martes, 3 de diciembre de 2013

Taxista inocente cuenta su pesadilla y demanda al Estado

“En el Comcar es como entrar a otro mundo...”
La República
Familia Pecotiello
La Justicia y la Policía se equivocaron con Pablo Pecotiello. Estuvo un mes preso por una rapiña que no cometió. Narra a La República su historia, los días que vivió y la demanda que piensa iniciarle al Estado por lucro cesante, daño moral y emergente.
Bronca, vergüenza, impotencia, dolor, tristeza y un sinfín de sentimientos fueron lo que debió pasar Pablo Pecotiello durante un mes en el que estuvo en prisión procesado por un delito que no cometió. Un taximetrista que pasó de una vida sencilla, tranquila y sacrificada como la de cualquier trabajador, con una familia formada y sólida, al infierno de la cárcel, donde las decisiones no son propias y los desencantos son moneda corriente en un ambiente que paulatinamente va destrozando anímicamente a cualquier persona, máxime si es consciente que está purgando una pena que no cometió.
La historia vivida por Pecotiello podría servir como guión de cualquier película que intenta mostrar la crudeza de las situaciones que por diversas causas hacen incurrir en errores a la Justicia. Pero en este caso, el actor principal lo vivió en carne propia y no se trató de una ficción, sino que responde a un hecho real.
Hace un mes la noticia de que una mujer fue asaltada por un taximetrista pegó y sorprendió a la sociedad pero se apagó tan rápido como el hecho mismo. A los dos días “salió de escena” pero paradójicamente ahí comenzó el infierno para Pecotiello.
Hace una semana, el programa de Canal 4 “Santo y seña” se ocupó del tema con datos y testimonios, reflotando públicamente el hecho. Pocas horas después, se decretaba la libertad de este trabajador ya que las pruebas acumuladas para demostrar su inocencia fueron suficientes para que se revirtiera un fallo equivocado.
En la tranquilidad del hogar, disfrutando la familia y tras haber procesado las primeras horas “en libertad” intentando volver a la rutina, “el cabeza” como le conocen amigos y vecinos del barrio Cerrito de la Victoria, accedió a hablar con LA REPÚBLICA de todo, contando en detalle una historia que comenzó cuando lo despertaron abruptamente en su casa mientras descansaba de una jornada laboral más…
“El 29 de octubre, en la mañana mi señora me despierta, porque mi compañera de relevo quería avisarme que por la radio intentaban ubicarme. Después de varias llamadas perdidas, cuando atiendo, desde la Jefatura de Policía me dicen que querían hacerme unas preguntas de rutina, y si no tenía problema que un móvil me pasara a buscar. Pregunté en ese momento y hasta a los policías que me fueron a buscar de qué se trataba, pero siempre me dijeron que era una cuestión de rutina.
Después, en la Jefatura me toman declaraciones hasta que me di cuenta que había algo grave cuando me dicen “sacate los cordones, el cinto y entregá las pertenencias”. Ahí me puse a llorar, no entendía nada. Me llevaron a cárcel Central y me metieron en un recinto frío, sin luz, con olor a orín y hasta soportando insultos, porque tuve provocación de un policía que me insultó, pero cuando me dijo: “Ahora vas a ir al Comcar, porque rapiñaste a una inválida”…ahí se me cayó el mundo encima. ¿Cómo creer lo que me decían? No sé, agaché la cabeza sin entender…”
Seguía sin entender qué sucedía, pero a partir de ese momento, el trato comenzó a ser diferente. “Después cuando me llevaban al juzgado al preguntarle al policía qué pasaba me dijo: “Declará lo mismo que declaraste en Jefatura porque si no vas a ir de patas y manos…”.
Ante el magistrado era la última opción de despertar de la pesadilla. Sin embargo nada cambió. “Al juez le dije que no había hecho el supuesto viaje del taxi en el que me involucraban, porque había un horario exacto que me preguntaban. Pero según los datos que tenían, me decían que había estado en la zona; puedo haber pasado a 200 metros, pero media hora después de los hechos como se supo luego. Lo cierto es que hablando mal y pronto me estaban cocinando, mi palabra no valía nada”…
Pecotiello cuenta que incluso en el reconocimiento al que lo sometieron “me pusieron con tres muchachos a los que les duplicaba la edad y encima eran de color, con motas, o sea, que veía “la cama” por todos lados…”
La cárcel
“Un infierno” es lo primero que le sale cuando comienza a recordar el momento tras las rejas. Estuvo siete días en Cárcel Central donde dice “comparado con lo vivido después en el Comcar, es un hotel cinco estrellas desde la comida hasta el trato con la guardia, por más que yo siempre fui tranquilo y muy respetuoso. Pero lo peor fue cuando me llevaron al Comcar, desde el recibimiento de la Policía diciendo “mirá, acá está el tachero rapiñero” y otras bromas más.
El primer día junto a ocho presos más nos tuvieron en una celda, todos juntos orinando los ocho en una botella, donde todo poníamos el pito. Después nos pasaron a los boxes, con varios presos más; nos dieron un colchón pero la situación no cambió. Seguíamos orinando en una botella, debíamos hacer las necesidades en una bolsita, sin papel, y la comida la servían en un bol, comíamos con la mano, dejando el bol ahí donde pasaban las ratas que veíamos por la mañana. Ahí fueron tres días, hasta que nos pasaron al módulo 10 y la verdad es entrar a otro mundo; me sorprendió la cantidad de gente joven.
Ahí la convivencia es pesada, la verdad para alguien que nunca hizo nada comerse un garrón y encontrarse con todo eso es bravo. Te quieren cobrar peaje, te quieren impresionar, intentan apretar a ver si te pueden sacar algo, la provocación es permanente y ahí tratás de ir llevándola. Y todos los días volviéndome loco y cuando comentaba con alguno la situación, como con Cristian, -quien me ayudó a hacer la adaptación ahí-, me creían, sabían que me estaba comiendo un garrón. Y no podía evitar llorar en silencio, a escondidas porque ahí …no podés llorar, tenés que demostrar ser duro” .
Pero como la gran mayoría de las historias, esta tenía reservado un final feliz para Pecotiello. “Mi familia tenía todas las pruebas para mi libertad, solo faltaba que el juez decretara mi libertad. Y la verdad salió todo a la luz pública porque el programa Santo y Seña de canal 4 estuvo en la cárcel y dio un informe con detalles y testimonios de mi familia. Desde ese momento cambió la situación porque me trasladaron al Modulo 13, lo mejor del Comcar. Fue la mejor noche que pasé en ese infierno. Al otro día, -como ahí se podía escuchar radio- en un programa en las noticias dijeron que me habían liberado.
Igualmente me tuvieron rato en la espera, me hicieron sufrir porque estaba viendo a 20 metros detrás de la reja a familiares y amigos esperándome…
Pese a todo “no guardo rencor con nadie”
El ahora ex taximetrista sostiene que pese a que lo inculparon sin tener demasiadas pruebas, no guarda rencor. “En lo personal no tengo rencor hacia nadie, nunca fui una persona rencorosa. Mi familia sí está un poco molesta porque realmente sufrieron mucho acá afuera. Pero en realidad le erraron y fiero”.
De todos modos hoy ve la situación desde otra óptica aunque le quedan dudas de la situación. “No sé por qué todavía no encontraron al culpable, capaz que está detenido o preso por otra causa y no sé si es taximetrista porque hay cosas que a uno no le cierran. Pero bueno, en todos lados hay gente buena y mala, uno nunca sabe…En mi caso ahora todo está en manos del abogado Álvaro Méndez para que haga todo lo que hay que hacer, lo que sea necesario”.
Eso es un juicio al Estado, que el abogado estará presentando luego de la feria judicial.
Asimismo, Pecotiello quiere reconocer la tarea de su abogado, quien lo sacó de la cárcel en pocos días “y ni siquiera hablamos de dinero. El otro abogado, que tenía al principio, sí nos sacó 10.000 pesos y no hizo nada; y eso que era amigo, bueno, conocido de muchos años…”
El adiós al taxi
“Yo estuve trabajando en el taxi entre idas y vueltas casi ocho años. Pero como tuve dos intentos de robo, ambos con cuchillos en los cuales salí lastimado en una mano, porque quise defenderme y no dudé en manotear el cuchillo del asaltante, me retiraba momentáneamente del taxi. En una de las oportunidades trabajé en una camioneta escolar y después de un tiempo volví al taxi.
Posteriormente, tras el otro incidente casi de similares características, compré una camionetita con la que hice fletes. Pero me fue mal, y obligado tuve que regresar al taxi y ahora, antes de que me pasara esto, ya estaba evaluando con la familia cambiar de actividad. Claro que no quería dejarlo de esta manera, pero por ahora lo tengo decidido, nunca más al taxi”.

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