Una rareza que se ha convertido en tendencia en los últimos años
Las cenizas de cientos de hinchas de
equipos de fútbol de Montevideo han sido esparcidas en varias canchas.
Lo que a primera vista parece una rareza, se ha convertido en una
tendencia al momento de cumplir con la última voluntad del fallecido.
Eduardo Delgado
El País
Los futbolistas profesionales, que son los
gladiadores contemporáneos, buscan la victoria sin saber que pisan
tierras sembradas con las cenizas de fanáticos que tiempo atrás los
ovacionaron desde las gradas.
Con o sin autorización de los directivos de los clubes,
muchas personas se han encargado de cumplir con la solicitud de sus
familiares fallecidos, o con su propia convicción acerca del último
deseo que aquellos hubieran manifestado, de haber tenido oportunidad.
"En varias oportunidades ha pasado en el Estadio
Centenario; es habitual. Al año hay tres o cuatro casos. Respetamos
muchísimo eso, se pide por escrito y se autoriza", comentó Mario
Romano, gerente de la Comisión Administradora del Field Oficial (CAFO).
"La mayoría baja y esparce las cenizas por el estadio,
luego el viento va haciendo su trabajo. Es un acto muy emotivo, muy
íntimo de cada familia", agregó.
En el Gran Parque Central, estadio del Club Nacional de
Fútbol, los funcionarios ya no se sorprenden ante las solicitudes.
Después de las reformas en la cancha, realizadas en 2004, se lleva un
registro de las personas cuyos restos fueron dejados en la cancha: la
cifra supera las 60, dijeron fuentes del club.
En general, las cenizas se diseminan en los
costados del campo de juego, y siempre se intenta coordinar el ritual
para días en que no hay trabajos de mantenimiento del césped
ni tampoco entrenamientos del equipo principal o de otras divisionales
de la institución, buscando así el marco de silencio y respeto
imprescindible.
El Club Atlético Peñarol no tiene estadio pero sí un
complejo como Los Aromos en el que ponen la mira los familiares de los
hinchas fallecidos y cremados. La política de la directiva aurinegra es
contraria a los rituales funerarios en sus predios, pero estos se
producen de todos modos.
Los socios tienen permitido concurrir a los
entrenamientos dos veces a la semana, y en esas instancias se han
realizado ceremonias "clandestinas".
Años antes de morir, un padre le solicitó a su hijo
ser enterrado con la bandera de Peñarol, y que luego de la cremación sus
cenizas fueran esparcidas en Los Aromos. Estando en el sanatorio, poco
antes de fallecer, le pidió que cuidara a sus hermanas y le recordó su
última voluntad. El joven no dudó y más allá de la negativa de la
directiva, esparció las cenizas del padre en los árboles que están
detrás de uno de los arcos.
A fines de la década de 1990, algunos futbolistas
del plantel principal de Peñarol supieron que más de una vez se
esparcieron cenizas en Los Aromos, y reclamaron entonces que no se
permitiera más, ya que consideraban que la costumbre traía malos
espíritus, según comentó a El País un directivo que prefirió no ser
identificado.
Otros templos.
En un país tan futbolero, también entre los
denominados "cuadros chicos" o "en desarrollo", se encuentra instalada
la misma práctica.
En Danubio, dirigentes y funcionarios saben de
muchos casos de familiares que esparcieron cenizas en la cancha del
barrio Jardines del Hipódromo. Algunas veces la directiva es notificada
antes de la ceremonia, y en otras, las personas van directamente al
estadio e ingresan en general saltando los portones del fondo. En 2013
se cuenta que hubo cuatro casos.
Una de las últimas ceremonias fue la de un joven que
murió recientemente y era fanático de "la franja", informó un
funcionario de Danubio a El País.
En el estadio Luis Franzini, de Defensor Sporting,
muchas veces ocurrió que se diseminaran cenizas de personas fallecidas,
recordó el expresidente de la institución Fernando Sobral.
Según Daniel Jablonka, actual presidente de "los
tuertos", se podría hablar de cuatro o cinco casos por año. Los
interesados en cumplir con la ceremonia, piden autorización a la
directiva del club, que casi siempre responde afirmativamente. Los ritos
involucran a socios muertos que fueron muy allegados a
Defensor, entre ellos exdirectivos y exfuncionarios del club. En varias
ocasiones, además de familiares y amigos íntimos, concurrieron
autoridades y exautoridades del club.
No hay ningún lugar del estadio Franzini destinado para esto, sino que cada familia elige en dónde arrojar las cenizas.
Uno de los últimos casos fue el de Luis Martínez,
quien ocupó el cargo de vicepresidente del básquetbol y actuó como
dirigente de juveniles de fútbol del club. Falleció en junio de 2011, y
con su esposa Jeannette Gervasio se habían comprometido a que, si uno
moría, el otro se encargaría de esparcir las cenizas en el Franzini.
"Conocí a mi marido en 1975 y a fines de ese año
comencé a ver a Defensor; al año siguiente salió campeón y rompimos los
esquemas", dijo. Desde esa época, siguió al cuadro "de la farola", junto
a sus tres hijas y dos nietos que ya son socios. "Defensor es una
familia grande, es la ventaja de ser pocos", comentó. La señora recordó
además que su marido "era muy fanático; siempre dijimos que el día que
faltara uno, lo tiraran en la cancha. Él siempre decía que quería ver el
partido desde abajo. Pusimos la mitad de las cenizas en cada arco,
porque él se movía hacia donde atacaba Defensor. Toda la dirigencia
estuvo en la cancha ese día. Y conmigo va a pasar lo mismo", concluyó
Gervasio.
Exjugadores.
El Parque Viera, estadio de Wanderers, también
guarda historias similares, al menos dos de ellas de exjugadores del
club cuyos familiares cumplieron sus deseos de que sus restos cremados
terminaran sobre el césped de la cancha del Prado. Jorge Nin recordó que
Ángel Cuevas, un lateral derecho que compartió planteles con Obdulio
Varela, pidió el ritual a través de una carta dirigida a sus familiares.
Meses atrás, un hijo de Jorge Nin, que lleva su
mismo nombre y es dirigente de Wanderers, recibió la llamada de la viuda
de otro exfutbolista. La mujer le contó que su esposo fue lateral
izquierdo y pidió que sus cenizas fueran esparcidas en el Viera. Nin fue
a buscarla a su casa y la llevó al estadio, a realizar el sueño de su
esposo.
El contador Carlos Maisonnave era un fervoroso
hincha de Wanderers, una pasión familiar ya que su padre fue jugador del
club. Todos los fines de semana, cuando el equipo era local,
asistía al Parque Viera, y por ello, tras su muerte, varios familiares
coincidieron en que ese campo era el lugar indicado para esparcir sus
cenizas.
Una tarde soleada de febrero de 2012, unos 15
familiares, entre ellos algunos niños, fueron hasta la cancha e hicieron
una especie de vuelta olímpica, arrojando las cenizas. Martín
Maisonnave, hijo de Carlos, dijo que fue "muy emotivo y creemos que
justo". Recuerda que se cruzaron con futbolistas del plantel principal
del club y conversaron con algunos de ellos explicándoles la situación.
"Se dieron cuenta de la importancia que tiene para ciertas familias la
institución donde ellos jugaban", afirmó.
El exdirectivo de Liverpool y exministro de Turismo,
Héctor Lescano, confesó a El País que hay varios ejemplos de actos
solemnes desarrollados en la cancha de ese club.
Uno de esos casos pasó por la directiva en el año
1993, y se aprobó -con acta incluida- que en la cancha se esparcieran
las cenizas de un hincha fallecido, recordó Lescano, quien estampó la
anécdota en el libro Los Negros de la Cuchilla.
"Se recibe solicitud de cumplir con el deseo expreso
del asociado Gregorio Arocena de que sus cenizas sean esparcidas en el
campo de juego de Belvedere. Afirmativa", reza el acta.
Beatlemaníaco que vio a Paul, descansa hoy en el Centenario
José Luis Tróccoli era fanático de Los Beatles desde
joven y ya había descartado, como una ilusión irrealizable, la
posibilidad de presenciar un concierto de alguno de los integrantes de
la banda más famosa de la historia del rock.
En abril de 2012 estaba con serios problemas
pulmonares cuando esa ilusión se materializó: su esposa y su hijo lo
sorprendieron con el regalo de una entrada para el concierto de Paul
McCartney en el estadio Centenario.
Por su estado de salud le costó ir al concierto,
pero lo hizo y no se cansó de comentar que para él fue "un
acontecimiento inolvidable".
Después del recital, Tróccoli le pidió a su esposa que, en caso de
fallecer, esparciera sus cenizas en el Centenario, el lugar donde
había cumplido su sueño de ver y escuchar a un beatle.
Semanas después, Tróccoli murió y Laura Souto
averiguó cómo podía hacer para cumplir con el deseo de su esposo.
Solicitó el permiso en CAFO (Comisión Administradora del Field Oficial) y
lo obtuvo. Varios familiares la acompañaron ese día al estadio.
Souto destacó el respeto con que la trataron los funcionarios en un momento tan especial.
La viuda usa actualmente el celular que utilizaba su
marido; en el aparato sigue habiendo un video con unos segundos del
recital que Tróccoli grabó emocionado y que ella guarda como un pequeño
tesoro familiar.
"Poder cumplirle un sueño antes de morir, y otro después, no tiene precio", dijo.
Más clubes.
Varios presidentes de otros clubes del fútbol
profesional confirmaron a El País que se volvió más habitual el
esparcimiento de cenizas en sus campos deportivos.
El presidente de River Plate, Álvaro Silva, afirmó
que el último caso fue el del famoso Francisco "Pancho" Míguez, un gran
hincha de los "aduaneros" que trabajaba en Cutcsa e inmortalizó la frase
de queruza la merluza. "Era un tipo muy especial, muy original,
legendario; su decisión resultó un honor para mí y todos los allegados".
Míguez, que murió hace un par de meses, fue autor del repertorio de
aliento permanente a los colores de su pasión.
Guillermo Rodríguez Misa, presidente de Central
Español, dijo a El País que en el Parque Palermo también se han sumado
varios ejemplos a lo largo de la historia del club. Uno de los últimos
últimos casos fue el de Héctor Fraga, quien fuese vicepresidente de la
institución y tesorero, y que además apoyó las finanzas desde su
herboristería La Selva. El nombre de este club se debe curiosamente a
que nació frente al Cementerio Central, en 1905. En su estadio del
Parque Batlle, también llama la atención un monolito que da frente a la
cancha y tiene una plaqueta en "Homenaje a los socios desaparecidos".
En Racing de Montevideo, una de las ceremonias que
involucró a famosos y está entre las más recordadas por su actual
presidente, Raúl Rodríguez, fue la del "Pecho" Pérez, hermano de Julio
Pérez, uno de los campeones de Maracaná.
"Jugó al fútbol, no con el suceso de su hermano,
pero además trabajó mucho por el club. Pero hay otros casos en que se
arrojan las cenizas y la directiva entrega una bandera a los familiares;
diría que en promedio hay una ceremonia por año, no es algo raro. La
gente elige el lugar, el arco de la calle Millán, o contra el alambrado
en que el hincha se paraba a mirar los partidos, o por toda la cancha",
explicó a El País el presidente de Racing.
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