sábado, 29 de agosto de 2015
RUBÉN LENA: “NO PODRÉ, PERO PUEDO” Por Julio Dornel.
En notas anteriores hemos publicado material aportado por el periodista Sergio Sánchez Moreno, sobre la trayectoria del maestro Rubén Lena y su significativo aporte a la cultura nacional. Corresponde señalar que buena parte de ese material fue extraído de la Revista Oficial del Festival del Olimar, realizado en marzo del año 2013. Señalaba Sánchez, que Lena “le cantó a las lavanderas, aquel duro oficio tan característico de la primera mitad del siglo XX, donde en nuestros pueblos decenas de mujeres con sus hijos se iban al arroyo cargando gigantescos atados de ropa, equilibrados sobre sus cabezas, le cantó al botellero y a los oleros, que es como llamamos en Treinta y Tres a los ladrilleros, le cantó a Juan un anónimo albañil y a los guitarreros populares como el “Laucha” Prieto, aunque se debe acotar, sin desmérito lo de guitarrero popular, que Oscar Prieto es uno de los mayores expertos en guitarra uruguaya y responsable en grado superlativo de otras de las singularidades profundas que representaba el dúo “LOS OLIMAREÑOS”.
Rubén Lena le cantó a su amigo el “Caráu” Peralta y también a un guitarrero de Vergara. Un hombre murió solo en la calle en Montevideo y a Rubito se le llenó el alma de tristeza y de ahí sale “Pobre Joaquín”, nombre inventado porque no sabía cómo llamar a ese hombre que murió de frío y soledad en plena calle.
Un día recurre a José Benítez, personaje de Treinta y Tres que juntaba papeles para vender. Le decían “Caco” y de ahí sale “Caco, Sálvanos”, una canción memorable porque le pide al junta papeles que se lleve todos los papeles donde se precisa hacer papeles hasta para morir. En 1947 ingresó a la carrera magisterial y Rubito siempre recordó con gran alegría aquella etapa: “Mi vida de estudiante en Treinta y Tres era de una bohemia inolvidable. Nuestro lugar permanente de reunión era el rancho del “Nico” un albañil solterón y prácticamente analfabeto muy querido por todos y muy ocurrente. De día en su ausencia, se convertía en lugar de estudios, y de noche, en centro de jornadas de tortas fritas, cuentos interminables, cantarolas, mateadas y caña cuando había con qué, o sea casi nunca. Otras veces hacíamos grandes pucheros con gallinas que robábamos por el barrio.
El rancho del “Nico” tenía una sola pieza y sobre el piso de tierra, apenas cabía una cama, una mesa, un armario, algunos banquitos y un pizarrón, que era la puerta vieja de un ropero de la casa del “Garufa” Gadea, un amigo del alma fallecido luego de soportar la cárcel de la dictadura. La cumbrera estaba rota y el techo sostenido por un varejón, amenazaba caerse aplastándonos a todos. Con frases de este “Nico”, Lena compuso una letra que fue canción después de su muerte Pablo Larrechea del Grupo “Cerno” le sumó una melodía muy entradora llevando por título “Hombre Bien Vestido por Poca Plata”.
Otro memorable texto fue dedicado a la “Vaca Azul”. El boliche la “Vaca Azul”, al igual que el rancho del “Nico” fue otro de los sitios que por aquel tiempo se había convertido en “parada obligada” de muchos jóvenes olimareños. “En ese boliche -decía Lena- transcurrió mi adolescencia y mi primera juventud. Era una provisión que estaba en la esquina de Manuel Meléndez y Celedonio Rojas, propiedad del querido rubio Fernando Mila. El nombre de la Vaca Azul se hizo conocido porque después se le dio esa denominación a un cuadro de fútbol.
Finalmente es bueno recordar que Rubén Lena no aprendió a realizar música a partir de una educación reglada o de conservatorio. A tal punto que gustaba recordar cómo una conocida profesora de música pero que no entendía la canción popular, le dijo un día: “si usted no conoce solfeo, ni estudió composición y armonía, no puede hacer canciones” y él le respondió “NO PODRÉ, PERO PUEDO”.
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