elMontevideano - Laboratorio de Artes
02.06.2013 /
El
día es hoy y los años son 80. O como le gusta decir a él: “cuatro veces
veinte” o “dos veces cuarenta”. Él es el ciudadano Horacio Arturo
Ferrer Ezcurra, más conocido como el poeta Horacio Ferrer. Sí, el de la Balada para un loco, el de Chiquilín de Bachín,
el presidente de la Academia Nacional del Tango. “Es que no hay que
disimular la cantidad de años; al contrario…. Llegué. Y me podía haber
quedado tantas veces en el camino. Tengo doce operaciones, empezando por
la cesárea que le hicieron a mi madre cuando nací y en la que participé
activamente con un papel protagónico”, dice y se ríe con ganas, como
festejando esa travesura semántica que se le acaba de ocurrir, mientras
el sol de la tardecita porteña entra por la ventana de su “bulín de la
calle Ayacucho”, en el octavo piso del Alvear Palace Hotel, donde vive
hace más de cuarenta años.
La
historia dice que todo empezó el 2 de junio de 1933, en Montevideo,
cuando nació ese hijo del profesor de Historia Horacio Ferrer Pérez y
Alicia Ezcurra, cantante lírica, recitadora y capaz de hablar cuatro
idiomas. Fue un año después de la inauguración del Alvear Palace, el
sereno lugar donde dialoga con Clarín.
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¿Qué es eso de cumplir ocho décadas o cuatro veces veinte?
Son ambas cosas y es sorprendente como le digo a Lulú, de quien soy el hombre y a quien no defino como mi mujer porque
no la compré en ninguna subasta o remate. Es la mujer con la que
comparto la vida desde hace 32 años cuando la conocí en el bar La
Poesía, de Bolívar y Chile.
¿Eso hace a las ocho décadas o a las cuatro veces veinte?
Claro,
es una de las vivencias de las ocho décadas. En aquel momento yo tenía
48 años y ella 34. Lo llamativo es que todavía hoy le sigo llevando 14…
(risas). Fue un encuentro maravilloso.
¿Cómo entró el tango a tu vida?
Creo
que también fue destino. Que me gustara el tango no fue muy original
porque estaba en la radio y todo eso. Pero creo que la afinidad vital
que el tango tiene musicalmente, poéticamente, estéticamente,
orquestalmente, es tanta y tan rica que me apasionó de entrada, tanto en
Montevideo como en Buenos Aires. Yo tenía casa allá y aquí, que era la
casa de la familia Ezcurra, la casa de mi mamá argentina, porteña y
sobrina bisnieta de Juan Manuel de Rosas.
¿Hay diferencias entre la vida actual y aquella, cuando realmente tenías 40 o 20?
Pasa
que he disfrutado de la vida en todas mis edades. Disfruté de la
amistad de mis amigos, de las reuniones en Montevideo o en Buenos Aires.
Son cosas que uno trae, la propensión a la conversa, a la reunión, a
escuchar música juntos…
Igual, hay diferencias entre aquellos días y el tiempo actual…
La
juventud es un fenómeno espiritual. El decrépito puede ser el cuerpo
pero la juventud es un fenómeno espiritual. Tengo un espíritu
emprendedor y, para mi bien o para mi mal, sigo inventando cosas, sigo
escribiendo y eso es perduración y vocación de una obsesión hermosa que
se llama poesía. En este lugar mágico, tengo una bibliotequita de mis
poetas predilectos y sigo leyendo poesía para seguir aprendiendo, porque
su prodigio es insondable. Y bendigo que el Señor Dios me haya dotado
con alguna condición para ser poeta.
O sea que te definís de profesión poeta…
Soy
un poeta por naturaleza. En lo que llamaba declamación, mi mamá era
hija de Alfonsina Storni. Entonces, yo vengo a ser nieto de Alfonsina
Storni porque aprendí a recitar con mi madre. Eso es tener mucha suerte
en la vida. Haber tenido conexión con una poeta tan maravillosa y la
posibilidad de trasmitir mis versos recitándolos. Los versos no son para
leer, son para oír, como la música. Es el dominio del aire en la música
y la poesía que, a su vez, están juntas en el tango. Por ejemplo: “Fue a
conciencia pura que perdí tu amor, nada más que por salvarte” (canta).
Allí está la palabra y la música unida y es difícil sustraerse cuando
uno la escucha.
Acabás de salir de un problema grave de salud.
Sí,
fue algo serio porque estuve muy grave (un golpe en la cabeza por una
caída obligó a una operación delicada). Pero tengo una glándula que me
funciona siempre: la de la voluntad. Puse mucha para mejorarme porque
creo que a los médicos hay que ayudarlos, hay que chamuyarlos,
orientarlos, porque el enfermo es uno y uno quiere ser curado. Entonces,
hay que abrir las compuertas, ser dócil, escuchar y dejarse llevar.
Eso es el significado de la palabra “paciente”…
Sí... el paciente inglés. Soy el paciente criollo, pero dio resultado.
Volvamos al tema de los 80. ¿El número redondo golpea?
Para
nada. Es lo mismo cumplir 79, 80, 81. Lo que pasa es que uno tiene la
perspectiva de lo vivido desde una torrecita más alta. Y puede verlo en
perspectiva y pensar con satisfacción que las macanas han sido pocas.
¿Y qué se ve en esa perspectiva?
La
paz de no haber hecho ninguna hazaña al revés. Y la felicidad de haber
hecho las cosas bien o, al menos, haber intentado hacerlas bien. Y tener
una impecable foja familiar y de amigos.
La perspectiva permite ver para atrás, y también para adelante…
Siempre
miré mucho lo que estaba por venir. Y ahora está introducida la figura
de la muerte Pero la figura de la muerte está siempre. Es la única
certeza que uno tiene desde que nace Es verdad, te puede pisar un
colectivo, pero es más probable que una persona mayor capote. Tiene que
ver con la perspectiva con que se miran las cosas y siempre me importó
eso. Siempre busqué disfrutar lo que tenía de gentil, de bueno, de
esperanzado y de ilusionado. Siempre he sido un iluso al que se le
dieron muchas cosas de sus ilusiones. Es muy grande tener una compañera
como Lulú, un hábitat como éste, haber emprendido una novela
sorprendente de poder fundar una Academia Nacional. Hay que tener mucho
tarro, buena compañía y perseverancia para poder ver que yo, que no nací
en la Argentina pero que me siento muy argentino, pueda ofrecerle a la
Argentina una Academia Nacional del Tango.
Tal vez ese sea tu mayor logro. Ahora, ¿cuál es tu asignatura pendiente?
Muchas…
la poesía. Quiero seguir escribiendo poesía. Después de mi larga
enfermedad, de la que estoy totalmente sano y repuesto gracias a los
médicos que me operaron y los enfermeros que me atendieron y gracias a
mi médico personal que es Arturo Famulari, estoy contento porque me
sanaron y me reiniciaron en el camino de la vida, de la existencia.
Entre existir y vivir hay unas diferencias importantes pero para poder
vivir primero hay que existir.
De la larga serie de tangos que hiciste, ¿cuál es el mejor?
Sin
dudas “Balada para un loco”, porque eso fue un cambio de estética, una
cosa aventurada, audaz. Fue una canción con ritmo y estética de un tango
muy renovado. Fue un triunfo muy lindo que el público finalmente la
adoptara como una expresión de un tango diferente. Piazzolla también lo
disfrutó mucho.
¿Y el próximo tango no podría ser el mejor?
No
lo sé. Tengo un montón de tangos en ciernes, pero los tengo allí, en
una especie de verborario o de sortilegio por ser. Siempre tengo ideas y
nunca me canso de buscar novedades en el tango porque por su armonía,
su ductilidad, su temática, siempre permite hacer cosas nuevas.
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