jueves, 13 de marzo de 2014

Aratirí y la resignada generación que nos gobierna Marcelo Marchese


imagen del contenido Marcelo Marchese



Uy Press

Mujica reconoció que tiempo atrás quería transformar el mundo, pero ahora se conforma con arreglar la vereda de su casa.

Tamaña confesión, tan sincera como sorprendente, no era acompañaba por un gesto resignado, sino por una sonrisa socarrona de hombre pícaro, como diciéndonos: "te canto la justa". Para ilustrarnos acerca de arreglar veredas recientemente nos regaló esta perla en su audición radial: "Un estudio, una apreciación, no sé qué del Fondo Monetario Internacional, señalaba que el Estado uruguayo puede recibir líquidos 26 mil millones de dólares en los próximos veinti y pico de años con el recurso minero. La pregunta es ¿puede el Uruguay renunciar de utilizar esos recursos?, la respuesta es: No". Aquí el lector pensará que el ex revolucionario que ya no aspira a cambiar esa dura realidad donde el hombre es el lobo del hombre, aspirará al menos a industrializar el país, a diversificar su producción, a sacarlo del penoso rol de proveedor de materias primas sin trabajo agregado en que lo han situado las economías más poderosas. El lector se equivoca. No se defiende a uñas y dientes a Aratirí por el supuesto de que generaría la ansiada industrialización, se la defiende porque aportará más dinero a las arcas del Estado: "si no se multiplican los panes, la riqueza, no hay para repartir. Si no hay políticas que distribuyan bien, no hay caso. Hay una desigualdad que nos aleja de la República".
En esto se ha convertido el plan de transformar la selva donde el hombre es el lobo del hombre para dedicarse humildemente a arreglar la vereda, en tanto confiamos en los pronósticos del F.M.I. Para arreglar la vereda tenemos que permitir que el lobo haga un desastre durante trece años y a cambio recibiremos cierto porcentaje de las ganancias que como buen lobo declarará, y con ese dinerillo sostendremos los números y abonaremos los planes de asistencia social, que tienen la virtud de mantener a los pobres en la pobreza, en tanto reditúan un plus de votos necesarios en estos tiempos tan parejos.
No creamos que la resignación del jefe del gobierno sea una conducta original. Su amigo y compañero de armas y penas, el actual Ministro de Defensa, se ha erigido en el héroe defensor de los militares acusados de las peores violaciones a los DDHH, en el campeón de las FF.AA todas y por añadidura, en el defensor acérrimo de su presupuesto. Por lo que vemos, la primera de las veredas que repararemos es la postergada vereda de los batallones.
Si tendemos una mirada a la generación que gobierna nuestro país nos encontraremos con un segmento social brutalmente resignado. "¡Cuidadito!" nos dirán, pues la resignación no implica abandonar las mañas retóricas: "¡Esta generación luchó y entregó la vida y se bancó la cana y las torturas por una sociedad donde el hombre no sea el lobo del hombre!". Es verdad, hace unos cuantos años lucharon por otro mundo. A veces, cuando los integrantes de esa generación triunfaron, llegados al poder no transformaron el mundo en ningún sentido, sino que se alinearon en el otro bando de una lucha entre imperios. Pero dejemos eso de lado, pues estamos hablando de las intenciones de esa generación y su intención era maravillosa: cambiar el mundo. La triste realidad es que sobre esa generación se abatió una sádica dictadura que a unos los eliminó mediante torturas espantosas, otros ni siquiera sabemos dónde murieron ni cómo, los de más allá, como nuestro presidente, fueron a parar a aljibes y sucuchos horrendos donde debían comer moscas y cascarudos y beber su orina, los de acullá fueron arrojados a cárceles un poco más normales, aquellos otros fueron al exilio, los de por aquí perdieron sus laburos y en fin, todos recibieron su castigo por enfrentarse al lobo del hombre. Pero en tanto esa generación restañaba sus heridas como podía, la generación siguiente, mientras se ilusionaba cantando "A redoblar muchachos la esperanza", creaba el PIT, ASCEEP y FUCVAM, y bajo una coyuntura nacional e internacional sumamente favorable, comenzaba a derrotar a la dictadura. Esa nueva generación estaba a la cabeza del movimiento, pero a causa de un endiosamiento de la generación precedente que había sido radical y absolutamente derrotada, es decir, por un endiosamiento cristiano a raíz de que habían sufrido, y no a raíz de que hubieran triunfado, cedió su lugar apenas los más viejos volvieron de la cárcel o el exilio. La vieja generación no volvió sola al ruedo político a ocupar el lugar que los jóvenes le cedían, sino que trajo consigo, arrastrándolo, todo su bagaje de metodologías, trucos, tácticas, partiditos, esquemas, maniobras, dogmas y alianzas que los había llevado a la derrota más espantosa. ¿Qué hicieron al ponerse a la cabeza del movimiento? Nos volvieron a llevar a la derrota. Aplicaron una lluvia helada a la movilización popular desde el Club Naval, donde, e inclusive lo reconoce nuestro actual presidente, los militares lograron mucho más de lo que estaban en condiciones siquiera de soñar. Además dividieron la oposición a la dictadura, pues el Partido Nacional se oponía a un pacto que alejara arteramente y por segunda vez a su candidato del sillón presidencial. Tras esa derrota vinieron todas las demás que recibiríamos en los primeros años de la "democracia": no se logró la amnistía para los presos políticos, la inmensa mayoría de las huelgas fracasarían y para colmo inimaginable, no se lograría juzgar a quienes desde el Estado perpetraron las peores aberraciones. Esta nueva derrota de quienes querían transformar la selva donde el hombre es el lobo del hombre, se sufría también en otras selvas del mundo. ¿Qué hizo la generación de la derrota y sus adláteres, la generación que propició la salida de la dictadura? Habida cuenta que sus sueños parecían ya irrealizables, decidieron empequeñecer la factura de los sueños hasta llegar a lo realizable: arreglar la vereda del capitalismo.
Los arregladores de veredas del tercer mundo no elaboran un plan industrial para generar al menos más riquezas y trabajo para todos. No. Ni se gastan en planificar esas cosas, es mucho más sencillo convertirse en abogado del diablo, o mejor dicho, en abogado del lobo, y defender con uñas y dientes una transnacional que viene a utilizar nuestra tierra y energía para hacer lo que en otros lados no le dejan hacer, recibiendo un subsidio del 66% de la energía y utilizando de un bien sumamente apreciado en el mundo, el agua potable, absolutamente gratis. ¿Qué nos darán a cambio? La mitad de las ganancias, descontada toda la inversión inicial, que ellos reconozcan obtener. Los corderos no le cobrarán al lobo por cada cordero devorado, sino que le cobrarán un canon por cada cordero que el lobo asuma haber digerido. Con el pago obtenido por esos corderos contables, aunque perjudique a las vacas y a los productores rurales, amén de perjudicar al resto de la economía nacional relacionada con dichos productores ¿qué hará el gobierno? ¿Incentivar algún tipo de industria que recicle todo el hierro que tenemos abandonado en los cementerios de autos? ¿Para qué? Rinde mucho más "repartir entre el pobrerío", para "acercarnos a la República".
Abandonar los sueños para arreglar veredas es una operación que implica necesariamente acusar a los que sueñan de "terroristas ambientales". Tampoco se pueden abandonar los sueños sin impedir que vengan alguna noche a golpearnos la puerta. Entonces, con la pesadilla latiendo en las sienes, uno va de gira por el mundo y a la primera de cambio se manda el discurso más crítico que podamos imaginar contra una civilización que nos lleva a la catástrofe. Pareciera obra de una suerte de neurosis política. A la interna propiciar los planes que el capitalismo salvaje pergeña para su beneficio, pero a la externa criticar, sin perder nada a cambio, los planes que el capitalismo salvaje pergeña para su beneficio y el perjuicio de la humanidad. Nuevamente, esta actitud no es exclusiva de nuestro actual presidente. Antes que él, otro que se vanagloriaba de haber destruido al movimiento sindical, quien fuera el más firme defensor de los militares que aplicaron el terrorismo de Estado, cuando salía de gira gustaba de presentarse como un socialdemócrata y así era tenido en el resto del mundo. "A ustedes los gobierna un socialdemócrata" nos decían los extranjeros. Ahora nos dicen: "A ustedes los gobierna un ecologista anticapitalista". No es fácil caminar por la calle al lado del extranjero intentando exorcizar el hechizo de palabras que lo atrapan. El intercambio de ideas se convierte en una operación azarosa, pues aparte de destinar energías a desbrozar innumerables malentendidos, uno debe cuidarse de tropezar todo el tiempo con las baldosas rotas.

No hay comentarios:

Publicar un comentario