Oribe, antiimperialistas, con honradez administrativa, conductas intachables, con gente del Pardejón Frutos amigos y servidores de cuanto imperio anduvo en la zona, por ende antinacionalistas, ignorantes de la honradez administrativa y por si falta alguna frutilla, traidores al padre Artigas. Todo eso puede corresponder a los que tenemos un sentimiento y principios de carácter casi religioso del nacionalismo blanco. Contra los que al revés carecían de ellos. Pero en el correr del tiempo se ha ido formando otra masa ciudadana que respeto y hasta puedo comprenderlos, que hoy están alarmados y aterrados por los cambios trascendentes y negatorios de valores que a través de la vida de la Nación la han formado. O sea aquellos conceptos tradicionales que hicieron la patria de Artigas, Lavalleja, Oribe, de moral familiar donde campeaba el respeto a padres y abuelos, o sea a los mayores. Donde el repudio a la droga sea marihuana, cocaína hoy, mañana podrá ser hachís u opio, ¿por qué no? era conceptual. La defensa y justificación de la sodomía, orgullo gay, incrementación y justificación de los delitos de la minoridad, explicando la culpa de la sociedad y no del delincuente propiamente dicho al que subliminalmente se le protege, la persecución permanente, con crítica correspondiente mediante, a la familia cristiana, organizada y regulada por principios sustanciales de respeto al ser humano y de un sano temor a Dios y demás etcéteras, hace que se fuercen acuerdos que en otro momento serían impensables. Creo que uno de los argumentos fuertes es que en el estado social en que está el país, con todas las irregularidades y entregas, idas y venidas, “como te digo una cosa, te digo la otra”, incluyendo la entrega a los imperios o aspirantes a tales, léase la resignación de soberanía a estados vecinos poderosos, ejemplos porteños y cambás, hace además una pérdida de sentimientos nacionales alarmante, que justificaría acuerdos tan disímiles como los que se proponen. Claro lo que no se está teniendo en cuenta es el peligro real y que, no obstante, fue expresado: que la coalición pueda perder. Y si el Frente ganase, las consecuencias serían más trágicas aún. El resultado sería ruinoso. Porque además la desesperación por ocupar cargos, lleva a los políticos a mezclar agua con aceite, o sea blancos con colorados, y despersonaliza el sentimiento partidario y daría en el futuro lo mismo una cosa que la otra. Se da mucho más en el Partido Blanco que en el Colorado. Por aquel viejo acierto del Dr. Herrera propio del carácter emocional que tiene el partido, “qué lindo sentirse blanco”, se entra a perder. Al colorado le da lo mismo, no tiene ese apego por la divisa, pero nosotros somos distintos, particularmente en campaña, allí donde los colorados saben que están en default ya hay intentos “inteligentes” de extender el pacto Montevideo a la campaña, o sea el Partido Blanco, donde en la mayor parte de los departamentos gana solo, por destrozo, tendría que llevar a rastra a los colorados para defenderlos. Negocio del “tío Bartolo”, nadie acuerda para perder o para revivir muertos, cada uno que se defienda con la fuerza que pueda tener, es lo justo. Montevideo es distinto aquí no hay demasiados apegos partidarios, salvo en los blancos, es difícil hacernos votar aunque soy soldado disciplinado, nunca voté fuera del lema y no pienso hacerlo jamás, me cuesta y no creo que pueda suplir una balota blanca por una rosadota. Decía Wilson “los blancos con los blancos”, un hermoso lema para los que ponen la Patria y el Partido por encima de la ambición personal de cargos. Tragarse a Julio María, a los Batlle, y por qué no a don Pedro, cuyo padre (él no es culpable…) persiguió a los blancos y particularmente a Wilson, son sapos muy difíciles de digerir. Me costaría mucho ver sentado en el Honorable Directorio tanto a Sanguinetti como a Bordaberry, en los lugares donde se sentaron desde Oribe, Leandro Gómez, Herrera, y Ferreira entre otros. Como tampoco me veo entrando a la Casa del Partido Colorado y fotografiarme debajo de la foto de don Pepe Batlle con su sobretodo negro y su mirada de odio hacia los blancos. Es un tema complejo, ¿qué será peor el actual Frente o la vuelta a sentarnos asociados con un Partido Colorado que en las primeras de cambio, como fue su costumbre siempre, nos va a traicionar con el propio Frente? O es que alguien se imagina que si ganasen los blancos en Montevideo, ni qué hablar en el país, el Frente o el propio Partido Colorado ¿no buscarán un acuerdo entre ellos, volviendo a traicionarnos? Por eso me parece más positivo la tesis del senador Larrañaga, que limita el acuerdo específicamente a Montevideo, ante lo inevitable de los hechos. Soy nacionalista, no sé cuánto viviré, sólo pido ¡que me dejen morir como blanco y cristiano, envuelto en esa mortaja nívea y con un crucifijo en la mano!



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