domingo, 17 de agosto de 2014

EL EQUIVOCADO ENCARE DE LA CAMPAÑA ELECTORAL DEL FRENTE AMPLIO. Escribe Washington Abdala

     El Frente Amplio no sale de su asombro ante el descalabro que está viviendo. No termina de entender que le cambiaron el escenario y en ese nuevo contexto no se sabe adaptar. Es que todo venía muy previsible según el mapa original. Pero en política nunca nada es demasiado previsible. Un individuo de 40 años que no estaba en el menú los viene enloqueciendo y no saben como enfrentarlo. A su vez, Lacalle Pou no les da motivo para el castigo severo: no los ofende ni los confronta de forma grotesca. Eso genera un formato en que el  partido de gobierno queda enloquecido y no sabe como reaccionar. Es que el Frente Amplio necesita un adversario funcional a su manera de encarar la política que golpee y que devuelva los golpes con potencia. Cuando no lo tiene, no sabe lo que hacer. La izquierda está grogui y si Lacalle Pou sigue sin encolerizarlos los seguirá atormentando aún mucho más y las adjetivaciones hirientes del Frente Amplio quedarán cada día más como expresiones fuera de lugar y negativas. (Dicho en lo que importa:seguirán restando votos.)

     Lo primero que el Frente Amplio debiera hacer es aceptar que está en otro lugar del sistema políticoCreerse ganador cuando en los hechos estás a horas de verte hundido es una tontería. Entender que hay desgaste real es un dato objetivo. El desgaste no viene porque hayas hecho una mala gestión, no, no ha sido un descalabro por cierto. El desgaste viene porque hay problemas en algunos tópicos: seguridad, educación  y olor a corrupción en diversas áreas. Y el desgaste viene porque luego de 10 años de ver a los mismos protagonistas vivir en la soberbia, andar en auto oficial, posar de personajes y creerse Mandrake, la gente se cansa un poquito y pide alternancia. Por allí viene la cosa. No le des más vueltas.

     No siempre los partidos captan esa dimensión, creen que el nivel de erosión que poseen es connatural al ejercicio del poder y de esa forma se autoengañan de lo evidente y son permisivos consigo mismos. Creen que no pasa nada con algún compañero con una bala en una pierna. En verdad no hay ejercicio de gobierno que no desgaste y hay protagonistas que sufren eso de manera cruda: saberlo es vital porque el electorado tiene cansancio y fatigas con diversos protagonistas.

     Lo que cabe entonces  hacer, si quiere recuperar oxígeno, es retirar de escena a algunos personajes. Es un tema delicado pero no hay opción. No pueden verbalizar el relato del futuro, gentes que la ciudadanía no quiere ver más. A su vez, hay protagonistas del pasado que no conviene mostrar: ya están sentenciados por los recuerdos que producen en el imaginario colectivo. No todos, hay gente que puede emerger del pasado porque no tienen desgaste (el ex ministro García es un buen ejemplo), pero casos connotados y polémicos, no conviene mostrar. No le sobra aire el partido de gobierno como para andar teniendo polémicas por fulano o mengano. Esto lo saben todos pero no se animan a hacerlo.

     Agrego,además, los voceros de una campaña deben ser pocos: si todos hablan es un histeriqueo loco que parece un conventillo y no la conquista del poder de una nación. No es serio lo que le pasa al partido de gobierno. Día a día salen por todos lados varios protagonistas a hablar y no pocos tienen micro contenciosos entre ellos (Agassi-Valenti) ayer,pero todos los días hay chisporroteos. Eso aniquila un mensaje que tiene que ser sólido. Si gana el internismo mediocre, el elector huye despavorido.

     Lo segundo es entender que no siempre “pegando” y jugando al “maniqueísmo” infantil de asustar con que “se viene el cuco de la derecha mala” se va a lograr algo. (Esa estupidez la usaban al revés en el pasado los partidos tradicionales y fue un invento que llenó de votos a la izquierda). Nadie cree ya más en eso, la gente ni sabe lo que es la derecha en un país donde nadie se acepta en ese vector. Menos aún cuando el candidato más fuerte de esa (supuesta) derecha tiene 40 años, fue legislador modernoso, tiene cabeza abierta (hasta reconocer que fumó marihuana),  encares varios que de derecha no tienen nada (es papá por esa forma de ver el mundo y pedirle a la ciencia una mano en esa movida: ¿querés algo más fuerte que eso?) y hasta se dió el lujo de descontracturar la campaña con la semiótica de una pirueta con forma bandera juguetona en un fierro. (Error de los politológos al creer que esto era negativo, fue y es buenísmo que un candidato pueda tomarse esa libertad. Explico para los que no entienden: la “bandera gimnasta” es a Luis Lacalle lo que las “puteadas” a Pepe.Son activos de personalidad (elementos de identidad que rotulan que no estamos ante un baba fría) que aunque sean discutibles marcan firmeza y libertad. Es tan sencillo entenderlo que solo gente muy dogmática, que cree que sus modelos de vida son los únicos válidos no terminan por entender esto.)

     Lo tercero es cambiar el rumbo de una campaña comunicacional que viene lúgubre, obvia y con una estética antigua. Es tan mala como las malas que encaraban los partidos históricos creyendo que como ganaban por inercia eso no era relevante. (Miren y oigan el rap de Lacalle, es un cañón dirigido al cerebro de varios electorados. El que hizo eso y el que lo planificó sabe bien  (o intuye perfecto) a los públicos a los que se está dirigiendo.)

     Lo cuarto es tomar riesgos. El Frente Amplio no toma riesgos de ningún tenor y eso vale si estás ganando la campaña electoral pero si te empiezan a dar una paliza -en el electorado del medio-  es que algo estás haciendo mal. Muy mal. Ver los actos de Tabaré en los medios masivos, lo que dice en algunos lados y ver luego la edición por las noches en los canales de televisión es penoso y causa verguenza. Si los canales "suben" esos mensajes es culpa del comando de campaña oficialista al no proveer material de fuste, que mueva el relato hacia otro lado más interesante que capte la atención obligatoriamente. Y si lo "suben premeditadamente"  los propios responsables de la campaña es casi un acto de suicidio asistido. Algo raro pasa allí. No veo mucha cabeza, me perdonarán, pero es notorio esto. (Hasta tomas  televisivas  aparecen con poquita gente cuando están discutiendo la caída en las encuestas: ¿alguien piensa un poquito estas cosas?)

     Lo quinto es tener la capacidad de detener la campaña, enfriarla y no dejarse enloquecer por las giras y los mil compromisos que se asumen como si se estuviera en una correcaminata en la rambla. Solo pensando movidas nuevas, potentes podés recuperar aire. Pero tenés que tomar riesgos, ya no los podés evitar. Esto quiere decir, quizás debatir con los que no querés debatir, quizás polemizar entre el candidato y algún asunto del gobierno (para mostrar personalidad), quizás recurrir a temas laterales pero con capacidad de viralizarse. Yo miro la campaña de Tabaré y huele todo impostado. Es un candidato rígido, que vive contragolpeando, que no se suelta, que ya no tamborilea ni chichonea. Es una campaña antigua, vieja, obvia.Compró tanto su rol de presidente que está encerrado en ese lugar y eso lo está asfixiando. Me temo además, que como pasa siempre, hay asesores que ven estas cosas pero nadie le dice de frente nada por miedo, sumisión o alcahuetería. Y yo no estoy avivando a nadie como me escribe alguno, solo estoy apelando a mejorar la calidad de la política. Creo que siempre es mejor porque nos obliga a todos a ser mejores. Cuanto mejor son los actores políticos, mejor tienen que ser quienes los desafíen. 

     Cuando Sanguinetti en el año 94 venía con problemas de estancamiento, y los nacionalistas junto al Frente Amplio empezaban a recuperar terreno, si una miraba la tendencia del comportamiento del electorado se advertía un problema enorme para el partido colorado en un mes  y medio antes del cierre de campaña. Se cambió la agencia de publicidad, se apretó la movilización en los sectores donde había que segmentar  de manera nítida (y no otros), y se asumió un debate ríspido con Vazquez para desde esa plataforma hablarle al electorado más moderado (nacionalista) y capturar adhesiones en ese lugar. Vazquez fue funcional a un objetivo externo. No importaba  el debate con Vazquez, era solo el motivo para hablarle al otro espacio (partido nacional) que si permitía recuperar votos. Esas tres acciones,más otras pequeñas decisiones iban en la línea de lo que hubo que hacer para salvar y ganar la elección. Recuerdo reuniones con Pancho Vernazza  donde reorientó la estética del candidato en la televisión (generosidad del entrañable Hugo Batalla que liberó a esa agencia que la absorbió la candidatura y la perdió la lista 99) y donde logró producir la imagen de “fuerza tranquila” que habíamos estado buscando y se hacía esquiva.Nada es casual en una victoria electoral. Cuenta hasta la servilleta de papel que comprás y la ausencia de hielos en la heladera. Hoy en el Frente Amplio uno tiene la sensación de que hay amateurismo, que mandan muchos y que el candidato está desorientado y confuso.

     En política se puede ganar o perder, es la ley del juego pero lo hermoso de esta actividad es que el día que te va mal, te puedas acostar con la conciencia en paz que igual hiciste todo lo que estuvo a tu alcance para salir airoso. Luego, si perdes, mala suerte,  hiciste todo lo que entendías  que podías hacer. Ese es el asunto. Hoy el Frente Amplio está haciendo bastante mal todo.

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