viernes, 13 de noviembre de 2015

Unidad oriental por Leopoldo Amondarain



Es notorio que las unidades son preferibles a las divisiones en materia política. No es precisamente este principio que caracteriza a la gente de nuestro país, donde las divisiones son notorias. En los últimos quince años frenteamplistas se ha marcado superlativamente esta característica. El proceso es complejo, se ha trabajado con ahínco en la división y diferencia entre partidos. El Frente después de haber cultivado esa característica realizó una argumentación en que todo lo bueno partía de esas filas y todo los que no compartíamos las mismas éramos los malos. Se llegó a decir incluso que nuestros niños comían pasto antes de su advenimiento, “vende patria” y demás era lo corriente que se pintaba hasta en las paredes o sea, se inventó una división entre orientales enquistándola en la cultura nacional. ¿Alguien tuvo éxito esgrimiendo esta tesis? Es obvio que el Frente ganó en tres oportunidades, obteniendo un brazo político sindical fortificando al radical PIT-CNT. Que en materia de conflictos tiene más poder que cualquier ministerio. Pero claro está, el que perdió fue el Uruguay, divididos en sectores radicales. La exageración fundamental es la mentira real. Decir que somos buenos o malos unos de un lado y los otros del otro, es una inmoralidad intachable. Realidades posteriores han derribado esos muros, ya lo señaló el Senador Larrañaga. Plantearon y está escrito, en más de una oportunidad que el Uruguay nació el 1° de marzo del 2005, todo lo anterior, remontándose casi al mismo Artigas, nada fue bueno. Todos los adelantos y logros obtenidos durante casi 180 años eran iniciativa del Frente. Por otra parte, en función de eso, está la exageración con mentira histórica, lo pasado era recortado, cambiando por una nueva tesis que se acomodaba a los intereses de la actual mayoría. A blancos o colorados cuando les tenían que reconocer aciertos, eran presentados casi como frentistas arrepentidos o el Frente como heredero de aquellos. Hasta el propio Artigas se tambaleó. La intención no era otra que se repitió insistentemente que en círculos de opinión reprodujeran convenciendo un mensaje mentiroso. Claro, como consecuencia, al tomar incremento esos reflejos se consigue que sectores sociales y políticos y demás círculos de opinión, se consustancien de ese mensaje falso. Como consecuencia se cerró lo que más caracterizó al viejo Uruguay, el diálogo, la negociación y el respeto. El Frente cerró los caminos, se aisló y dejó del otro lado de la muralla el resto del país. Se nota fácilmente al observarse el Parlamento, que no hay diálogo entre el Frente y la oposición. Y no es porque no lo necesiten. Siendo el diálogo necesario pero se le niega a la oposición el derecho a participar. Tienen una visión global “absoluta”. En su diversidad frentista tendrían todo. Los que no participan del Frente estarían ajenos a intervenir en el destino del país. Y no debe ser así, el diálogo o el intercambio de opiniones siempre es necesario. No se habla sólo cuando es indispensable, se debe además hablar porque así se constituye la calidad de una democracia. Por ser como lo han definido surge un desprecio hacia la república. Sus leyes, sus normas pueden ser violadas o transformadas a gusto de cualquier paladar que le convenga. Vemos a diario un notorio desprecio por la noción de república independiente. Ejemplo de lo cual el presupuesto nacional no les otorga los recursos necesarios ni al Poder Judicial, ni a los organismos de contralor como el Tribunal de Cuentas, Contencioso Administrativo o Corte Electoral. O sea, en buen romance, el mensaje es que lo que controla el Ejecutivo, tiene como destino carecer de presupuesto. Morirse de hambre. Dice el senador Larrañaga “la disgregación no es política es social y cultural. Han instalado sentimientos radicales que no estaban en el Uruguay”. Este proceso debe detenerse y debe construir la unidad nacional. Hay que decir basta a la división y por supuesto detener el paso de los que la dividen. Es hora de construir un Uruguay juntos, alega el senador. Todos juntos estemos en cualquier bando y en cualquier lugar, seamos de la capital o del interior, estemos en la política sindical, social, comercial o lo que sea, trabajadores o empresarios, sin perjuicio de la religión que se profese. Nada de todo lo dicho es obstáculo para emprender una senda juntos que nos lleve a devolverle al Uruguay el diálogo, el respeto y la búsqueda de las mejores políticas. O sea, resumiendo, hay que cerrar esa separación. No es con políticas sectoriales en que las mitades de un todo se puedan volver a unir y formar una nación futura. Antes la hubo, hay que concientizarse que es necesario volver a hacerlo. La nación que promueve estos valores premiando el esfuerzo y el sacrificio es la que debe triunfar y no castigar el éxito desde posiciones resentidas y mezquinas. También es obvio, que así como la izquierda construyó un relato tan trabajoso, desmantelarlo conllevará el esfuerzo consabido contrario. No es excluyendo gente o partidos que no están identificados 100% con el gobierno que se logra rehacer una nación, el paradigma frentista está agotado, superado y expuesto por la realidad. Los continuos desfasajes que sus tesis han sufrido, PLUNA, Casinos, etc. son ejemplo de eso. Un país no se reconstruye unos meses antes de la elección. Para obtener cambios y recuperar la patria, como gobierno y como proyecto hay que empezar hoy.




Leopoldo Amondarain
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