domingo, 19 de octubre de 2014

Las pegajosas pompas de jabón y la seguridad Esteban Valenti

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Cualquiera que tenga una mínima, una básica formación política e histórica en campañas electorales en el Uruguay, de debates parlamentarios y más en general de la vida intelectual de este país, sabe perfectamente que el calificativo "pompas de jabón" debe ser lo más suave, lo más ligero y etéreo que se utilizó en todos los tiempos y las eras. Más aún: ni siquiera se hizo en forma personal.

Fue una frase genérica en un discurso de Tabaré Vázquez referida a las propuestas de algunos candidatos.

Pues Luis Lacalle Pou se puso el sayo y se tomó el trabajo de organizar prolijamente, con fotógrafos preparados a primera hora de la mañana, un encuentro en un hotel de Melo para protestarle a Vázquez sobre esa frase y divulgar esa conversación urbi et orbi en pocos minutos a través de El País, seguramente como un aporte civilizatorio a la cultura política nacional. ¿Qué hay y qué hubo detrás de esa movida, fría y premeditada? No puedo decir con nocturnidad porque fue de mañana... a la hora del desayuno.
En esa misma semana hubo dos movidas jabonosas más de Lacalle. La nominación, para el caso de ganar las elecciones, de Alvaro Garcé como posible ministro del Interior de su gobierno y en un discurso en ADM anunciar que había conversado con algunos funcionarios de este gobierno porque le interesaría conservarlos en su eventual gobierno. Obviamente no dio nombres y no dijo que respuestas recibió de esos supuestos interlocutores. Otra pompa.
El tema de fondo es que el corazón de la estrategia electoral de Lacalle son precisamente las pompas políticas y cuanto más suaves y pegajosas, mejor. Pegarse todo lo posible al gobierno, evitar el debate y expandir la impresión, el mensaje de que todo seguirá bastante parecido, que no hay en puerta un gran cambio, solo estilos y edades. Puro marketing y una cantidad impresionante de pompas.
Todo comenzó "por la positiva", cuando en los últimos 10 años Lacalle y todos sus seguidores se dedicaron con ferocidad a oponerse a los gobiernos progresistas. Es una apuesta al jabón volando y a la desmemoria de la gente.
Y como esa operación -que siguió con la nominación de Azucena Arbeleche y su posterior cuasi desaparición de la escena política y sobre todo del debate- comenzó a debilitarse notoriamente, todas las últimas movidas están destinadas a conquistar, a reforzar esa imagen edulcorada y falsa del pleito electoral. Hasta el propio candidato colorado Pedro Bordaberry lo ha reconocido: ya es inocultable y es la primera vez en la historia política uruguaya que se produce el ascenso de las pompas a este nivel.
El senador Jorge Larrañaga afirmó hace pocos días en un acto en el Cerrito de la Victoria que "el Partido Nacional se compromete a tener un ministro del Interior que sea el primer policía". Reitero lo que dije en un fallido debate televisivo: si Alvaro Garcé es "el primer policía", yo soy el primer astronauta uruguayo. Es otra pompa, eso sí, apoyado en la experiencia del senador Carlos Moreira, exsubsecretario del Ministerio del Interior del gobierno de Luis Alberto Lacalle, cuando la huelga policial por los sueldos de miseria que ganaban los policías y porque se les pagaba en parte con bolsas de alimentos vencidos. Y el equipamiento y las condiciones de trabajo de todos los cuerpos policiales eran deplorables. Los policías con memoria deben estar "encantados" con la nominación.
¿Por qué agregar a Moreira? Muy simple: de lo contrario la pompa era demasiado volátil y poco creíble y además había que contemplar a Larrañaga. Las pompas son muy peligrosas en materia de seguridad...
El fallido debate televisivo en Sonia Entrevista con el columnista de El País y militante blanco Francisco Faig es otro ejemplo. Una hora antes del debate anunció que se bajaba. Los argumentos son tan absurdos que ni siquiera los voy a reproducir. Conozco a Faig, he debatido con él en varias oportunidades, es una persona preparada y no creo que haya sido una decisión personal. Es que para mantener en el aire hasta el 26 de octubre las varias pompas hay que evitar el choque, el debate, la confrontación, y por ello lo expusieron a esa actitud y abandonaron un programa periodístico que todos reconocen por el equilibrio y las posibilidades de expresarse que ofrece.
No se trata de acumular anécdotas, ni de recurrir solo a figuras que son muy expresivas de la realidad. Se trata de analizar las causas y los objetivos.
Si Lacalle sigue por este camino de que en política económica mantendrá lo fundamental, que recurrirá a funcionarios de los gobiernos progresistas y que el debate electoral debe ser a los sombrerazos y los encuentros "casuales", es para generar la sensación de que nos encaminamos hacia un gobierno incoloro e inodoro, en cuya cima estará sentado Lacalle. Y eso es falso de toda falsedad.
El único tema que quieren dejar afuera de ese enjabonamiento pomposo es la seguridad y sobre él concentran toda su artillería.
El 26 de octubre se define el rumbo del país en aspectos fundamentales, en temas que tienen que ver con la vida de todos, aun de los más alejados de la política. No es una batalla entre los buenos y los malos, los sensibles y los insensibles: es una definición entre dos visiones sobre la marcha del país, entre el progresismo y las fuerzas conservadoras, porque además Lacalle no podrá hacer absolutamente nada en forma solitaria, tendrá que negociar todo con la otra parte de la derecha, con el Partido Colorado dirigido por Bordaberry. Y ese sí que no tiene pompas de jabón, tiene muy claro lo que quiere hacer.
También lo tiene claro Lacalle, lo único que se oculta detrás de las pompas. ¿Qué fue lo que cambió tan radicalmente en el pensamiento de Lacalle, de García, de Heber, de Penadés, de Trobo y de muchos otros experimentados y tradicionales dirigentes herreristas? Ver incluso la publicidad de la lista 71. No cambió absolutamente nada. Su horizonte político, sus alianzas y su visión social e ideológica es igual, lo único que cambió fue el marketing, el jingle, el edulcorado relato de las pompas de jabón. Debe ser duro moverse en esa política sin historia, sin pasado, sin tradiciones.
Falta poco, por suerte, porque corremos el serio riesgo de ahogarnos en medio de tanta pompa y tanto humo. Por suerte las urnas están bien resguardadas.

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