jueves, 27 de febrero de 2014

Cinco precisiones acerca de la crisis venezolana Marcelo Marchese

imagen del contenido Marcelo Marchese

Uy Press
19.02.2014

1- Un considerable sector de nuestra izquierda se espanta porque se quiera destituir un presidente elegido democráticamente


Sin considerar que los tupamaros, y media izquierda, querían destituir a Pacheco, un boxeador arribado de forma legal al gobierno; olvidando que Chávez a inicios de los 90 intentó un fracasado golpe de Estado que lo arrojara en la cárcel; y que hace muy poco la casi unanimidad de la izquierda mundial aplaudió, babeando como epiléptica, el golpe “laico” de los militares egipcios contra el democráticamente elegido presidente Mursi. Sin embargo lamentan la destitución de un presidente elegido en las urnas, como Salvador Allende o Maduro. Teóricamente, destituir por la fuerza, con miles en la calle, a un presidente constitucional, puede ser también un acto democrático y puede ser un acto constitucional. Al menos muchas constituciones amparan el derecho a la rebelión contra un presidente elegido en las urnas. Esta doble actitud, esta lamentable contradicción en el discurso, además de ser un gesto que sitúa a quienes practican esta aberración fuera del campo de las ideas de izquierda, compromete, sin embargo, a la izquierda toda, y el día que la izquierda uruguaya quiera estudiar por qué por dos veces perdió un plebiscito para juzgar los crímenes de Estado, encontrará que parte de la respuesta se encuentra en una doble moral que se indigna cuando se tortura en los regímenes enemigos, pero pone cara de sapo cuando se denuncia que están torturando en los regímenes amigos, o peor, niega la realidad con el manido argumento de la maniobra yanqui.

2- El dilema actual en Venezuela no es neoliberalismo versus socialismo. El dilema es neo-liberalismo versus populismo. Ni el populismo ni el liberalismo ponen en cuestión los fundamentos del sistema. La diferencia sustancial es que uno, para asegurarse el respaldo de la población, hace cierto reparto de la renta petrolera o sojera en tanto fortalece el rol del Estado para esa tarea, alimentando una burocracia no muy amiga de la libertad de crítica, ni por extensión, de la libertad de pensamiento. El ejemplo más señalado es el patoterismo sindical de los peronistas, y guay de quien pretenda disputarles la hegemonía.
Ante los diferentes problemas que atraviesa nuestro continente, como ser el desprestigio creciente de las instituciones democráticas, el sistema, para sostenerse, y de momento, ha generado estas dos respuestas que en el caso venezolano se enfrentan sangrientamente. El populismo, una forma de encauzar sin peligros para el sistema un gran descontento, ni siquiera aprovecha la excepcional coyuntura internacional, favorable a nuestros productos, para generar la transformación industrial. El populismo mantiene a la pobreza en la pobreza, con migajas repartidas desde el Estado, pero no transforma a nuestros países, ni económicamente ni en ningún otro sentido. Cuando encara una tibia Reforma Agraria apenas afecta la tierra de las uñas del latifundio, y sobre todo afecta las tierras fiscales realizando una tarea a medias, como todo lo que hace, y asegurando que a futuro las tierras fiscales engrosen el latifundio.
3- El populismo, como el neo-liberalismo, no confía en la democracia en su real sentido de "poder del pueblo". Cree que el pueblo es un rebaño que sólo puede ser dirigido y para eso apela a cualquier recurso, como el de un pajarico que encarna a un buen espíritu o a una mujer primigenia madre de los descamisados. El gobierno aprovecha la situación actual para cerrar filas agitando el fantasma del golpe de Estado y, cuando no, el de la injerencia yanqui. Según la mitología populista este demonio tiene un poder como el que jamás ninguna mitología, ni siquiera la hebrea, ha podido elucubrar. Ante cualquier problema que suceda en el universo, sea la democratización del mundo árabe o sea el exceso de lluvias del verano, la mentalidad paranoica encuentra al instante, y sin mayores análisis, al responsable del mal.
4- Una economía como la venezolana, con un 14% de la población viviendo en áreas rurales, con el 80% del área cultivable en manos del 5% de los productores, con un 6% en manos del 75% de los campesinos, con 30 millones de hectáreas improductivas y con las energías volcadas al petroleo, debe importar casi todos sus alimentos. Se encuentra por eso sujeta a los vaivenes de la economía o a las diferentes maniobras que se quieran perpetrar contra ella. No por causalidad en otros países se subvenciona a los agricultores. En tanto los precios suben y suben y los sueldos bajan y los capitales se fugan y la corrupción de la burocracia alcanza niveles escandalosos, el descontento gana las filas de aquellos que en repetidas ocasiones han dado la vida por un cambio. El modelo populista llega a su fin y nadie puede asegurar que lo suceda algo mejor. Es dudoso que seamos testigos de una embestida popular que reoriente la política venezolana hacia un cambio genuino.
5- Todo intento de transformación de nuestra sociedad caníbal, de forma ineluctable ha fracasado apenas se abandona ese sistema por el cual la gente aprende en tanto realiza, y se compromete con la sociedad en tanto toma las decisiones, un sistema que sólo por ráfagas luminosas ha cruzado el negro cielo de la historia contemporánea.

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