lunes, 29 de diciembre de 2014

“Heroica Paysandú” Leopoldo Amondarain







“Heroica Paysandú yo te saludo. Hermana de la tierra en que nací. Tus glorias y triunfos esplendentes se cantan en tu tierra como aquí”. Así terminó las rimas de su inmortal milonga, el payador poeta negro argentino don Gabino Ezeiza, en una representación de gala en el Teatro Colón de Buenos Aires ante los presidentes de ambos países Williman y Roque Sáenz Peña. Por Uruguay cantó otro grande del género, Arturo de Navas, entonando las estrofas de su autoría “El carretero”. Bellísima canción que inmortalizara también Carlos Gardel. Don Gabino en breves estrofas encarnaba el verdadero sentir glorioso de una gesta que representa los más caros sentimientos no sólo partidarios, sino que además nos trae la dulce y más sentida fragancia de Patria. El sacrificio romántico de la integridad soberana de la Nación, con su tierra arada, el trino de sus calandrias y la frescura libérrima de sus prados y cuchillas que sufría el vesánico, canallesco y cobarde atentado con su invasión correspondiente de los imperios extranjeros, asociados por la traición de la canalla cipaya colorada. En todas las guerras se buscan y hasta se encuentran razones más o menos válidas para justificar rumores. ¡No fue este el caso! La totalidad de la razón en la honorabilidad de los principios, defensa de soberanía, de sus emblemas o banderas, escudos e himnos, las libertades ciudadanas, con la libre decisión de elegir a sus gobiernos, según su real saber y entender, los valores morales y espirituales están intrínsecos en los muros de Paysandú. El sólo nombrar a sus héroes, Leandro Gómez, Lucas Píriz, Braga, Fernández, Azambuya, remembrando en ellos hasta el último glorioso gladiador caído con sables y pistolas en mano entre el polvo y el estallar de los cañones imperiales y traidores que avanzaban exultantes sedientos de sangre patria, rechaza la infamia. Enfrentando el remalón de la caballada invasora, el fuego de fusilería atronante y la artillería porteña y cambá, luchando ensangrentados y dolientes hasta el último halo de gloria, para que el pendón de la patria no fuera violado por la infamia. Hollaban el sagrado suelo oriental el emperador Cai, Mitre el Jaguá, con el general añamembuí de Venancio Flores, junto a sus reconocidos asesinos, Goyo Jeta Suárez, Pancho Belén, De Tezanos y otros de igual calaña al grito del triunfo infame, ahítos de muerte y ambiciones totalitarias. “Usted es el principal responsable y será el primer fusilado” dio su resolución el Goyo Jeta a Leandro sin juicio perentorio ni derecho a defensa alguna, como es de rigor en el mundo entero. Se cuenta que ante la elección “al boleo”, el comandante Braga esgrimiendo razones de grado, exigió ser fusilado después de su jefe Leandro Gómez, mientras Azambuya, desprendiendo su chaqueta a pecho desnudo les gritó: “¡Tiren cobardes que no les tenemos miedo!” En tanto el colorado Pancho Belén reconocido carnicero mostraba y se jactaba de tener el reloj de Leandro que se lo dio sardónicamente cuando lo llevaban a fusilar para que no se rompieran las balas. ¡Asesinos! Allá lejos en Montevideo el gobierno blanco del honorable Atanasio Aguirre con su canciller Juan José de Herrera firmaba los tratados infames del 51, por el imperio en la plaza pública, caía así, limbado de gloria junto a su Heroica Paysandú, el gobierno blanco y democrático, soberano y libre. Pasarían 93 años para que el milagro y vigencia de un partido en el más total ostracismo, perseguidos muchas veces, con diversidad de su gente asesinada, sufriendo intervenciones imperiales y demás hechos luctuosos, volviese no obstante enancado en su amor y respeto a la libertad a gobernar democráticamente en 1958. Ese milagro de supervivencia tuvo a lo largo de sus 173 años de vida el aval de gestas como la de la “Heroica” con sus héroes del tenor de Leandro Gómez que desde el Libertador Oribe abundan en la colectividad en su historia gloriosa. Se pudieron cometer errores como seres humanos que somos, a lo largo de tan prolongado tiempo. Pero siempre surgió el sentido ético y principista mandatado desde el origen mismo de la patria vieja, que al igual que la heroica obliga al cumplimiento de la conciencia sagrada que mandata el Partido. Felizmente en Paysandú se representó por siempre y para siempre el espíritu blanco de Patria, de su gente, de su tierra, tradiciones y costumbres que con Leandro Gómez, Lucas Píriz, Azambuya y los suyos no cayeron en la “Heroica”, se mantienen vivos y vigentes en el alma de su pueblo, mientras que los responsables de la traición y la infamia siempre agonizan sin pena y ninguna gloria.


Leopoldo Amondarain
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