jueves, 17 de marzo de 2016

INDISCIPLINA PARTIDARIA, la columna de Hoenir Sarthou: Valenti


Publicad por Semanario Voces








Se podrá discrepar con Esteban Valenti por muchos motivos, pero nadie puede negar  
la lucidez y la habilidad políticas que suelen acompañarlo.
En los últimos tiempos, en especial desde que se inició la investigación sobre ANCAP, se ha vuelto una voz crítica de ciertos aspectos de la gestión oficial. Al punto que Danilo Astori declaró que “hace tiempo que no nos representa”, poniendo fin, así, a su papel de vocero público del Frente Líber Seregni.
Despojado de esa representatividad, Valenti arreció en las críticas, hasta que en una columna publicada esta semana, “El tobogán ¿Cómo? ¿Cuándo? ¿Por qué?”, resumió sus discrepancias y formuló sombrías advertencias respecto al futuro del Frente Amplio.
En lo esencial, sostuvo que: 1) el gobierno y el Frente Amplio están perdiendo credibilidad y van “mal, muy mal”; 2) la causa principal de esa situación, según él, es el crecimiento del MPP, una fuerza que (siempre según Valenti) no fue fundadora del FA, no es seregnista, y, fiel a sus orígenes en el MLN, tiene como proyecto y método político el puro ejercicio del poder; 3) los sectores no “emepepistas” (el Frente Líber Seregni y el Partido Socialista), que debían oficiar como contrapeso, fueron cediendo por debilidad ante el empuje arrollador del MPP, hasta que “se ladeó el bote de forma insoportable”; 4) lo que pasó en ANCAP, y “otras cosas” no son sólo responsabilidad de Raúl Sendic sino del gobierno (de Mujica) “que se lo permitió e incluso lo alentó”; 5) hay un debilitamiento de “los factores éticos en el FA”, ejemplificado en el concepto de que “lo político no sólo está por encima de lo jurídico sino también de lo moral y ético”, debilitamiento ético que abarca a militantes y sindicalistas y que, según Valenti, acarrea el vaciamiento ideológico de la izquierda, el avance de la derecha y el “robo de la esperanza” de la gente; 6) reconoce el estancamiento del FA, la falta de políticas educativas y sociales, y desliza: “quisimos arreglar todo con crecimiento y plata”; 7) para concluir, se pregunta: “¿perderemos las elecciones?”, y se responde que ello dependerá de que surja dentro del Frente un sector que haga contrapeso al poder del MPP, fuerza de la que, pese a todo, no cree conveniente separarse” todavía”.
Voy a permitirme coincidir con Valenti en algunas cosas y discrepar en otras, como lo hemos hecho tantas veces en “tertulias” y “mesas”.
Coincido (¿y quién no?) en la constatación de la creciente pérdida de credibilidad del Frente Amplio a través de sus sucesivos gobiernos. Coincido también en que lo que Valenti llama “debilitamiento ético” (creo que podemos hablar ya de corrupción, con todas las letras) es un factor importantísimo –aunque no el único- de esa pérdida de credibilidad. Y, por supuesto, estoy de acuerdo en que la carencia de un proyecto político coherente ha sido suplida por una penosa rebatiña de cargos y posiciones de poder.
Discrepo, en cambio, en que el MPP sea el único responsable de esos fenómenos.
Mi decepción con el MPP, sector al que voté en 2009, es enorme. Creo que aún no nos damos cuenta del daño que nos causó el “estilo Mujica”. La total incomprensión del fenómeno institucional y la creencia de que cualquier arreglo político puede pasar por arriba de las reglas y de los procedimientos establecidos como garantía son caries culturales de las que nos costará mucho liberarnos. Pero, ¿el MPP actuó solo?
¿Dónde estaban el vicepresidente, los ministros, los senadores y los diputados frenteamplistas no mujiquistas mientras que Mujica gobernaba? ¿Quién firmaba con él los decretos, quién votaba las venias y le daba las mayorías parlamentarias? ¿Son Mujica y el MPP los principales responsables de los escándalos de Casinos y PLUNA? ¿Alguien en el gobierno reaccionó ante el hecho gravísimo de que casi dos tercios de los chiquilines no terminan secundaria? ¿Quién dirigía la economía mientras que Mujica presidía? ¿Quién impulsó las políticas de inversión extranjera, sobre todo en materia agrícola, que, entre otras cosas, han dañado la tierra y echado a perder el agua potable? ¿Quién les concedió exoneraciones tributarias a las megainversiones y les asignó zonas francas y puertos, en tanto los demás uruguayos pagamos impuestos altísimos? ¿Quién nos endeudó a todos, elevando la deuda pública a más de 50 mil millones de dólares? ¿El Ministerio de Economía no sabía lo que pasaba en ANCAP? ¿Cuál fue su postura ante la creación y la adjudicación de las obras de la regasificadora y de la maraña de empresas colaterales (privadas pero con capital público) que hoy rodean a los entes del Estado?
El problema no es sólo el MPP, sino el Frente Amplio, o al menos la cúpula que lo representa en el gobierno. Es que el modelo económico y social impulsado, la apuesta a la inversión extranjera, desprolija e inequitativamente manejada, la carencia de proyectos nacionales , frustra inevitablemente a la mayoría de los uruguayos, a los que les propone consumir, si pueden, o vivir de las dádivas del Estado (la “plata con que se quiso arreglar todo”) mientras esperan el derrame de riquezas que deberían provocar –y no provocan- las multinacionales.
Finalmente, Valenti se pregunta: “¿Vamos a perder las elecciones?”
Cabe preguntarse quiénes perderían las elecciones. ¿Los responsables del “debilitamiento moral”? ¿Los “militantes, sindicalistas y gente común” que padecen ese “virus mortal” de anteponer lo político a lo ético? ¿Los que han querido “arreglar todo con crecimiento y plata”?
Si la situación es como Valenti la describe –y yo creo que lo es- que el Frente Amplio perdiera las elecciones debería ser el menor de los problemas, incluso para los frenteamplistas. Lo verdaderamente grave es la degradación a la que ha llegado el Frente en sólo once años de gobierno y la destrucción que puede causar en los cuatro años que le quedan. Ese, en realidad, está lejos de ser sólo un problema de los frenteamplistas. Es un problema de todos los uruguayos.
La parte más dura del asunto es que todos, en el fondo, como ciudadanos, somos un poco responsables. Unos, por haber apostado otra vez al actual Frente Amplio sin exigirle nada; otros, por no haber sabido pensar ni construir alternativas convincentes.     


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