miércoles, 16 de julio de 2014

ENTRE “LA COREA” Y EL “SAMUEL PRILIAC”. CANCHAS CON HISTORIA PROPIA. Por Julio Dornel


                                                    Escritor y periodista Julio Dornel






Hace 11 años en la contratapa del semanario ZONA CHUY, evocábamos los primeros potreros del fútbol fronterizo, donde se destacaba la cancha de QUELO en territorio brasileño como escenario natural para los primeros encuentros disputados en la década del 30 entre los clásicos rivales. Era el examen final para que algún joven pudiera debutar en la primera de algún equipo de la liga, o donde solían terminar algunos veteranos vencidos por los años. Partidos matutinos para no perjudicar el campeonato oficial y observar gurises que pretendían un lugar en el equipo oficial. Era el ascenso esperado tras muchos años de picado callejero masticando rabia y quizás soñando con algún cuadro de la capital. Promediaba la década del 50 cuando algunos vecinos consiguen el campito de Amaro Sosa, para delinear de alguna manera, algo parecido a una cancha de fútbol. “La Corea” estaba perdida entre los últimos metros del continente brasileño con sus palos redondos y algún travesaño atado con alambre para que pudiera aguantar algún proyectil que estremecía los viejos eucaliptos. Para empezar la temporada un verdadero trabajo de ingeniería: se quitaban los tacuruses, se rellenaban los cangrejos, se intentaba marcar la cancha y hasta rellenar el área para que la globa no hiciera sapitos en los días de lluvia. “La Corea” era una cancha brava y heroica que con el paso de los años se convirtió en zona residencial cuando la calle Panamá le pasó por arriba en forma irrespetuosa. Allá por el 60 la vida futbolística de la infancia estaba centralizada en “La Corea” donde los cuadros barriales todavía no pisaban el SAMUEL PRILIAC. Allí se daban cita al margen de los protagonistas, los “observadores de potrero” con la intención de recomendar los mejores gurises. Sin embargo un “mal” día nos encontramos con los cimientos del primer rancho sobre el área que daba para el pueblo. A los pocos días llegó el desalojo y la necesidad de buscar nuevos horizontes. Cruzando la ruta en territorio uruguayo estaban algunos predios cercados por eucaliptus que ofrecían las condiciones naturales para suplantar a “La Corea”. Todo sucedió muy rápido, y a los pocos días ya se estaban jugando los primeros partidos en la cancha “Los Ocalitos” como fue bautizada desde el primer momento. Por lo general la supremacía estaba ejercida por las representaciones de San Lorenzo y Juventus, aunque alternaban con buenos equipos Preguiño, Celti, San Pablo, Áyax, La Cuchilla, Palestino y Transper entre otros. De esta manera desfilaban por la cancha de los “Ocalitos” hoy sepultada por toneladas de cemento y hierro, algunas figuras que alternaron durante muchos años en las selecciones locales. Fuimos testigos de actuaciones notables del “Mosca” Silvera, Ilde Ventura, el Bibe Selayaran, Jorge Silva, el Bizcocho Ramos, y el Coco Papaiani entre otros. Pero también un día llegaron las topadoras y el déficit habitacional, le dio paso al nuevo núcleo de viviendas denominado COVICHUY. Un recuerdo que pretende evocar a todos los deportistas que pisaron las canchas barriales del futbol fronterizo. En primer término Olmiro Pereyra fundador del Club A. Atlanta y su ayudante Pedro Vidal y en segundo término una de las tantas formaciones del Club A. Juventus: Walter Fernández, Artigas Fernández, Marzal Saldivia, Edgar Saint Esteven, Jorge Mello, Miguel González, Mario Fernández, Milton Ferreira y Lucero.

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