El Observador - octubre 12 de 2014 En la noche del 26 de octubre se producen dos hechos: el fin de las elecciones nacionales globales y el comienzo de la campaña electoral hacia el balotaje. Es que al conocerse los resultados de la elección nacional, se verá el peso cuantitativo en votos y en porcentajes de cada uno de los siete partidos políticos y de las catorce listas senatoriales de primer nivel; y se verá además como se dibuja el nuevo Parlamento.
En la noche del 26 de octubre se producen dos
hechos: el fin de las elecciones nacionales globales y el comienzo de la
campaña electoral hacia el balotaje. Es que al conocerse los resultados
de la elección nacional, se verá el peso cuantitativo en votos y en
porcentajes de cada uno de los siete partidos políticos y de las catorce
listas senatoriales de primer nivel; y se verá además como se dibuja el
nuevo Parlamento.
La composición del Parlamento será sin duda
decisiva. No es lo mismo un escenario que otro. Los escenarios más
significativos parecen ser:
Uno. Frente Amplio con mayoría absoluta parlamentaria (mínimo de 50 diputados y 15 senadores), en cuyo caso el balotaje es estrictamente formal y el resultado es, por tanto, esperado y al abrigo de cualquier sorpresa (como en 2009)
Uno. Frente Amplio con mayoría absoluta parlamentaria (mínimo de 50 diputados y 15 senadores), en cuyo caso el balotaje es estrictamente formal y el resultado es, por tanto, esperado y al abrigo de cualquier sorpresa (como en 2009)
Dos. Partido Nacional y Partido Colorado sumados,
que en conjunto obtengan mayoría parlamentaria y formalicen un acuerdo
electoral y de gobierno explícito (como en 1999). En este caso si bien
el balotaje es real, aparece con abrumadoras probabilidades en favor de
la nueva coalición parlamentaria, electoral y de gobierno
Tres. Ninguno de los bloques logra mayoría
parlamentaria propia (Frente Amplio de un lado, partidos Nacional y
Colorado sumados del otro) pero uno u otro construyen la mayoría
parlamentaria mediante un acuerdo electoral explícito con otros partidos
(esencialmente con el Partido Independiente). En este caso, si bien el
resultado del balotaje se mantiene abierto, se llega a él con muy
grandes probabilidades para la candidatura respaldada en esta coalición
(la que fuere)
Cuatro. Ausencia de mayoría parlamentaria de
ningún partido y de ningún bloque, ni acuerdos explícitos de
constitución previa de mayoría parlamentaria: es un escenario
absolutamente abierto.
Por su parte, el porcentaje de votación es un dato
clave para los cinco partidos que queden fuera del balotaje, porque el
mayor o el menor éxito de cada uno les dará mayor o menor fuerza en la
incidencia en esta nueva etapa electoral. Para un acuerdo entre
Partido Nacional y Partido Colorado es fundamental que ambos partidos y
sus cuatro principales corrientes (seguidores de Lacalle Pou, Larrañaga,
Bordaberry y Amorín) emerjan fuertes, porque es la única forma de
convocar a sus respectivos electorados detrás de una coalición electoral
y de gobierno. Si algún partido o corriente se debilita demasiado,
pueden quedar fragmentos del electorado tradicional que se sientan muy
libres de no seguir a sus dirigencias. Tampoco es neutro lo que pase al
interior del Frente Amplio, cuánto emerja equilibrado entre sus
principales corrientes (astorismo, socialismo, mujiquismo) y cuánto haya
de hegemonía de una de ellas sobre todo el resto. Pues esa composición
interna sin duda afectará la imagen de un futuro gobierno
frenteamplista.
Lo anterior refiere al fin de las elecciones
nacionales propiamente dichas, o de la segunda de las tres etapas del
ciclo electoral nacional. Viene sin solución de continuidad el inicio de
la campaña electoral hacia el balotaje. Y ese comienzo quedará afectado
no solo por lo cuantitativo, sino por lo cualitativo. Unos de esos
elementos cuantitativos son los éxitos y derrotas en función de las
metas explicitadas previamente. Todos los partidos que hoy cuentan con
representación parlamentaria se han puestos metas muy altas -han
explicitado metas muy altas- que otorga muchas probabilidades a la
derrota autoinfligida. Sin duda el Frente Amplio se ha puesto dos
barreras que lo sitúan al borde de comenzar la segunda etapa en
desventaja, con sensación de derrota: el reiterar la convicción de que
la elección presidencial se define esa misma noche y con más fuerza aún
que contará con mayoría parlamentaria propia. Es decir, se impone metas
que suponen el riesgo de iniciar la nueva campaña electoral con
temperaturas bajo cero.
Lo curioso es que nadie lo obliga a ponerse esas
metas. Tampoco -contra lo que creen muchos- el ponerse esas metas ayuda a
lograrlas. No hay poder mágico. Cabe recordar cuando en 2004 el
presidente del Frente Amplio expresó días antes del 27 de junio, que su
partido político iba a demostrar la fuerza que tenía en todo el país; y
las cifras fueron decepcionantes: 45% del total de los votantes, apenas
un punto por encima del Partido Nacional. Nadie le exigía ese esa meta, y
el habérsela autoimpuesto generó gratuitamente una derrota. Lo mismo
ocurre cuando partidos que notoriamente quedan distante de la
posibilidad de acceder al balotaje, repiten una y otra vez: estaremos en
el balotaje. La autoderrota queda construida.
Muchos de los candidatos y de los dirigentes
políticos albergan en su interior expectativas mayores a las
posibilidades ciertas que se perciben. Como ocurre siempre en la vida,
esas expectativas en algunos casos se van a lograr y en la gran mayoría
no se van a dar. Si los candidatos o dirigentes se convencen demasiado
de las metas que trazan en sus discursos, corren el riesgo de sentir
interiormente una derrota que quizás no sea tal o de tal magnitud.
En la noche del 26 de octubre será muy importante,
quizás decisivo si el escenario resultante es muy apretado, la actitud
de los dos candidatos que irán a disputar la Presidencia de la
República: lo que digan con las palabras y con los gestos, la expresión
de sus rostros y de sus cuerpos, la gesticulación de sus brazos, el tono
de voz, el contenido de las palabras. Esos mensajes, y el de los
dirigentes de todos los partidos, constituirán un mensaje fundamental
que recibirá la ciudadanía para elaborar la decisión de voto hacia el 30
de noviembre. En particular importa para ese muy pequeño sector del
electorado cuya decisión realmente se va a elaborar a partir del 26 de
octubre, de muy escaso tamaño, pero cualitativamente de fuerza
excepcional: es el que vuelva la balanza.
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