jueves, 19 de mayo de 2016
Primero se quemaron vivos los presos, pero a nadie le importó Columna de Leonardo Haberkorn
Foto: Gentileza del periodista Aníbal Falco/Blog La degradación del ensayo.
Doce personas murieron quemadas vivas en Uruguay el 8 de julio de 2010. Eran presos de la cárcel de Rocha.
Las víctimas eran parte de 20 hombres que vivían hacinados en una celda de 12 metros por 6,8. La cárcel tenía una capacidad máxima de 60 pero había 174. Las ventanas no tenían vidrios sino pedazos de nailon y cartones. Los presos combatían el aire helado con improvisados y precarios calentadores hechos de una resistencia eléctrica montada sobre un ladrillo. La celda no tenía tabiques para separar el espacio de cada preso, sino frazadas colgadas por ellos mismos. Todo muy apretado.
Aquella madrugada ocurrió lo que ya se sabía que podía pasar: una frazada cayó encima de una improvisada estufa y así se desencadenó el incendio.
El ministro del Interior del momento, Eduardo Bonomi, bajo cuya autoridad funcionaba la cárcel de Rocha, se quitó toda responsabilidad en el asunto. Había 12 muertos, pero en Uruguay nadie renuncia por nada.
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