domingo, 29 de septiembre de 2013

PERIODISMO UNA CARTA PARA MEDITAR. Por Julio Dornel.



                                   Escritor y periodista Julio Dornel




Enero de 1959. Con el Dr. Alfredo Mehelen y algunos vecinos recorríamos las calles de Cebollatí festejando el triunfo de la Revolución Cubana encabezada por Fidel Castro. A partir de aquella fecha comenzamos a recibir la Revista Bohemia editada en La Habana por el periodista Miguel Ángel Quevedo y convertida en el semanario más importante que circulaba en Cuba debido fundamentalmente a sus editoriales políticos. Esta publicación estaba al servicio de quienes luchaban contra el régimen dictatorial de Fulgencio Batista, por lo cual no resultó difícil que se convirtiera en el medio más importante del periodismo cubano. Sin embargo a los pocos años Miguel Ángel Quevedo debió exilarse en Miami (EE UU) donde finalmente se suicidó, dejando una carta donde reconoce los errores cometidos durante su apoyo al régimen impuesto paulatinamente por Fideo Castro. En momentos que el periodismo vive una dramática encrucijada con motivo del manejo diabólico impuesto por algunos medios, ofrecemos a nuestros lectores la parte sustancial de la carta mencionada, con la esperanza de que pueda rectificar rumbos de quienes por el solo hecho de escribir en un medio se olvidan que pueden estar representando intereses tendenciosos, capaces de destruir la integridad física y moral de una nación.
CARTA DE UN MUERTO.
Sé que después de muerto lloverán sobre mi tumba montañas de inculpaciones, que querrán presentarme como el “único culpable de las desgracias de Cuba”. Yo no niego mis errores ni mi culpabilidad. Lo que sí niego, es que yo fuera el único culpable. Culpables fuimos todos, en mayor o menor grado de responsabilidad. Culpables fuimos todos. Los periodistas que llenaban mi mesa de artículos demoledores arremetiendo contra todos los gobernantes. Buscadores de aplausos que, por satisfacer el morbo de las multitudes, por sentirse halagados por la aprobación de la plebe, vestían el odioso uniforme de “oposicionista sistemático”. Uniforme que no se quitaban nunca. Había que atacar. Había que destruirlo. El pueblo también fue culpable. El pueblo que compraba la Revista Bohemia, porque ella era el vocero de ese pueblo. Y todos, por resentidos, por demagogos, por estúpidos o por malvados, somos culpables de que llegara al poder. Fue culpable el Congreso que aprobó la Ley de Amnistía, y los comentaristas de radio y televisión que los colmaron de elogios. Y la chusma que los aplaudió deliberadamente en las graderías de la República. Bohemia no era más que un eco de la calle. Aquella calle contaminada por el odio, que aplaudía a Bohemia. Fueron culpables los millonarios que llenaron de dinero a Fidel para que derribara al régimen. Los militares traidores que se vendieron al barbudo criminal. Y los que se ocupaban más del contrabando y del robo que de las acciones militares de Sierra Maestra. Fueron culpables los curas de sotanas rojas que mandaban a los jóvenes de la Sierra a servir a Castro y sus guerrilleros. Fueron culpables los políticos abstencionistas que cerraron las puertas a todos los caminos electoralistas. Y los periódicos que como Bohemia les hicieron el juego, negándose a publicar nada relacionado con aquellas elecciones. Todos fuimos culpables. Todos. Por acción u omisión. Viejos y jóvenes. Ricos y pobres. Blancos y negros. Honrados y ladrones. Virtuosos y pecadores. Muero asqueado. Solo. Proscripto. Desterrado. Traicionado y abandonado por amigos a quienes brindé generosamente mi apoyo moral y económico en días muy difíciles. Todos deshumanizados y fríos me abandonaron en la caída. Ojalá mi muerte sea fecunda y obligue a la meditación”.
Lo dicho en el título: Una carta para meditar y también una dura advertencia a los medios de prensa.


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