domingo, 9 de octubre de 2016

Las cacerolas de los ricos y las preocupaciones de los pobres. Por Nelson Fernández







Los riesgos que genera que el debate se enfoque en la marca de una olla

Las ironías sobre la marca y el valor de las cacerolas que
algunos manifestantes utilizaron para protestar esta semana contra la
política de seguridad, revela un mal de la sociedad uruguaya: medir a
las personas por su patrimonio o por sus ingresos.

¿Los ricos no tienen derecho a protestar?

¿Eran ricos los que protestaban en Carrasco y en Pocitos?

¿Tener una cacerola que cueste $ 2.000 es sinónimo de riqueza?

¿El precio de la cacerola sirve para identificar a un rico o es reflejo de lo caro que cuestan las cosas en el país?

En un tiempo en el que se hacen tantas campañas contra la discriminación, suena contradictorio que muchos de los que adhieren a esas causas –de
evitar que personas sean juzgadas negativamente por alguna condición, y  no por lo que son como personas–, ahora se lancen a discriminar a otros,
porque "tienen plata" o porque viven en un barrio residencial.

El caso abre dos focos de atención.


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