martes, 28 de julio de 2015

Manuel Singlet Escribe Leopoldo Amondarain




En todos los partidos políticos hay una pléyade de dirigentes que en su momento, en mayor o menor medida, han honrado las ideas y generado el concepto de sus principios en su máxima expresión. El Partido Nacional es rico a lo largo de su historia de esa galería de hombres que nos han honrado. En el siglo XX Manuel Singlet tiene su lugar o sea, se nos ha muerto un gran blanco. Nacido en Cerro Chato el 4 de febrero de 1942. Bachiller en Derecho. Integró desde su fundación el Movimiento Nacional de Rocha. Director suplente del Partido Nacional durante el gobierno de facto (1982 – 1984). Desde el año 1985 supo integrar la Administración de las Obras Sanitarias del Estado (OSE), cargo al que renunció para ingresar a la Cámara de Representantes por Montevideo, donde cumpliera una magnífica gestión. En su agrupación rochense fue secretario de la comisión de asuntos políticos. Miembro del Honorable Directorio del Partido Nacional. Fue senador titular en 1989 y quinto candidato a la Cámara de Representantes, habiendo sido electo para ambos cargos optó por el Senado, integrando el cuerpo en febrero de 1990 hasta 1995. El 10 de noviembre de 1992 presenta renuncia a su banca de senador.
Fue sin duda un hombre de principios y de ética política indiscutida e impoluta. Por discrepar con una resolución de su propio gobierno, fiel a sus principios, prefirió renunciar antes que votar a favor de la misma, cosa que hubiera debido hacer por disciplina partidaria. En una profesión como es la vida política donde las idas y venidas, son de uso común y como “se dice una cosa, mañana se digo otra”, una rectitud de proceder de ese calibre honró la profesión y particularmente a su partido. Por supuesto fue visitado en reiteradas ocasiones por los contrarios tratando de conseguir su adhesión, cosa que finalmente no hizo sino que se retiró a su casa fiel a su condición de blanco y nacionalista. Los cargos que en los que supo actuar los cumplió con absoluta rectitud y honradez administrativa, como es característica blanca que él supo defender y cumplir. Desechó todas las ofertas que por cierto fueron de las mayores que se podían ofrecer.
Hoy nos sorprende su muerte y en el cerno de la colectividad de Oribe que él tanto honró, se le siente en lo más profundo del pensamiento nacionalista y por supuesto se le ubica en esa galería de predilectos que con tanto orgullo nos llenan con sus circunspectas miradas, llenas de honradez y lealtad y coherencia a los principios. La ley de Empresas Públicas en su momento fue el leitmotiv de esa resolución que asombró al ambiente político por su entereza y coherencia.
Ha sido una pérdida irreparable y habrá que esperar que ejemplos como el de Singlet sirvan a la juventud del partido en el futuro ante situaciones similares. Tuvimos el honor de conocerlo cuando decidió circunstancialmente postergar durante el tiempo electoral la tranquilidad de su hogar y adherir su voz partidaria a Alianza Nacional. Entendemos que su adhesión al senador Larrañaga, era lo más digno dentro del Partido.
Vaya entonces nuestro respetuoso pésame y saludo a su familia, que como integrantes del Partido Nacional, supieron y saben cumplir con las mejores tradiciones de Saravia y de Oribe. Vale entonces ante la circunstancia de su ausencia, despedirlo con un: ¡Viva el Partido Blanco!


Leopoldo Amondarain
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