Amanecía.
Sí, aunque parezca increíble, amanecía en Gaza. Como si el sol se
empeñase a salir a pesar del humo que salía de la única planta de
electricidad de la ciudad, que aún ardía intensamente, luego de ser
alcanzada por un misil. A pesar de la desolación de barrios enteros
destruidos, en donde el olor de los cuerpos yaciendo debajo de los
escombros de las casas derrumbadas, tornaba el aire irrrespirable.
Como si el sol no le tuviese miedo a los letales drones israelíes ni
a los inútiles cohetes de HAmas.
En una escuela de la ONU, devenida en refugio para cientos de civiles, los creyentes que aún esperaban misericordia de su dios, se preparaban para la oración matinal. En la cocina, el equipo desbordado hacía milagros terrenales para preparar el masivo desayuno.
Dentro de las circunstancias, estaban tranquilos, ya que después del mortero errante que aterrizó en la otra escuela, los funcionarios de la ONU pensaban que Israel no iba a cometer la misma supuesta e involuntaria equivocación.
Afuera, en la calle, cinco tanques israelíes volvían de su actividad nocturna.
Al parecer desde un tanque un joven soldado le gritó al otro:"Che, vamos a pegarles un susto a los de la escuela. Y así nos reímos cuando todos salgan corriendo semi-vestidos como ratas." Qué sí, que no, que a que no te animás, y dale que le disparamos por arriba. Y así fue como los cinco tanques dispararon, pero como estaban cansados y sin dormir, en vez de apuntar hacia arriba, apuntaron directo al edificio escolar.
Amanecía y de entre los escombros salían personas gritando, corriendo, asustados como ratas. Sin siquiera haber podido tomar una taza de café. Adentro quedaron un montón de muertos que no alcanzaron a ver el sol que ya brillaba radiante por sobre el humo y la polvadera de los disparos. Abandonados por la misericordia de Alá y la inmisericordia de Jehová, pasaron a ser un número más en la cada día creciente lista de casualidades civiles de una guerra muy desigual.
El ejército israelí dijo que iba a iniciar una investigación para averiguar qué había sucedido durante ese amanecer en Gaza.
En una escuela de la ONU, devenida en refugio para cientos de civiles, los creyentes que aún esperaban misericordia de su dios, se preparaban para la oración matinal. En la cocina, el equipo desbordado hacía milagros terrenales para preparar el masivo desayuno.
Dentro de las circunstancias, estaban tranquilos, ya que después del mortero errante que aterrizó en la otra escuela, los funcionarios de la ONU pensaban que Israel no iba a cometer la misma supuesta e involuntaria equivocación.
Afuera, en la calle, cinco tanques israelíes volvían de su actividad nocturna.
Al parecer desde un tanque un joven soldado le gritó al otro:"Che, vamos a pegarles un susto a los de la escuela. Y así nos reímos cuando todos salgan corriendo semi-vestidos como ratas." Qué sí, que no, que a que no te animás, y dale que le disparamos por arriba. Y así fue como los cinco tanques dispararon, pero como estaban cansados y sin dormir, en vez de apuntar hacia arriba, apuntaron directo al edificio escolar.
Amanecía y de entre los escombros salían personas gritando, corriendo, asustados como ratas. Sin siquiera haber podido tomar una taza de café. Adentro quedaron un montón de muertos que no alcanzaron a ver el sol que ya brillaba radiante por sobre el humo y la polvadera de los disparos. Abandonados por la misericordia de Alá y la inmisericordia de Jehová, pasaron a ser un número más en la cada día creciente lista de casualidades civiles de una guerra muy desigual.
El ejército israelí dijo que iba a iniciar una investigación para averiguar qué había sucedido durante ese amanecer en Gaza.
L.M.V.
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