domingo, 10 de noviembre de 2013

Las reservas del Banco Central argentino siguen en caída libre


Siempre que cayeron a un ritmo tan acelerado fue previo a devaluaciones


Se cae a la misma velocidad a la que en otros tiempos subía el índice de riesgo país y generan más o menos la misma inquietud: el nivel de las reservas del Banco Central, convertido en el nuevo termómetro de la fragilidad económica argentina, no hace más que dar malas noticias.
Aun aquellos argentinos que no tienen muy claro para qué sirven, cuánto es un nivel deseable y qué consecuencias podría traer su caída, entienden que la disminución de reservas se transformó en un tema preocupante.
“En un futuro no muy lejano, el conteo diario de la caída de las reservas puede llegar a convertirse en el morboso indicador de la decadencia del modelo, al estilo del riesgo país en tiempos del 1 a 1” de la convertibilidad cambiaria, pronosticaba a comienzos de año el economista Federico Muñoz, uno de los primeros en dar el alerta sobre la incapacidad del gobierno para detener la sangría de dólares. Y el tiempo demostró que su advertencia se está convirtiendo en realidad: las reservas se transformaron en un protagonista en la tapa de los diarios, y el conteo de su caída empezó a ser una rutina obligada.
Hay números como para deprimirse un rato largo.

-En lo que va del año, y con el cepo cambiario en su versión más estricta, la caída ya alcanza los US$ 8.800 millones.

-Desde el récord histórico alcanzado en enero de 2011, la pérdida llega a US$ 18.200 millones.

-Solo en octubre, cayeron US$ 1.400 millones.

-La tendencia muestra momentos de aceleración, como la baja de US$ 500 millones en apenas dos días, luego de las elecciones legislativas.

Pero esto no es lo peor, porque a fin de cuentas uno podría plantear que US$ 33.000 millones que todavía se conservan en las arcas del Banco Central es mucho dinero.
El tema es que la relación entre reservas y PIB se está acercando a uno de sus mínimos históricos, además de ser el tercer puesto más bajo del ranking regional. Actualmente es 6,7%, y la proyección de la Fundación Mediterránea es que en dos años pueda caer hasta 3,6%.

Argentina también pierde en la comparación con los otros países de la región: excepto Venezuela y Ecuador, todos los vecinos tienen un mejor ratio reservas/PIB. Si el gobierno argentino se propusiera la meta de tener el mismo ratio que Uruguay, entonces tendría más que cuadruplicar su actual nivel de reservas, llevándolas a US$ 136.000 millones.
Y hay todavía más datos para preocuparse. Según el informe de la Fundación Mediterránea elaborado por Marcelo Capello y Néstor Grión, tan grave como el bajo nivel de las reservas es la velocidad a la que están cayendo.
De hecho, el actual proceso solo puede compararse con la acelerada pérdida que sufrió el Banco Central en el período 1945-49 –durante el primer gobierno peronista– y en el final de la década de 1970 –durante el gobierno militar–. En ambos casos, el epílogo fue una fuerte devaluación.
Caída libre
Lo cierto es que el nivel de las reservas del Banco Central está bajo la lupa de los expertos, que dedican sus esfuerzos a diagnosticar el problema, proyectar qué tan grave puede seguir siendo la caída y debatir las consecuencias de este problema. Los economistas advierten que, debido a la memoria inflacionaria de la sociedad argentina,  el mercado exige un respaldo en reservas para los pesos circulantes, en una proporción mucho más alta que la que se necesita en los países con una historia de estabilidad monetaria. De manera que la sensación de que “algo hay que hacer” está flotando en el ambiente desde hace tiempo. Se han venido tomando medidas tendientes a atenuar la pérdida, pero todas con resultados parciales.
La más reciente es la imposición a las seis mayores exportadoras de cereales de tener que financiarse en el exterior, con bancos o con sus casas matrices, para los gastos de preexportación.
El razonamiento es que, al dejar de pedir en el mercado local, se quita presión sobre la brecha cambiaria con el dólar paralelo y se alivia, indirectamente, la presión sobre las reservas.
También se espera un mayor ingreso de dólares por parte de organismos multilaterales como el Banco Mundial, luego de algunas señales market friendly enviadas por el gobierno, como el acuerdo de pago a accionistas de las empresas privatizadas que estaban en litigio desde hace una década.
Antes, se había intentado impulsar un bono para que grupos empresariales trajeran dólares desde el exterior, aplicándolos a inversiones de largo plazo, como la exploración petrolera en Vaca Muerta. La novedad es que ese bono, nominado en dólares, podría ser canjeado en un mercado secundario –a un valor más cercano al blue que al oficial–, lo cual supondría que, por primera vez, el gobierno estaría dispuesto a aceptar un desdoblamiento cambiario de hecho.
La simpatía no alcanza
Pero, aunque admiten que las medidas van en un sentido correcto, la mayoría de los analistas no dejan de considerarlas como “parches” que no resuelven la inconsistencia de fondo. “Es como tener una bañera que pierde agua y que llegue alguien y te ofrezca como ayuda una botella de un litro y medio. Es un pequeño alivio que no resuelve el problema de fondo”, afirma Gastón Rossi, exviceministro de Economía.
Más tajante al respecto es Federico Sturzenegger, expresidente del Banco Central, para quien “el gobierno ha tomado la decisión de comerse las reservas; se va a poner cepo ajustando el cepo, de acá a 2015 vamos a tener más de lo mismo”.
El argumento para este pesimismo es que, tanto el añopróximo como en 2015, habrá mayores obligaciones financieras externas y que no habrá forma de que estas mejoras parciales compensen el mayor gasto. De hecho, las predicciones sobre cómo seguirá el nivel de reservas son bastante escépticas. Tanto que el actual nivel de
US$ 33.000 millones será añorado como “los buenos tiempos”.

Para Martín Redrado, extitular del Banco Central: “Vamos a llegar a 2015 con US$ 18.000 millones, con un Banco Central vacío de contenido y sin posibilidades de darle previsibilidad a la gente”.
En tanto, el informe de Capello y Grión indica que, de continuarse la política de usar reservas para cancelar deuda, entonces se llegaría a 2015 con un nivel de US$ 19.600 millones.
También para Hernán Lacunza, exgerente general del Central, el nivel de reservas de aquí a dos años se ubicará en torno de US$ 20.000 millones. “El gobierno hace rato que ha decidido sacrificar reservas antes que devaluar”, argumenta.
¿Entrando en zona de riesgo?
En este marco, el país es un hervidero de rumores sobre inminentes medidas que buscarían algo difícil: devaluar sin devaluación.
Es decir, generar un efecto similar al de una devaluación, para que frene la salida de dólares por turismo e importaciones, al tiempo que vuelvan las inversiones externas. Pero hay que hacerlo de tal modo que el gobierno no quede mal parado, ya que Cristina Frenández de Kirchner ha dicho repetidas veces que no consentirá una devaluación brusca, porque eso implicaría favorecer a “los sectores concentrados” en detrimento de los asalariados.
Entre las medidas que se dan por seguras aparece un impuesto a la importación de automóviles, un recargo adicional para el turismo y un eventual cupo para el uso de tarjetas de crédito en el exterior –algo que ya experimentó Venezuela–.
En cambio, no está tan claro si habrá un desdoblamiento formal del mercado cambiario, al estilo de la década de 1980. Es un tema que genera discusiones dentro del equipo económico del gobierno y sobre el que, en última instancia, decidirá la presidenta luego que reasuma sus funciones.

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