lunes, 31 de octubre de 2016

¡Qué desencuentro! Si hasta dios está lejano... Por Alberto Grille. - Caras y Caretas



Me arrepentiría si en ocasión de la muerte
de Jorge Batlle no expresara sobre él lo que pienso. Para empezar, su muerte es injusta y lamentable. Pese a que ya tenía 88 años, podría haber vivido un tiempo más si un accidente trágico y un golpe en el
cráneo luego de un síncope no le hubieran ocasionado lesiones cerebrales que provocarían su deceso. Murió como vivió: luchando y tratando de
reorganizar su partido, el Partido Colorado, una fuerza política en decadencia moral e ideológica, que en las últimas elecciones apenas obtuvo 300.000 votos (algo más de 12%). En los últimos 70 años, Jorge Batlle fue extremadamente consecuente, tenaz y porfiado en la defensa de sus ideas. Ese es su gran mérito, particularmente en tiempos en que la
política está tan devaluada.
Se sentía un patriota, y muchos uruguayos también lo sentían así. Era valiente, inteligente, ocurrente, tenía sentido del humor y era muy culto, sobrio y llano en su comportamiento cotidiano. Hasta ahí, todo bien con Jorge Batlle, un personaje conocido,
que desde hace decenas de años –desde que existe la televisión– ha sido casi una presencia habitual en la sala de cualquiera de las casas de Uruguay. Sin duda, se lo va a extrañar.
La única vez en su larga vida que Batlle no fue polémico fue el día de su muerte. Aceptemos que si la adulación post mórtem no fuera un deporte nacional, el hecho podría sorprender al propio Batlle. Es más, le resultaría hasta gracioso ver a tanto alcahuete rendirse ante lo políticamente correcto.

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