lunes, 15 de diciembre de 2014
Partido Blanco por Leopoldo Amondarain
Perdimos el balotaje. Nos ganaron por una sensible diferencia. No soy de los que creen que por la derrota se viene el mundo abajo. El resultado en medio de todo no es tan malo. Por lo pronto seguimos siendo la segunda fuerza política despegada de todo el resto. Preocupado sí, pueden estar y con razón, los batllistas, que son una fuerza que en este momento cuasi no gravita. Entiendo además que se pueden haber cometido errores que son subsanables con buena voluntad y amor por la causa. Uno de los casos más específicos es no creerse que la colectividad es propiedad de una o de un grupo pequeño de familias “selectas”. Más bien que el Partido, que pudo haber conocido épocas de más absolutismo, es de todos. Y cuando digo todos, digo de aquellos que tienen razón para sentirse blancos, gente que ha dejado fortunas por la causa, gente que ha retaceado horas a su familia por el Partido, gente que se le caen las lágrimas en el triunfo o en la derrota cuando sienten los clarines de la Marcha de Tres Árboles, gente que se ha perdido la mejor parte de su vida, peleando por el Partido trinchera tras trinchera y que se siente orgulloso de ser nacionalista. No pueden venir grupos de jovenzuelos recién salidos de la universidad imbuidos de doctrinas y tesis académicas a tocar la fibra sensible y a decidir sobre el futuro de la vida misma de la colectividad, doctorcitos que nunca se perdieron una siesta ni hicieron ningún sacrificio por la causa de Oribe y de Saravia, sin conocer el sacrificio de los mismos. Por ende no suena bien y es extraño a cualquier viejo blanco que se precie que gente nueva determine quién es el que va de candidato o no, o cuál es la actitud que tiene que tomar el Partido en el futuro. Lo lógico es que decida por méritos partidarios gente que se ha sacrificado y sin necesidad de ser un caudillo con tantos o cuántos votos, sí se trata de una visión con peso político y moral, sobre los temas trascendentes como pueden ser las candidaturas. No se le puede negar a compañeros, sean o no simpáticos, el derecho a esgrimir razones de sus candidaturas. No es una cosa que me siente bien, aunque si hay que acatar se acata por disciplina. Esa democratización debe hacerse en el Partido no de arriba para abajo sino a la inversa. Es doña María y don José que se identifican con tal o cual candidato y que en opiniones diversas el que tenga más prime. El Partido, muchas veces lo hemos dicho, había perdido en determinado momento su tinte populista, aristocratizándose en exceso. Wilson lo popularizó y lo hizo al igual que lo había hecho Herrera, bajar al plano de la igualdad ciudadana. Fue uno de sus grandes logros, lamentablemente con su muerte el Partido empezó a trastabillar con el empuje conservador de vuelta. Hay que tener las dos tendencias la de derecha y la de izquierda para hacer un equilibrio y dar la opción a la ciudadanía para que esté representada cada una de sus tendencias. No es buena cosa en un momento en que las corrientes tiene una preponderancia de izquierda encerrarse en conceptos ultraconservadores. El equilibrio es lo ideal. Además, vale decirlo, salir del encierro de las elites, no se puede trancar a los viejos caudillos el derecho de mantener sus respectivas “chacras”, que las hay. No es posible que se pierda San José y su principal caudillo quede relegado a un segundo plano. Lo mismo Cerro Largo. Algo se desacomodó en la interna que rechazó al que naturalmente es blanco y va a seguir votando al Partido en el futuro. Me animo a decir que si hoy recorremos esos departamentos los arrepentidos se pechan. Basta darles medios y trascendencia a esos viejos caudillos para que el Partido vuelva a triunfar. Tampoco me convence demasiado lo de “por la positiva”. No me cierra el regalar la cancha, cuando la cancha es fácil y la tenemos delante de los ojos. No se habló de la crisis de los Casinos, de ASSE y ni qué hablar de PLUNA, por citar algún ejemplo. “Todo estaba bien pero podría estar mejor si viniéramos nosotros”. Se aceptaba que no era necesario cambiar simplemente para mejorar lo que estaba bien. Mejor regalo imposible. O sea, al Frente se le hizo el campo orégano. No obstante todo eso el Partido entró segundo despegado. En buen romance, si se hubiera hecho una crítica no destructiva pero sí más realista no se hubiesen perdido más votos. Hay que tomar en cuenta todos estos detalles y organizar los cuadros de batalla con gente que tenga ganas de sudar la camisa, recorrer los viejos caminos de la Patria, los barrios suburbanos y pueblos sufridos de campaña, haciendo obras, dentro lo posible, ya que no somos gobierno, pero teniendo la iniciativa. Y de esa manera revolear el poncho de Saravia con sentido de sacrificio. Sentimiento que no lo hacen los doctores sino el esfuerzo de los caudillos. La única manera de afrontar próximas elecciones.
Leopoldo Amondarain
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