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(MIRADAS AL SUR / 19 de mayo de 2013)
(MIRADAS AL SUR / 19 de mayo de 2013)
La historia popular y federalista rioplatense reconoce en Artigas a un gran revolucionario
El 24 de septiembre de 1850, una necrológica fechada en Asunción del Paraguay decía con tono lacónico: "Sólo cuatro personas acompañaron a la tumba los restos mortales de quien fuera ilustre caudillo en tierras del Plata, José Artigas. No hubo siquiera cortejo fúnebre para ese oriental que muere justo treinta años después de su expatriación, en la más absoluta pobreza y en el mayor de los desamparos. Mientras tanto, sus compatriotas siguen sin encontrar una fórmula que les permita vivir en paz."
Artigas
moría en el lugar que había elegido en 1820 para exiliarse. Había
batallado una década, convirtiéndose en el Protector de los pueblos
libres, en una referencia imprescindible para la idea del federalismo
popular. Sin embargo, las diferencias entre Artigas y los caudillos de
Entre Ríos, Francisco Ramírez,
y de Santa Fe, Estanislao López, habían pasado al enfrentamiento
abierto. En ese 1820, López y Ramírez habían derrotado a los unitarios
porteños en la batalla de Cepeda. Entraron a la Plaza de la Victoria
(hoy Plaza de Mayo) y algunos soñaron con que las cosas cambiarían.
Pero, de inmediato, los jefes federales firmaron un acuerdo –el Pacto de
Pilar– con el gobernador de Buenos Aires Manuel de Sarratea, viejo
enemigo de Artigas. El pacto establecía que se le diera "vista" al
caudillo de la provincia oriental. Pero no lo habían consultado antes. Y
las tensiones aumentaron, al punto tal que las tropas entrerrianas de
Ramírez y las orientales de Artigas terminaron chocando en la batalla de
Las Tunas. Ramírez triunfaba y Artigas con los suyos fue a Corrientes,
donde encontró el apoyo de caciques guaraníes. Artigas, con todo el
dolor a cuestas, cruzó el Paraná y se dirigió a Asunción, donde el
dictador Gaspar Rodríguez de Francia lo
acogería.
A
los 86 años, de manera súbita, terminaban los días de Artigas entre los
mortales. Apenas habían pasado 48 horas del comienzo de la primavera en
Paraguay. Veinte años más tarde, esas tierras eran regadas de sangre
por la guerra de la triple alianza. Las provincias unidas del Río de la
Plata, el sueño de Artigas y de muchos federales, había dejado paso a la
hegemonía liberal porteña, heredera de los unitarios de Buenos Aires,
que detestaban al caudillo de la provincia oriental.
¿Quién era Artigas?
El
verdadero Artigas era ocultado por la historiografía liberal creada al
compás del genocidio en Paraguay. Bartolomé Mitre, responsable en la
Argentina de aquella invasión y pionero del relato liberal porteño de la
historia, en carta a Vicente Fidel López, decía: "Los dos, usted y yo,
hemos tenido la misma predilección por las grandes figuras y las mismas
repulsiones contra los bárbaros desorganizadores como Artigas, a quienes
hemos enterrado históricamente."
El
también historiador
y político liberal López no se quedaba atrás al referirse al líder
federal: "Artigas fue un malvado, un caudillo nómade y sanguinario,
señor de horca y cuchillo, de vidas y haciendas, aborrecido por los
orientales que un día llegaron hasta resignarse con la dominación
portuguesa antes que vivir bajo la ley del aduar de aquel bárbaro."
Por el contrario, la
historia popular y federalista rioplatense reconoce en Artigas a un
gran revolucionario. Un caudillo de a caballo y de armas llevar que fue,
a la vez, un lúcido pionero del voto popular, cuando la democracia
directa no se practicaba en ninguna nación europea ni en el norte de
América. Artigas llevó a cabo la primera reforma agraria de América
latina. Fue un promotor incansable
del federalismo y peleó contra las minorías librecambistas aliadas a
los intereses británicos que pretendían mantener el monopolio de la
renta portuaria. El ideario artiguista no pensaba en el paisito sino en
la unión de los pueblos libres que habitan los territorios de las
actuales Argentina, Uruguay, Bolivia y Paraguay.
Tras
haber sido cuatrero y vivir con los indios y los criollos del campo,
Artigas entró a la milicia en el llamado Regimiento de Blandengues. Al
poco tiempo, la milicia lo convocaba a filas. Se producían las
invasiones inglesas y Artigas participó tanto de la reconquista de
Buenos Aires como de la defensa de Montevideo. Artigas peleó nuevamente
contra los ingleses.
El grito de libertad
La
creación de la Junta Revolucionaria en mayo de 1810 produjo que la
autoridad virreinal recayera sobre las espaldas de Francisco Javier De
Elío, hasta entonces gobernador de la corona en Montevideo, quien mandó a
Artigas al frente de los blandengues a sofocar los levantamientos
patriotas en Entre Ríos. Sin embargo, los patriotas los rechazaron y los
enviados por De Elío retrocedieron hasta Colonia. Tras esa primera
acción a favor de España, de inmediato Artigas se identificó con la
causa y, en febrero de 1811, desertó. No era fácil para
un hombre que tenía a toda su familia en Montevideo. Junto a un puñado
de blandengues que lo siguieron, cruzó a Buenos Aires y se puso a las
órdenes de la Junta Grande. De inmediato, le fue encomendado sumar su
prestigio y su experiencia al sitio de Montevideo iniciado por las
tropas porteñas. Fue entonces que Artigas lanzó una proclama a los
orientales para que se sumaran a la gesta independentista. Esa
convocatoria terminaba de modo vibrante: "¡A la empresa compatriotas!
Que el triunfo es nuestro. Vencer o morir sea nuestra cifra. Y tiemblen
estos tiranos de haber excitado vuestro enojo sin advertir que los
americanos del sur están dispuestos a defender su patria y a morir antes
con honor que vivir con ignominia en afrentoso cautiverio."
Es
preciso advertir que Artigas, cuando hablaba de Patria, se refería a la
América del sur y no a la provincia Oriental, que veía como una parte
más de ese sueño compartido por otros patriotas latinoamericanos. El
llamado de Artigas corrió como reguero de pólvora. Y se lanzó, al frente
de una tropa bisoña, a combatir al ejército colonial. El caudillo
oriental no tenía formación en la academia militar. Pero eso no le
impidió preparar con visión táctica y estratégica el enfrentamiento con
un ejército profesional. Artigas venció a las tropas del virrey en el
paraje de Las Piedras, al este de Montevideo y cerca del Río de la
Plata.
A
tal punto esta batalla es parte de la revolución de las provincias
unidas que el himno
nacional, en su versión completa, reconoce "ambas Piedras, Salta y
Tucumán". La otra batalla de Las Piedras fue pocos meses después y
correspondió a un combate del Ejército del Norte, en Salta, donde
también las armas patriotas se impusieron sobre las fuerzas realistas.
Este
himno era un texto escrito por Vicente López y Planes que fue aprobado
por la Asamblea del año XIII. Pero la historia de la independencia está
poblada de paradojas. En este caso, al menos, dos paradojas. Una es que
el autor de estas letras que incluyen el triunfo artiguista es el padre
del historiador Vicente Fidel López que detestaba al caudillo oriental.
La otra es que aquella asamblea pretendía ser fundacional de las
provincias unidas. Sin embargo, los
delegados de la Banda Oriental fueron segregados.
El
triunfo de Las Piedras no era interpretado de la misma manera por
quienes se reivindicaban parte de la Provincia Oriental y quienes tenían
una visión porteña y centralista. En apenas dos años, salían a luz las
diferencias políticas y también los intereses contradictorios de quienes
pugnaban por profundizar una revolución soberana y quienes buscaban
privilegiar los intereses del librecambismo británico.
Artigas,
además de ser un referente para otros caudillos federales, estaba
en un territorio en el que a las coronas británica y española se sumaba
la del imperio portugués. A tal punto el escenario oriental era
complejo, que para desalojar a quienes sitiaban a Montevideo, el virrey
De Elío autorizó a los portugueses a que se adentraran en territorio
oriental para aniquilar a las tropas patriotas. Pero, a su vez, ante esa
decisión, el gobierno porteño decidió pactar con De Elío y levantar el
sitio.
La redota
Artigas
quedaba en una situación más que desfavorable: peleaba contra los
españoles a los que se sumaban ahora los portugueses y no estaba
dispuesto a aceptar ese pacto. En vez de deprimirse, encabezó el éxodo
oriental. Esa gesta consistía en partir hasta un lugar seguro como fue
Ayuí, en la margen occidental del río Uruguay, en territorio
entrerriano, donde luego se fundó la ciudad de Concordia. La Redota, así
la bautizaron los paisanos orientales. Era una curiosa acepción popular
de derrota. Pero que no puede ser calificada como tal porque dejó a
Artigas como el primero de los líderes federales que se plantaban con
firmeza ante las decisiones centralistas de Buenos Aires.
Los
oficios diplomáticos británicos obligaron al retiro de las tropas
portuguesas. Y esa orden se plasmó en un tratado, firmado en
mayo de 1812, que aquietó los conflictos entre centralistas porteños y
artiguistas. En efecto, el Primer Triunvirato había reemplazado a la
Junta Grande. Se trataba de un gobierno centralista porteño. Manuel de
Sarratea, uno de los triunviros, fue a controlar la salida de los
portugueses y, de paso, intentó poner autoridad sobre Artigas. Autoridad
que incluía robarle las armas y las caballadas. Pero los orientales no
se dejaron avasallar. En la navidad de 1812, desde su campamento en
Costa del Yi, en el centro mismo de las tierras uruguayas, Artigas le
envió una carta a Sarratea donde afirmaba que "el pueblo de Buenos Aires es y será siempre nuestro hermano, pero nunca su gobierno actual".
De inmediato, invita al representante del gobierno porteño a retirarse.
Lejos de aceptar el convite, Sarratea lo declara "traidor a la Patria".
Ese
mismo año, el campamento de Artigas fue el lugar donde se eligieron los
diputados para la Asamblea General Constituyente del año 1813 a
celebrarse en Buenos Aires. Allí, los presentes votaron las
instrucciones que, básicamente, reclamaban la independencia del poder
español, libertad civil y religiosa y la organización de un gobierno
republicano. El gran tema era el federalismo, tema que distanciaba a
Artigas del gobierno porteño. Para neutralizar al oriental, el general
Rondeau armó un encuentro paralelo que pretendía reemplazar a estos
legítimos delegados. La brecha entre la Banda Oriental y Buenos Aires se
hacía insalvable. Ante el atropello a la voluntad popular, Artigas
abandonó el sitio de Montevideo a mediados de enero de 1814.
El protector de los pueblos
Los
desaires del gobierno centralista con varias provincias llevaron a que
Santa Fe, Corrientes, Entre Ríos, las Misiones y parte de Córdoba se
unieran a la provincia Oriental con el nombre de Liga Federal. Se
constituyeron como "pueblos libres" y nombraron a Artigas su
"protector". Se dio una circunstancia que muestra palmariamente la
coherencia del caudillo oriental. El general español Joaquín de la
Pezuela derrotaba a las tropas del general Rondeau. Conciente de las
diferencias entre Artigas y Rondeau, de
la Pezuela le ofrece un entendimiento. La respuesta de Artigas al
intento de soborno español fue contundente: "Han ofendido mi carácter
cuando le informaron que yo defiendo a su rey. Si las desavenencias
domésticas han lisonjeado el deseo de quienes claman por el dominio
español, sepa que no soy vendible ni quiero más premio que ver libre a
mi Nación."
El
gobierno porteño le ofreció una negociación: la independencia de la
Banda Oriental a cambio de que Entre Ríos y Corrientes quedaran bajo
dominio porteño. Artigas se negó y una nueva expedición porteña va a
castigarlo. Artigas llevaba años peleando contra España y Portugal, no
quería separarse de Buenos Aires pero peleaba por la igualdad de las
provincias desde una visión
federal. Los sacrificios del oriental dieron, una vez más, sus frutos.
Un tratado de paz y amistad firmado por las autoridades de Buenos Aires y
Artigas ratificó el legítimo gobierno de este y afirmaba que tanto
Entre Ríos como Corrientes podían ponerse “bajo la protección de quien
gusten”.
El congreso de los pueblos libres
Llegó
entonces uno de los momentos culminantes de la carrera de Artigas como
brillante político de todos los territorios que conformaron ese espacio
de federalismo. El oriental convocó al congreso de Oriente o Congreso de
los pueblos libres. Se
llevó a cabo en el Arroyo de la China, en Concepción del Uruguay, que
por entonces era la capital entrerriana. Concurrieron diputados de Entre
Ríos, Corrientes, Santa Fe, Córdoba y de la provincia Oriental. Los de
las Misiones (departamentos de Yapeyú y Concepción) no llegaron a
tiempo, pero se alineaban con Artigas y tenían como líder a Andrés
Guacurarí, el indio guaraní que sumó Artigas como segundo apellido.
Ese
congreso, que sesionó en junio de 1815 proclamó la independencia de los
territorios de las provincias unidas. Sucedió un año y unos días antes
del congreso de Tucumán, manejado por los centralistas porteños. Estas
provincias no asistieron al encuentro de Tucumán. La importancia, más
allá de los desencuentros
entre centralistas y federales, está en la decisión de Artigas de
avanzar en profundos cambios sociales. El congreso de Oriente decidió
una reforma agraria que incluía tierras para "los negros libres, los zambos de toda clase, los indios y los criollos pobres".
1820
Las
desavenencias con otros jefes federales hicieron que Artigas terminara
cruzando las armas de sus valientes con otros no menos valientes gauchos
federales. Como se decía al principio de esta nota, el caudillo
entrerriano Francisco Ramírez venció en Cepeda a los unitarios porteños.
Pero de inmediato
quiso desplazar a Artigas y formar una república independiente en la
Mesopotamia, con epicentro en Entre Ríos y sumando la provincia de
Corrientes así como las Misiones. Ramírez tuvo el visto bueno de las
autoridades porteñas, que pretendían desterrar definitivamente al
caudillo oriental. Entre junio y julio de 1820, las tropas de Artigas y
de Ramírez chocaron varias veces. Artigas, en el combate de Las Tunas
pudo salvarse gracias a que su hijo primogénito Manuel lo subió en ancas
de su propio caballo. El primer revolucionario del Plata, a diez años
de haber sumado su capacidad y su entusiasmo a la causa revolucionaria,
estaba sin fuerzas militares y con un escenario político desfavorable.
Tras los choques con Ramírez estuvo un tiempo en los Esteros del Iberá.
Artigas
decidió partir a Paraguay. Los porteños centralistas festejaban,
querían sellar de modo definitivo que la provincia Oriental se
convirtiera en una república separada, en 1825. Se consumaban los planes
británicos para la América del sur. Ramírez logró proclamarse jefe
Supremo de esa República de Entre Ríos en noviembre de 1820. Fue una
jefatura más que efímera. Las coincidencias entre jefes federales no
eran muchas y las intrigas de sus enemigos se colaban en sus propios
planes. Ramírez murió en combate en julio de 1821, en Córdoba.
Estos hechos cristalizan una etapa trágica para quienes querían una Patria Grande y Federal sin el tutelaje del patriciado porteño. La historiografía
liberal quiso borrar las huellas de identidad popular de aquellos caudillos. Por
eso, la conmemoración de la Revolución de Mayo en la Argentina, no
puede dejar de recordar a José Artigas como una figura central de la
gesta independentista.
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