martes, 26 de noviembre de 2013

“UN AMOR DE LAVALLEJA” Por Julio Dornel.



                                                      Escritor y periodista Julio Dornel




El historiador y escritor brasileño, Rubens de Ávila Carrasco, radicado en Santa Vitoria do Palmar, ha publicado diversos trabajos sobre la trayectoria de los principales protagonistas de nuestra historia patria. En esta oportunidad recoge una publicación de la revista Pan (1939) donde su autor, Atilio Piano, relata en sus mínimos detalles la existencia de un amor secreto de Juan Antonio Lavalleja, en circunstancias que preparaba en Buenos Aires la histórica Cruzada Libertadora.. Por su extensión, recogemos detalles fundamentales del artículo, donde su autor nos introduce en la relación sentimental de Lavalleja y su deseo de llevar adelante la “conspiración”.
La solitaria Calle Larga de Buenos Aires vio pasar uno tras otro treinta y tres hombres envueltos en amplias capas, con sus cuellos levantados hasta la nariz. Todos entraron en un viejo caserón con sus ventanas cerradas, mientras que la pesada puerta de madera dura se abrió treinta y tres veces. Juan Antonio Lavalleja preside la reunión. Allí se estaba formando la expedición libertadora, que el 19 de abril desembarcaría en Arenal grande, después de atravesar el río en frágiles lanchones de pescadores. Terminada la reunión Lavalleja abandona el viejo caserón de la Calle Larga, ocultándose de la mirada de los delatores. Entra a su casa, suspira profundamente mientras siente una voz que le pregunta: ¿Eres tú Juan Antonio?. Dos brazos desnudos envuelven su cuello, mientras le dice: Estaba con miedo. ¿Por qué? Porque esta conspiración que organizas puede traerte desgracias…y quizás la muerte. También él había pensado en la muerte, no por la vida que estaba dispuesto a sacrificar a cada instante, sino por la soledad y el abandono en que dejaría a la mujer que amaba. Ahora estaban juntos, sentados ante una mesa sobre la cual se extendía un mapa repleto de líneas y nombres que se cruzaban. “Mañana saldremos de Buenos Aires-dijo Lavalleja- y llegaremos a este punto de la provincia de Entre Ríos. Con la extremidad de un corta papel de metal, fino como un estilete, va apuntando sobre el mapa, el camino que pretende recorrer con los treinta y dos compañeros conjurados para la aventura. Atravesaremos el río Uruguay en los lanchones y desembarcaremos tal vez aquí, o más allá pero dentro de esta zona. En ese momento se toman de las manos, se miran a los ojos en silencio y sus cerebros se llenan de visiones. Ella lo rompe para decirle: “Te quiero mucho, pero no te retengo. Ve a la lucha, tu patria te necesita, pero no me olvides. Es poco mi sufrimiento comparado con el dolor de las madres uruguayas. El apoya sus labios sobre su frente fría y pálida. “Eres intrépido y vencerás, comandando un puñado de héroes sin armas y sin dinero, contando solamente con el ardiente patriotismo que les llenaba el corazón. Ve y enciende la llama que el destino te ayudará, pero no te olvides de mi Juan Antonio”. Lavalleja no encuentra palabras para responderle. Crepita la llama de la lámpara y las sombras de los muebles danzan sobre las paredes. Cansada, callaron sus palabras generando sueños agradables en el cerebro de Juan Antonio, haciendo sonreír y apretar las manos de la mujer que todavía retiene entre las suyas. Las primeras horas del día invaden el aposento. Es el día de la separación los ojos de la mujer están secos, las manos de Lavalleja están temblando, y los últimos minutos parecen eternos.
No me olvides, Juan Antonio…
NUNCA!
Llévame en tu corazón…
SIEMPRE”
Quiéreme bien..
SIEMPRE”.


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