jueves, 26 de noviembre de 2015

Una vieja nota en la que el entrevistador fue el entrevistado. Mi año en EEUU cuando tenía 17

 
          Por Cynthia Rocha 


 Encontré perdida en uno de mis archivos desperdigados por la world wide web esta entrevista que me hizo Cynthia Rocha el 1º de abril de 2012. Cynthia es una joven rochense que ganó un concurso y fue corresponsal de Rocha para Estados Unidos y tuvo un muy interesante Blog.
Recuerdos que siguen disparando recuerdos.Comparto con ustedes esta parte de mi vida y vuelvo a agradecer a mi muy joven colega.
Gracias
Juanjo




"Son recuerdos que no se borran jamás"
Juan José Pereyra es un hombre rochense admirable por su vasta experiencia. Terminó sus estudios secundarios en Stockton High School (EE.UU). Estudió Licenciatura en Filosofía y Psicología en la Universidad de La República, no pudiendo terminar dichas carreras por exilio en época de dictadura.

Entre 1982 y 1991 trabajó en CX 30 y escribió como free lance para algunos diarios.Ha escrito el año pasado para La República, la revista Mundo Uruguayo y un diario de Rocha. Ahora tiene un programa en 92.7 FM la Radio Comunitaria de Rocha.


Juanjo habló con Valija Informativa sobre su viaje a Estados Unidos, y cómo influyó esa experiencia en su vida.


-¿Cómo surgió su vocación por el periodismo?

-Es de esas cosas que se dan sin que uno no se lo proponga expresamente, al menos en mi caso. Estudié Orientación Científica en el liceo. Quería ser Siquiatra. Y cuando fui a empezar Facultad me di cuenta que la Medicina no era para mí y que lo que más me tiraba era las Letras y Humanidades. Empecé Licenciatura de Filosofía y tres profesorados en el Instituto de Profesores Artigas. Por varias circunstancias referidas a aquella época de dictadura, debí abandonar el país, radicarme en Argentina y ya no pude seguir estudiando. En esa etapa de Facultad es que me empezó a gustar el periodismo. Hice un curso de locución y me presenté en algunas radios en Montevideo en las que me hicieron pruebas, pero después me tuve que ir. Creo que la vocación estaba latente porque me crié en un hogar en el que la lectura era algo cotidiano y fui permanentemente estimulado por mis padres. En mi casa se compraban tres diarios por día y dos semanarios, aparte de revistas, y se leían. Desde muy chico hablaba horas con mi padre de todo, especialmente de política que a él le apasionaba y eso lo heredé. Ahí empezó la vocación que se concretaría muchísimos años después.


-¿Cuándo viajó a EE.UU.? ¿Cuál fue el motivo del viaje?

-En 1969 tuve la enorme suerte de ganar una beca de intercambio estudiantil en American Field Service y estuve once meses cursando el último año de High School. Es muy curioso, me gradué en Estados Unidos antes de terminar el liceo en Uruguay. Estuve en el Medio Oeste, en el Estado de Illinois, en un pueblo de 1800 habitantes, asistiendo a clase y viviendo con una hermosa familia: “papá”, “mamá” y dos hermanos.

Al principio fue duro. Estaba la barrera del idioma, que me costó por lo menos un mes superar y el vivir en otro país, otra cultura y lejos, a los diecisiete años, de todos mis afectos, fue duro.

El programa de la beca estaba muy bien pensado. En la School, tenía un Big Brother y una Big Sister, quienes me contenían y acompañaban para que me fuera adaptando. Mary, mi Big Sister, se transformó, hasta hoy, en mi hermana de la vida, un ser excepcional a quien adoro.


-Dicho viaje, ¿Influyó en algún aspecto de su vida? ¿En cuál/es?

-El viaje me marcó para toda la vida y lo considero una de las experiencias más hermosas que me han tocado. Pensemos cómo eran las cosas hace 42 años. No había ni computadora, ni Internet, el teléfono era muy caro (en un año hablé sólo una vez con mis padres, fue el regalo de cumpleaños cuando cumplí los 18), y la única forma de comunicarse era el correo, que además demoraba entre una semana y diez días… Tuve que aprender a manejarme en un medio totalmente nuevo, donde las costumbres (la propia comida) eran diferentes. Y yo era la única persona en el pueblo que hablaba español. Así que el gran esfuerzo de entender y hacerme entender tenía que hacerlo yo. Eso me fortaleció, me dio confianza para muchos momentos y circunstancias duras que tuve que vivir a lo largo de la vida.


-¿Qué puede decir del estilo de vida de EE.UU.? ¿Y de la educación?

-En el 2010 tuve oportunidad de volver a pisar las calles y abrazar a mi familia y amigos norteamericanos. Al cumplirse los treinta años de la graduación, me invitaron y pasé dos semanas hermosas. Te puedo contestar con “ojos de grande”. Creo que la vida en EEUU es demasiado acelerada (ya lo es acá también). Creo que la gente trabaja demasiado en procura de lo material y se va la vida sin disfrutarla al máximo. Mi “hermano” Bob, por ejemplo, trabaja dieciséis horas por día. Tiene una hermosa casa. Recuerdo que tenían una videoteca increíble, un hermoso jardín, una hermosa familia…que no disfrutaba. En su casa estaba un día en la semana que ni siquiera era siempre el mismo, porque tenía días francos que cambiaban. Le dije que no entendía para qué trabajar tanto si no tenía tiempo nada más que para eso: trabajar. Me contestó que estaba de acuerdo conmigo, pero que él entendía que tenía que trabajar mucho y que algún día llegaría la jubilación y podría descansar y disfrutar. Pienso que lamentablemente, de esa manera, la gente se pierde lo fundamental, vivir a pleno el presente, y eso me preocupa. El caso de Bob no es el único. Lo vi en muchísima gente. Mi hermana Mary (sin comillas) es maestra, líder religiosa, participa en cuanto evento ella entiende que la necesita. Su marido Jack fue 25 años gerente de una empresa que un día cambió de dueños y lo dejó sin trabajo. Desde entonces se gana la vida haciendo cientos de kilómetros por día llevando muestras de leche a laboratorios para los controles que deben hacerse. Recordemos que es una zona rural. Mary y Jack se ven un rato de noche. Y muchas veces cuando él llega ella está durmiendo. Buscaron la forma de encontrarse una vez por semana en un pueblo cercano. Es el único día que sus agendas les permiten encontrarse unas horas y comer juntos y charlar. Y es similar al caso de Bob. Hermosa casa, todo el confort, no falta nada material pero no lo están disfrutando como se lo merecen. Esto es lo que más me llamó la atención y más me preocupa. El fenómeno se está extendiendo y ya está pasando en nuestro país, quizás por otros motivos pero la consecuencia es la misma: familias desunidas, hijos con poca o ninguna comunicación con sus padres y muchos etcéteras.


Respecto a la educación, creo que en Uruguay estamos a años luz pese al esfuerzo de los maestros y profesores. En mi familia hay muchos docentes, yo mismo casi lo fui, y sé el sacrificio que hacen, las bajas remuneraciones y el poco valor que lamentablemente se da a ese esfuerzo por parte de las autoridades. En 1969 yo asistí a lo que hoy se llama escuela de tiempo completo. ¡Hace cuarenta y dos años! Entrábamos al liceo a las 8 de la mañana y nos íbamos a las tres y media de la tarde hasta con las tareas ya hechas. Además de las materias, teníamos las actividades extra que cada uno elegía de acuerdo a sus preferencias, como teatro, coro, y mil cosas que apuntan al desarrollo de la persona. Es claro, un problema de recursos y organización, que un país como EE.UU puede disponer y en nuestros países recién ahora se está intentando darle a la educación la importancia que tiene.


-¿Qué lugares conoció? ¿Qué conocimientos y/o reflexiones le dejaron cada uno de esos lugares?

-Cuando fui como estudiante estuve siempre en Stockton, ese pueblito de 1800 habitantes. Conocí ciudades más grandes por supuesto, y Chicago, que está a unas cinco horas y que visité varias veces. Al fin de la beca, todos los estudiantes extranjeros de los diferentes Estados viajamos en ómnibus hasta Nueva York y conocí, de paso, muchísimos lugares. Estuve por ejemplo en la Universidad de Yale, en la de Harvard, conocí Washington, recorrí Nueva York, estuve en la Estatua de la Libertad. No obstante, creo que mucho más importante que “ver” lugares o monumentos que te permiten decir y recordar “yo estuve ahí”, es el conocer a la gente, aprender de ella, establecer lazos que, en mi caso, persisten hoy más de cuarenta años después. También fue maravillosa esa experiencia del viaje final en ómnibus a Nueva York. Fueron tres semanas conociendo gente y lugares y conviviendo con chicos y chicas de todas partes del mundo. Son recuerdos que no se borran jamás.


-De todos ¿Cuál fue el que más le gustó? ¿Y el que más le llamó la atención?

-Me gustaron todos, especialmente donde viví. Sí recuerdo especialmente, en ese tramo final, un fin de semana que pasé en el Estado de Maryland. Me gustó el paisaje y la gente y recuerdo que el acento allí, me sonó como el más dulce de todos los tonos del inglés que escuché durante un año.


-¿Vio algo en EE.UU. que le gustaría que hubiera o se implementara en Uruguay?

-Ya te conté lo de la educación. Otra cosa que destaco es la cultura de trabajo del pueblo norteamericano. Y su apego al respeto de las leyes que hacen que la convivencia sea la mejor. Me refiero a la gente común, a la de a pie, que es la que yo conocí. Te cuento algo que creo ejemplifica esto que te digo. Esta última vez un día fuimos a cargar nafta en una estación de servicio. Me llamó la atención que la gente se servía ella misma y luego iba a la cabina y decía “Puse ocho litros”, por ejemplo y pagaba. El primer día que fuimos, le dije a Mary... ¿”Y qué pasa si alguien pone 12 litros y dice que puso 3”? Ella me miró con unos ojos enormes y me preguntó “¿Y a quién se le ocurriría hacer algo así”? No le dije nada…pero pensé que si ese sistema se aplicara acá, con nuestra famosa viveza criolla, en diez días se funden todas las estaciones de servicio…


-De viajar nuevamente a EE.UU., ¿qué le gustaría hacer o qué lugar quisiera visitar?

-Por supuesto que me gustaría conocer muchos lugares pero lo fundamental para mí sería reencontrarme con familiares y amigos y conocer a la gente. Eso uno aprende con los años que es lo que más te enriquece.


-Como periodista, ¿Cómo evalúa o ve el trabajo en EE.UU., y acá en Uruguay?

-El gran problema es que cada vez más el mundo está en manos de menos gente. Me refiero a los que toman decisiones. La concentración del poder, ya sea económico o empresarial (y los medios de comunicación son empresas), para mí es muy mala. Una sociedad necesita que se expresen todas las voces, todas las opiniones y el ciudadano tiene el derecho y el deber de tomar decisiones después de escuchar todas las campanas. Muchas veces hay muchas empresas periodísticas, por ejemplo, pero lo sustancial del mensaje es el mismo. Yo destaco el papel que ha jugado la prensa independiente en EEUU. Recordemos lo que fue el caso Watergate en su momento o el trabajo de Michael Moore, entre muchos otros, ahora. Internet ha sido muy positivo para que otras voces se escuchen. Hoy cualquier persona puede tener su blog y expresarse. El periodismo, para mí, nunca debe ser “amigo” del poder. Debe ser cuestionador, debe molestar, insistir para que las cosas salgan a luz. El poder, en EEUU y en cualquier país, en general dice lo que quiere decir y oculta muchas cosas que la gente debe saber. El rol del periodista debe ser ese de cuestionar, insistir, molestar y lograr que el poder sea más transparente.


-Si tuviera que definir su profesión con una frase ¿Cuál sería?

-Pasión.


-Alguna anécdota...

-Tengo muchas. Te cuento una que en su momento fue una hermosa conmoción para mí. Todo el pueblo estaba pendiente de mi reacción cuando nevara. Sabían que nunca había visto la nieve y ellos estaban tan ansiosos como yo de que el gran momento llegara. Un día estábamos en clase y el director del High School habló por el parlante a todos. Todos los días se saludaba a los alumnos y se daban informaciones que eran importantes. De repente el Director dice “Atención Juano”, así me decían y me dicen aún hoy. “Llegó el gran día. Esa cosa blanca que está cayendo es la nieve. Vamos a hacer un recreo de veinte minutos y vamos a salir todos a compañarte al patio para que la recibas”, agregó.

Te imaginas mi emoción. Todo el mundo aplaudía y me llevaron casi en andas a ver y sentir la nieve. Después aprendí a hacer muñequitos y aprendí el lado no tan lindo. Varias caídas porque la calle se congelaba y si no sabías caminar con cuidado te resbalabas y al suelo. También me pasó que por negarme a ponerme esos gorritos de lana(a mí me parecía que quedaba ridículo) se me congeló una oreja y me tuvieron que llevar al hospital.



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