sábado, 30 de noviembre de 2013

ESTO TAMBIEN ES HISTORIA. EL REGRESO DE DON LUCIANO. Por Julio Dornel.



                                                   Escritor y periodista Julio Dornel




En la última reunión del Consejo Editorial de la Revista Histórica Rochense, el periodista Víctor Larrosa Moreira, nos hace entrega de un valioso documento publicado en el Diario El Este, donde se detallan las gestiones realizadas para localizar los restos mortales de Don Luciano Velázquez. Bajo este mismo título, Larrosa comienza señalando: “una vez que presenté en la Junta Departamental el deseo de que los restos del fundador de nuestro pueblo fueran traídos al lugar donde siempre debieron estar, comenzó lo que fue una larga entrada al túnel del tiempo. Nadie, ninguno de los descendientes, ya sean nietos, bisnietos y tataranietos que viven en la zona, sabían dónde estaban sus restos, y si bien apoyaban fervorosamente nuestra propuesta, muy poco sabían del fundador. La Junta Departamental apoyó por unanimidad el pasaje de nuestras palabras a la Comisión de Patrimonio, pero poco más se pudo hacer. Una fría mañana de junio recibo en mi oficina a mi amigo y tocayo, Víctor Velázquez trayendo según sus palabras, “algo que va a interesar”, era la partida certificada de defunción de Don Luciano Velázquez y que databa del 29 de septiembre de 1912. Era un inicio cierto, teníamos la fecha de su fallecimiento y con ello la posibilidad cierta de saber donde se encontraban sus restos. No pasó ni una semana y estábamos con Víctor, Blanca (mi esposa) y Leandro (mi hijo) instalados en la oficina del cementerio de Rocha, y donde la encargada Andrea Acosta y otra funcionaria, nos atendieron muy bien y juntos iniciamos, una maratónica búsqueda entre libros gordos, anchos y viejos del sepelio de don Luciano. Nuestra alegría se diluyó rápidamente, cuando una vez encontrado el registro de su defunción, no había registro del lugar donde se habían depositado sus restos. Luego de casi tres horas de búsqueda y estábamos a punto de retirarnos, una de las funcionarias encontró en un libro el registro del niño donde estaban los restos. Nuevamente nuestra alegría sufre un tropiezo, ya que del descubrimiento surge que el nicho había sido vendido en el año 1952 a Don Antonio Graña Velázquez, persona que había fallecido en 1990. No sabíamos quién era, pero presumíamos que por su segundo apellido era descendiente de Luciano. ¿Qué hacemos ahora? , le digo a mi tocayo Víctor Velázquez con un dejo de tristeza y derrota, quien con su característica sabiduría me dice: “Vamos a situarnos frente al nicho, por ahí hay algo que lo recuerde. Fueron minutos y estábamos frente al nicho. Víctor, un funcionario de necrópolis y yo. De todas las placas, ninguna hablaba de Don Luciano Velázquez, pero sobre la parte superior izquierda había una que decía “A ANTONIO GRAÑA. Siempre te recordaremos. PIQUILO AMARAL”, lo miro y le digo a Víctor, “Tocayo, acá esta la punta de la madeja. Conozco a Piquilo Amaral desde que abrí los ojos y sé que si puso esa placa, es porque era muy amigo de don Antonio Graña, y sé que también en algún momento debieron hablar de Don Luciano. Salimos en búsqueda de Piquilo. Yo sabía que vivía en el barrios Treinta y tres y no fue difícil encontrar su casa y llegar a ella, estaba con unas cuantas copas arriba, casi no lo conozco y el tampoco. Tras unos minutos de estudio mutuo, entre ladridos de perros, le digo Piquilo!!! y él me dice Cachito!!! Un largo abrazo motivó aquel encuentro, eran más de 10 años sin vernos y después de los 30 envejecemos rápido, largo rato recordando viejos tiempos y le digo lo andábamos haciendo, empezó a reír y a decir “20 metros, síganme”. Salimos con Víctor que no hablaba de tan sorprendido. Ya en la calle empezó a gritar. Doña Ema, Doña Ema. De una casa a 20 metros, una señora viejita le responde: ¿Que pasa Piquilo? Mire, mire…me toma de un brazo y me muestra, y aquella mujer para mi desconocida, me dice “Tu sos Víctor Larrosa el hijo de Urada!!! Sin saber quién era la abrace…”Soy Ema, amiga de tu madre desde joven, sos igual a tu padre, te he visto por televisión y te he escuchado por radio, imagínate la emoción de este momento. Le dio que andábamos haciendo y me dice Antonio es mi esposo, nosotros somos los dueños del nicho, adonde esta el abuelo Luciano. Antonio lo compró el último día antes de la reforma del cementerio, porque nadie quiso hacerse cargo. Antonio dijo, yo no voy a dejar que tiren al osario los restos del abuelo, cuando quieran los llevamos a Velázquez donde deben estar, ese fue su pueblo. Silenciosamente nos abrazos con Víctor. Varios días después nos encontramos nuevamente los tres para abrir el nicho, allí estaban los restos del fundador en una chapa roída por el tiempo. Comenzaba de esta manera el tan esperado regreso de Don Luciano a su pueblo, que quiso hacer el 30 de setiembre de 1912, pero que un día antes la muerte le puso una zancadilla….

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