viernes, 13 de diciembre de 2013

Radio El Espectador cumple 90 años de historia

Aniversario
 
 
La historia de El Espectador comenzó en abril de 1922, cuando la filial uruguaya de la compañía General Electric puso en el aire, con un pequeño transmisor de 10 vatios de potencia, las primeras emisiones de prueba.
La radio había irrumpido en el mundo apenas 17 meses antes, con la estación norteamericana KDKA, y todavía habría que esperar unos días para que la BBC de Londres estuviera en el aire.

General Electric no pretendía, en realidad, instalarse como operador radiofónico, sino impulsar la creación de un nuevo mercado. Pocos meses antes había introducido a Uruguay los primeros receptores a galena, que se agotaron pocas horas después de ser puestos a la venta.

El ahora histórico transmisor -que se conserva en la sede de la gremial de broadcasters uruguayos, Andebu- sirvió para emitir los primeros espacios musicales, transmisiones en directo desde teatros e incluso la primera transmisión de un partido de fútbol en Uruguay y posiblemente en el mundo, el 1º de octubre de 1922.

Ese día, Claudio Sapelli -un destacado empleado de General Electric- se instaló en la azotea del desaparecido diario Del Plata y relató, en base a los reportes cablegráficos que recibía, todo un partido entre Uruguay y Brasil que se disputaba en Río de Janeiro por el V Campeonato Sudamericano.

En 1923 las transmisiones de prueba se convirtieron en regulares y radio General Electric asumió el nombre de Radio Sud América General Electric (e identificada por la sigla CWOS), basando su programación en la información deportiva y la música.

La fecha oficial de inauguración asumida por la radio, y registrada en Andebu, es el 14 de diciembre de 1923. La inexistencia de registros oficiales hizo imposible determinar con exactitud el momento en que nuestra emisora comenzó a emitir regularmente, razón por la cual hubo que adoptar arbitrariamente una fecha en la cual no hubiera ninguna duda sobre la vigencia de la radio.

La potencia de salida, a esa altura, era de 1.000 vatios.

En ese momento la emisora se había instalado en lo que era el Colegio Americano de Señoritas (hoy Instituto Crandon, en las calles 8 de Octubre y Garibaldi). La antena estaba en la azotea del edificio y el estudio en una pieza en el subsuelo, en el mismo piso donde dormían las internas del colegio.

La actual denominación se asume formalmente el 15 de mayo de 1931, cuando General Electic se desvinculó definitivamente de la emisora.

El Espectador era, antes de ser el nombre de la emisora, el de su principal programa periodístico (radio Diario El Espectador, donde confluían la información y la sátira política), y rinde homenaje a una de las obras fundamentales del pensador español José Ortega y Gasset.

Ya en ese entonces, cuando hacer radio tenía un fuerte componente de experimentación e improvisación, el perfil periodístico estaba claramente delineado en nuestra radio.

En 1931 El Espectador da otro paso que marcará un camino en la radiofonía mundial: firma el primer contrato de la historia entre un medio de comunicación oral y una agencia internacional de noticias.

La situación resultó tan extraña para la propia agencia de noticias UPI que sometió el tema a un estudio particular antes de acceder a prestar el servicio. Hasta entonces, las agencias sólo prestaban servicios a los medios escritos y las radios se nutrían de lo publicado en la prensa.

Así, se obtuvo por primera vez el acceso directo a la información internacional.

Los teletipos estaban en la sede de la agencia de donde, dos o tres veces al día, un mensajero en bicicleta recogía los cables.

Pero ese espíritu innovador no se detenía ¿Por qué no llevar las terminales al mismo estudio de la radio y disponer así de la información al instante? Hasta entonces, a nadie se le había ocurrido y hubo que vencer muchas resistencias de UPI para lograr concretar el proyecto.

Con la complicidad del gerente general local y sin el conocimiento de la casa matriz, el experimento se llevó a cabo.

Nuevamente, El Espectador abría un camino que después se convertiría en una rutina en todo el mundo.

1940 - 1970: la consolidación

La Segunda Guerra Mundial agudizó la necesidad de recibir información y El Espectador terminó de consolidar su perfil periodístico.

El Reporter Esso, con la voz de Héctor Amengual, se convirtió en un ícono de la primicia informativa.

Simultáneamente, el apoyo de Uruguay a los aliados llevó a institucionalizar espacios editoriales: Opina El Espectador pasa a ser otro emblema de la radio uruguaya, difundiendo los ideales democráticos dominantes en el país.

También en esta década se consolida como género ineludible para el gran público el radioteatro. Actores y actrices de primer nivel integraron los elencos de El Espectador.

Empresarialmente, se convierte en una sociedad anónima que opera con el nombre de Difusoras del Uruguay S.A., integrando a una segunda emisora -Radio Sport- al proyecto.

Las dos décadas siguientes son consideradas como la época de oro de la radiofonía uruguaya, ya que florecieron con éxito una gran diversidad de formatos y contenidos.

Avanzando en la línea periodística, El Espectador crea el primer Servicio Informativo tal como se le concibe hoy. El periodista Hugo Milton Infantino, que luego sería figura central en ambas márgenes del Río de la Plata, fue en estas instancias pieza clave para esta consolidación.

De cualquier manera, en el recuerdo colectivo son las fonoplateas los productos dominantes. Era la radio en vivo y las entradas se agotaban siempre al menos dos semanas antes de la transmisión.

Las fonoplateas abarcaron programas cómicos, de entretenimiento y musicales.

En los primeros participaron libretistas y artistas de la calidad de Julio Suárez ("Peloduro"), Carlos Maggi, Manuel Flores Mora, Paco Amaral, Boby Pimentel, Julio César Castro y Roberto Barry. Programas como "La gaceta sideral", "Los risatómicos", "Humoradas", "La patrulla chiflada" o "El comisario de Cerro Mocho" perduran aún hoy en el recuerdo popular.

Los programas de entretenimiento precedieron a los que luego popularizaría la televisión. Preguntas y respuestas, sorteos y premios se alternaban en la programación de El Espectador con gran aceptación del público.

Los musicales en vivo tuvieron en la dirección de Walter Alfaro una usina generadora de algunos de los eventos más memorables de la época. Nat King Cole, Marlene Dietrich, Dizzy Gillespie y Paul Anka desfilaron ante los micrófonos de El Espectador en exclusiva para todo el país.

1970 - 1980: la caída

Dos hechos golpean con fuerza a la radio uruguaya en la década del '70: el auge de la televisión y el golpe de Estado.

La radio pierde lugar a favor de su nuevo competidor y la información comienza a ser un terreno muy peligroso.

El Espectador sufre la situación general y la pérdida de Héctor Amengual en su dirección, lo que la priva del tipo de liderazgo que entonces se precisaba.

La crisis deriva en un deterioro general de la radio y pérdida de posicionamiento, situación de la que no se saldrá sino hasta la década del '90, cuando se produce un nuevo cambio en la titularidad de la empresa, ingresando la actual directiva.

Luis de María -destacado empresario hotelero de Punta del Este y hombre vinculado a las comunicaciones- encara la dura misión de recuperar un lugar de privilegio en el dial uruguayo.

El nuevo despegue

Con De María inicialmente y el escribano Javier Massa (hijo político de De María) continuando su tarea, El Espectador retoma el camino del crecimiento y el lugar que históricamente le pertenecía.

Con convicción y perseverancia, los conductores del nuevo proyecto de El Espectador, centraron su misión y se basaron en los valores que la habían conducido a ese sitio.

El producto recupera su lugar central en el proyecto, la independencia periodística vuelve a ser "una religión" y se procesa una adaptación a las nuevas tecnologías y conceptos que propiciaron el boom de la radio hablada sobre todo en Estados Unidos y España.

La innovación, así, vuelve a ser un valor esencial, tal como exigían los tiempos y como reclamaba la propia historia de El Espectador.

Además de la adecuación tecnológica, El Espectador volvió a marcar el camino que, lentamente, resultó luego inexorable para todos los medios de comunicación: tener una presencia fuerte en Internet.

El 7 de noviembre de 1995 – un día antes incluso de que Uruguay tuviera acceso a Internet a través de los servicios de ANTEL- “espectador.com” se convierte en la primera radio uruguaya en Internet.

Desde entonces, el crecimiento de E.com ha sido exponencial, volcando cada vez más contenidos, hasta convertirse en uno de los tres medios de comunicación en Internet más importantes del país.

La madurez

El 14 de diciembre de 1998 El Espectador festejó sus 75 años de existencia.

Este hito fue celebrado durante todo el año, con la organización de una serie de conferencias inéditas en el país.

El ciclo apuntó a generar reflexión sobre los principales temas de discusión en el mundo, apoyado en cuatro expositores de proyección planetaria.

Con la presencia de los principales líderes políticos -incluyendo al propio presidente de la República, Julio María Sanguinetti-, empresariales y sindicales del país, el expresidente de Polonia, Lech Walesa, abrió el ciclo de conferencias el 5 de agosto de 1998.

"Socialismo, liberalismo y globalización. ¿Qué rol deberá tener el Estado en la sociedad del próximo milenio?" fue el tema sobre el cual expuso Walesa.

El 4 de setiembre siguiente se realizó la segunda conferencia, esta vez con la mira puesta en la clonación y con uno de los protagonistas del tema, Keith Campbell, uno de los creadores de la oveja Dolly.

Jeremy Rifkin, reconocido pensador norteamericano, fue el tercer invitado de El Espectador. El 2 de octubre obligó a la sociedad uruguaya a pensar sobre el fenómeno mundial del desempleo y cómo enfrentarlo.

El ciclo culminó con otro referente del pensamiento mundial contemporáneo, el politólogo italiano Giovani Sartori.

El 28 de octubre, Sartori disparó el debate sobre la televisión a partir de sus reflexiones incluidas en su última obra, "La sociedad teledirigida".

El Espectador marcaba, así, que había recuperado su sitial de privilegio en la sociedad uruguaya, que ya no volvería a abandonar.

Reafirmando nuestro compromiso
Finalmente, siendo el 2013 el año en que la primera radio de Uruguay cumple 90 años, la dimensión del mensaje de una obra de Mario Vargas Llosa nos convenció que debía ser el eje de la campaña de nuestro aniversario.
Hace poco más de un año, la lectura de "La civilización del espectáculo", último ensayo del escritor peruano, despertó el entusiasmo del equipo de periodistas de El Espectador, así como también de la dirección de la empresa y su cuerpo gerencial.
Y es que la aguda mirada del autor sobre los tiempos que vivimos y el papel de los medios de comunicación fue lo que hizo reflexionar a los integrantes de El Espectador sobre su trabajo diario y el futuro del periodismo en general.
Se le escribió una carta personal a Vargas Llosa, contándole de su identificación con los conceptos vertidos en el libro y solicitándole su autorización para poder volcarlos en una comunicación masiva.
Pocas semanas más tarde recibimos una afectuosa carta de Vargas Llosa en la que agradecía a El Espectador haber elegido su obra y autorizaba a reproducirla sin límites.
Así nació la campaña, que contó con los siguientes mensajes:

"¿Qué quiere decir civilización del espectáculo?

La de un mundo donde el primer lugar de la tabla de valores vigentes lo ocupa el entretenimiento, y donde divertirse, escapar del aburrimiento, es la pasión universal. Este ideal de vida es perfectamente legítimo, sin duda. Sólo un puritano fanático podría reprochar a los miembros de una sociedad que quieran dar solaz, esparcimiento, humor y diversión a unas vidas encuadradas por lo general en rutinas deprimentes y a veces embrutecedoras. Pero convertir esa natural propensión a pasarlo bien en un valor supremo tiene consecuencias a veces inesperadas: la banalización de la cultura, la generalización de la frivolidad, y, en el campo específico de la información, la proliferación del periodismo irresponsable".

"Convertir la información en un instrumento de diversión es abrir poco a poco las puertas de la legitimidad y conferir respetabilidad a lo que, antes, se refugiaba en un periodismo marginal y casi clandestino: el escándalo, la infidencia, el chisme, la violación de la privacidad. Al mismo tiempo que actúan así, en respuesta a una exigencia de su público, los órganos de prensa, sin quererlo y sin saberlo, contribuyen mejor que nadie a consolidar esa civilización Light que ha dado a la frivolidad la supremacía que antes tuvieron las ideas y las realizaciones artísticas".

"¿De qué manera ha influido el periodismo en la civilización del espectáculo y ésta en aquel?
La frontera que tradicionalmente separaba al periodismo serio del escandaloso y amarillo ha ido perdiendo nitidez, llenándose de agujeros hasta en muchos casos evaporarse, al extremo de que a veces resulta difícil en nuestros días establecer aquella diferencia en los distintos medios de información".
Mario Vargas Llosa

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