martes, 26 de agosto de 2014

Semiólogo FERNANDO ANDACHT "Hay algo muy fuerte que une a Lacalle Pou con Mujica"


El semiólogo dice que el candidato se acerca al presidente en que ambos "transgreden sistemáticamente" la medianía uruguaya. La izquierda se aleja del “posibilismo”, mientras la derecha impone “la positiva”


La campaña electoral se expone a la luz de los signos. Gestos, discursos, y actitudes son analizadas por el semiólogo Fernando Andacht en su libro “En la cocina del sentido”. En entrevista con El Observador, Andacht, quien definiera a Lacalle Pou como un “ícono pop”, habla sobre la necesidad de una “juventud semiótica”, y sobre los cambios entre los signos asociados a izquierda y derecha ocurridos en la última campaña. “Nada es garantizado en la política electoral libre”, dice Andacht, en una campaña  con un “deslumbramiento ante un posibilismo siempre asociado a la izquierda”, que aparece en el discurso del Partido Nacional.
Desde el punto de vista de los signos, ¿cómo se produce la transformación del favorito en una especie de retador, y del que pasa del llano a ser el que centraliza la campaña?
En el libro yo me baso, por ejemplo, en cómo recibe cada uno la noticia de que ganó. Tenés en el Partido Nacional un discurso victorioso, totalmente consistente y que aumenta todavía un capital que venía acumulando. Pero en el Frente Amplio se produce algo tan inesperado, en algo que era tan esperado… En el discurso de Vázquez hay algo que brilla por su ausencia y es el saludo a su ex rival. Constanza Moreira era la entrada de lo nuevo. Era una irrupción de oxígeno nuevo.
¿Hay coincidencias entre Lacalle Pou y Mujica?
Inmediatamente uno diría: es un disparate, porque ¿cómo vas a comparar a un tipo que fue guerrillero, que sufrió lo que sufrió, con alguien que es un cajetilla, como dice el propio Mujica, de Carrasco?  Pero sí, yo creo que hay algo muy fuerte que los une. Carlos Real de Azúa define a la sociedad uruguaya como mesocrática. Que idealiza una medianía de “no sobresalir”. Esa medianía la trasgreden sistemática y ostensiblemente estos dos. Hay una relación carnal entre ese cuerpo irradiador de  atracción indicial, que Mujica y las cosas que dice y solo él puede decir. Algo semejante pasa con Lacalle Pou, que habla de terapia de grupo, de sus sueños. Son cosas ajenas, inéditas, y creo que la sociedad uruguaya sigue seducida por esa irrupción de lo nuevo.

¿Estamos en un proceso de personalismo cada vez mayor?

Eso en una medida no menor es culpa del propio mecanismo de esta interna, de la ausencia de debate. El personalismo viene como una especie de efecto negativo secundario, inevitable, cuando se desvía la atención del público, y no se confrontan ideas.

¿Cuáles son los signos que hacen al descenso de la imagen de Vázquez en clases medias altas, que ahora se estarían inclinando por Lacalle Pou?

En esta campaña tan reñida, más que nunca, los vicepresidentes van a tener un peso específico. No podés simplemente ponerlo como adorno.  Hay límites, umbrales del uso de la juventud biológica. Es la juventud semiótica, los signos de lo nuevo, los que pueden llegar a fascinar a las clases más altas y educadas. Habría esa especie de deslumbramiento ante un posibilismo que estamos siempre asociando a la izquierda. El Tabaré Vázquez de la primera presidencia, venía rodeado de un aura muy positiva y no podés decirle nunca a ese electorado más de lo mismo porque contradice la propia matriz.

Claramente desde junio hasta ahora hay otra sensación.
Los signos y las imágenes que se usan en el discurso no tienen propietario. Ocupan los signos aquellos que logran una afinidad más natural, en la manera que son recibidos por el otro. Hay relaciones entre los que usan los signos y esos elementos que tomamos como obvios, hasta que pasan estos pequeños cataclismos y decís: ¿este no era un principiante? ¿La renovación no era de la izquierda?

¿Izquierda y derecha tienden a moverse y confundirse?
En tan poco tiempo y con la atención flotante que existe hoy, por tantas pantallas, el candidato que gane es aquel cuyo discurso haga imagen de modo más instantáneo y fulgurante. Que tome ese atajo, que no es simplificar sino ser entendido como veraz, genuino, y ese es el desafío que tienen hoy los candidatos. Ahí es donde viene la bofetada para la izquierda, que pensaba que ya tenía ese acceso garantizado. Nada es garantizado en la política electoral libre, transparente.
Algunos opinan que hay  campañas que son solo acciones de marketing ¿Acaso no están soslayando un poco la fuerza de los signos?
Ese comentario cínico y ya gastado de que una campaña electoral es como vender un detergente no podría equivocarse más. Ese rap o remix de Lacalle Pou. Tratá de hacerlo con Larrañaga, con Bordaberry, con Tabaré. No le irían. Acá es el límite de la verosimilitud humana. No hay dos comunicaciones. El tipo de trasiego de comunicación que hay en la vida cotidiana, lo que hay en la publicidad y lo que hay en la política electoral, es el mismo. Hay una continuidad lógica entre los actos comunicacionales cotidianos, que son destinados a un ámbito familiar e íntimo y aquellos que llegan a millones de personas. La diferencia es que en una comunicación política, las estrategias y gestos  están apoyados por un equipo.

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