El trovador cubano regresa a Buenos Aires para presentar su nuevo disco, “Renacimiento”. Antes, habló con Clarín sobre la muerte, el “pecado” del silencio y la crisis musical.
Por Pedro Irigoyen
Clarín.com
¿Por qué la idea de renacer a esta altura de su carrera?
Renacimiento tiene dos connotaciones, una es que utilizo pequeños destellos de la música renacentista y barroca dentro de las canciones. En segundo lugar, como símbolo. Realmente siento que este disco es un renacimiento; después de haber hecho muchos discos con determinadas características me parece que este es absolutamente distinto, por los arreglos, por la forma de enfocar la música y por los textos, que también reflejan una nueva actitud ante la vida y ante las temáticas que siempre he abordado.
El disco comienza con “En paz”, con la letra del poeta mexicano Amado Nervo hablando acerca de la muerte, ¿es un tema recurrente en su pensamiento?
Fue una especie de testamento, no mío, pero bueno, de Amado Nervo. Creía que tenía mucho que ver conmigo y lo puse como primera canción del disco. La muerte y el tiempo son temas muy recurrentes en mí, desde niño me embargan el pensamiento y las tengo muy presentes, como algo inevitable e ineludible para todos. En la medida en que uno se va acercando, se piensa más, no es que no quieras morir, sino que te preguntas el destino del hombre, la universalidad, la existencia del hombre. Cosas que no te preguntabas cuando joven, cuando vivías desesperadamente, te divertías, sufrías, te reías, pero no era tan determinante el pensamiento de la muerte, hoy sí.
¿Tiene alguna teoría personal sobre lo que sucede después de que uno muere?
Soy absolutamente ateo, eso es otra cosa. No creo en ninguna religión, tampoco soy comunista. Simplemente no creo, soy agnóstico desde que nací, no creo en la existencia de ningún Dios, en la existencia de nada sobrenatural que no sea el hombre, los planetas, las estrellas, la tierra, la luna, el sol y esas cosas que son tangibles, que se pueden ver y tocar, pero más nada. Eso apoya mi filosofía de que después de la muerte no hay nada, absolutamente nada.
En este trabajo ha hecho un homenaje a los ritmos tradicionales cubanos...
Sí, he tratado de mostrar que hay una música, y que hay una música buena. No refiriéndome a mi música, sino a que hay géneros buenos de música que se pueden explotar y no vivir el caos y la pobreza de música popular que estamos viviendo en el mundo. Yo creo que hay fuentes de donde sacar buenos géneros, como son la música barroca, la renacentista y las músicas populares de cada pueblo. En este caso, en el mío, la conga, el guaguancó, la rumba, la guajira, el son, el danzón, son todos temas de una riqueza rítmica y melódica extraordinaria, da para hacer millones de canciones todavía y no caer en lo que hemos caído. Creo que el mundo está sufriendo, no solamente Cuba, una crisis musical poderosa, lo más barato que yo haya escuchado en los 70 años que tengo de mi vida.
¿Cuáles son los géneros que tan poco le gustan? ¿Habla del reggaetón, de la electrónica?
Hay millones, aquí el reggaeton, allá el no sé qué, allá el no sé cuanto. Cada uno tiene su expresión valedera, entre comillas, que no sirve para nada, y lo que se está haciendo hoy no sirve para nada. Es en general, claro que hay excepciones, pero en su mayoría lo que debiera oír el pueblo en un 95 por ciento es música buena, porque eso es lo que se merece el pueblo.
El éxito de la fusión depende del talento de cada cual; hay veces que lo que sale es un chorizo y otras que salen realizaciones valederas, depende del talento del artista que lo haga. Pero es una moda y también es una pretensión que, bueno, en mi modesto criterio, la mayoría de las veces sale un chorizo que no se sabe ni lo que es.
En “Dulces recuerdos” hay cierta nostalgia revolucionaria, cuando habla de abril del ‘77...
Fue el mes en que se legalizó el Partido Comunista en España. El tema hace alusión a una persona que presenció ese día, y en el 2012 se pregunta dónde ha estado, qué ha hecho, por qué ha pasado por todo esto y está desengañado, cuánto diera por estar aquella noche allá.
¿En qué han fallado aquellos sueños de revolución en los que tanto creía su generación?
No, mis sueños de revolución no se han ido, yo sigo siendo un revolucionario y creyendo en las revoluciones, en lo que no creo es en los sistemas que han fracasado hasta ahora. Es notable la presencia del fracaso de los sistemas, tanto uno como el otro, ninguno beneficia al ser humano hasta ahora de manera igualitaria. Entonces, ese es un problema que hay que resolver todavía. ¿A través de qué? A través de una revolución, pero esa revolución no llega, esa verdadera revolución. Y cuando hay un atisbo de que ha llegado, pues se pierde en el camino.
¿Cuáles son los pilares de esa verdadera revolución?
Que el sentimiento igualitario y la justicia prevalecieran, que el estado de libertad prevaleciera en todos los sentidos, que la tolerancia prevaleciera en todos los sentidos. Eso ya sería una fuente de riqueza extraordinaria, proporcionaría al ser humano felicidad, tranquilidad, paz y un modo de vida saludable y de calidad.
Volviendo al disco, en “Los males del silencio”, dice que el silencio envejece.
¡Hombre, claro! Es que ante estas situaciones que está viviendo el mundo no nos podemos quedar callados. Y el que calla es porque peca, tanto como el que lo hace, ese es el mensaje de la canción. Nos han acostumbrado al silencio y ante el silencio hay que rebelarse, no hay que tenerle miedo a las palabras ni al resultado de las palabras. La gente tiene miedo al resultado de las palabras, entonces se afianzan donde están, en sus asientos, en sus casas, en sus trabajos, se afianzan en la comodidad, en definitiva. Entonces, todo eso hay desecharlo para hablar y para decir las cosas como hay que decirlas.
Hay un tema dedicado a La Habana, con la cual está tan fuertemente vinculado, ¿cómo la ve hoy? ¿Cómo ve a Cuba y a sus vecinos latinos?
La veo tal como relato en la canción, muy alegre, con muchas ganas de vivir, pero por otro lado triste y mustia por la situación que se está viviendo. Y confío en que La Habana va a ser otra Habana, Cuba va a ser otra Cuba, confío en eso completamente y a eso le canto, en eso creo. Con respecto a Latinoamérica, la situación es muy favorable, creo que hay que tener en cuenta dos cosas: la tolerancia y el respeto al pueblo, lo que el pueblo desea para cambiar. El pueblo no solamente desea votar fríamente por un presidente progresista, sino que ese presidente tenga la visión de ser tolerante y conceder las libertades por las que el pueblo lo ha votado para que este continente sea mejor.
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