domingo, 30 de abril de 2017

AL POETA RONDAN MARTINEZ. LATITUD CHUY, NAUFRAGIO… Por Ignacio (Nacho) Suarez.


Era el año 1965. Yo, por entonces, integraba la Comisión Ejecutiva de la Feria Nacional de Libros y Grabados en tareas de Coordinación y Relaciones Públicas, pero, sobre todo, ejercía como amigo de su alma mater, la poeta Nancy Bacelo. Esa tarde venía de ver a Juan Carlos Onetti, quien tenía su oficina en Artes y Letras, exactamente enfrente a la nuestra, antes de ingresar al Atrio del Palacio Municipal.Atrio que aún no tenía piso de baldosas, por lo que lo cubríamos con camiones de pinochamientras durabanaquellas inolvidables Ferias iniciales.
Al llegar, Uriarte, el morocho que oficiaba como de Ángel de la Guarda de Nancy me entrega un libro que habían dejado para mí. Me senté a leerlo cuando, ya de regreso, la inconfundible voz de Nancy, ya desde la puerta, me dice:- “Latitud Chuy”.
-¡Viste que poeta resultó el ganador del Concurso de este año! Quise que fueras el primero en leerlo, ya que acaban de mandarlos de la imprenta, porque además, es de tus pagos…Un aduanero del Chuy, llamado José María Rondán Martínez. ¿Lo conoces?
No lo conocía. Pero, desde esa tarde, ya sabía que éramos amigos. Había ganado ante un riguroso jurado integrado por Washington Benavides, Milton Schinca y la exquisita Amanda Berenguer,.. Llevé el libro a mi casa. Lo leía y lo releía hasta que, en medio de esa noche de verano, al ver en un centro de mesa unas frutas, descubrí una dorada naranja que brillaba como con luz propia. La pelé en círculos, lo que me permitió armarla nuevamente. Pero, antes de ello, escribí en su interior, en la parte blanca llamada albedo, una extraña carta circular con delgadas palabras escritas con pluma de metal y tinta azul…José finaliza un verso diciendo: Chuy, fronteriza línea, mayo 20. / Alguien, lo sé, me escucha. / Yo le confirmaba que lo estaba escuchando.
Preparada como un regalo, le mando la carta a José a la misma aduana del Chuy. Era como una carta de náufrago pero en vez de botella era enviada en naranja. Y tenía que ser naranja- como le decía- porque José había nacido entre los naranjales salteños, había sido cuidado por unas viejas tías indias, oscuras y silenciosas que aún lo acompañaban allá, en la frontera rochense. Le decía que su poesía olía a butiá y a caña blanca. Para mí, olía a infancia. Pero también al sueño compartido de que la palabra, algún día, nos ayudara a dibujar otro mapa de la Patria Grande americana ya que la suya era una soledad compartida por hermanos lejanos y cercanos. Como ese cholo Vallejo que, subyacentemente, como invisible pero profundos vasos comunicantes, nos unía en esa noche…

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Latitud Chuy, angustia, / alarma del otoño, fuego tibio / ordenando el paisaje, el caserío; / Van Gogh rebelde abriendo girasoles, / degollando las nubes, abatiendo / las alas del ocaso. / Cicatriz de la calle, piedra amarga, / vertical en mi cuello…Vidrio herido / apretado entre mansos edificios; / gente con su esqueleto a las espaldas /arrodilladas sombras, trigo imberbe / cuchara despoblada…/
Cuando, por fin, nos vimos, los dos sabíamos que era un reencuentro. No obstante existía – existe todavía -un misterio, un fenómeno inexplicable, insondable…José María parecía esconder detrás de su, hasta tosca figura; oscuro de piel, ojos enrojecidos, melena despeinada, desprolijo en los gestos y en su desaliñada vestimenta, el alma de otro ser. Parecía que esa imagen de cuidacoches descuidado y hasta ebrio, no condecía ni con su calidad del fino y culto poeta que era; ni con el aplicado, recto, insobornable aduanero funcionario aduanero, lo que le permitió- siempre por concurso y por capacidad intelectual y comprobada responsabilidad, ascender a los planos más altos que el escalafón funcionarial vigente le permitió.
Achinado, más cerca de la imagen que Hollywood proyectara al mundo de los más indisciplinados guerrilleros villistas o zapatistas, nos daba la sensación de que dos o tres personalidades diferentes, y hasta contradictorias, convivían en él, quizá generando las duras crisis internas que tuvo que enfrentar. Escuchándolo hablar- especialmente si había tomado algunas de las copa que solía beber en excesos- nadie podría decir que era la misma persona capaz de elaborar, desde una raíz muy profunda e incluso desconocida de su ser más íntimo, esa poemática clara, sutil, rica y elaborada que le emanaba como de las puras y escondidas vertientes de su alma…
/ El pueblo es un latido apresurado / sonoro de motores, carcajadas /de los turistas en verano. / (En mi puesto aduanero, alicaído, / controlo cuántos coches puro lujo, me llenan con su polvo de turistas / la adormecida siesta de mis poros). / Chuy, fronteriza línea, mayo 20:/ mi traje rutinario, gris, planchado, / recoge la haragana simpatía /del polvo cotidiano, amanecido, / en la vértebra lúcida del año. / Mi dimensión sumisa clava empeños / en madrugada cierta…Dientes agrios /destrozando almanaques, denme tiempo / para afilar el hambre…
Funcionario y poeta, hombre sensible en medio de esa irrealidad o supra realidad casi onírica de la frontera del Chuy, con sus diferentes y no menos contradictorios planos superpuestos, integrados por pobres y ricos, criollismo y sofisticación; mezcla de razas y lenguajes; vidrieras y baldíos…Polvorientas calles de sol y viento , llenas de restos de embalajes y cajas de todas formas y colores de los productos de la última tecnología, al lado de puestos de tortas fritas, flores de verdad y de mentira. Carros con caballos junto a los automóviles más lujosos de los más extraños países. Mocasines, alpargatas y ojotas. Sulquis, bicicletas y motos. Muchas motos y motitos...Y las más extrañas mezclas de las modas, cabellos, cicatrices y tatuajes. De hombres y de mujeres, de niños y de viejos y de perros vagabundos y mascotas falderas y ciudadanas de pelo teñido moñitas de colores y uñas cortadas…
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En un incesante desfile de vestidos y desvestidos…Mate amargo y guisos carreros. Los whiskies y los perfumes más caros del mundo y los sombreros y gorros de paja regalados por Samuel Priliac desde su tradicional casa instalada en la línea divisoria…
Por ahora deslizo mis mensajes / en rápidos bolsillos / amparo el desamparo / me podo el ojo turbio / redimo mis rodillas / plumereo mis huesos genealógicos, / me encierro bajo llavecon mis penas / y hago mi aprendizaje de patriota. / No es poesía rebelde, todavía / pero es poesía herida. / Latitud Chuy, naufragio. /
“El ciego sol, la sed y la fatiga. Por la terrible estepa castellana, al destierro, con docede los suyos, —polvo, sudor y hierro— el Cid cabalga, decía en su Castilla Don Manuel Machado, sobre un exilio parecido al del niño salteño que, cual resaca humana, la vida, como la mar, empujaba a las costas de las fronteras…
Y en las noches, bajo ese cielo azul como una inmensa carpa de circo, el ojo mágico del faro de la Barra, la fraternidad empecinadamente oriental de los cantos, de las copas y de las guitarras. Voces y guitarras y orfandades que lo llevaron a la búsqueda del padre y que, al lograrlo, recreándolo, lo ve como realmente era: El Artigas compañero...
/ Artigas, Pepe Artigas, Viejo Artigas, / Capitán del Lucero…Artigas Padre: / Voy a ubicar tu nombre, cuando entonces / todavía no andaban por la Patria /tus frases como soles, tus palabras / mayúsculas, cuando eras / José Gervasio Artigas./ Cuando tu vestimenta de patricio /atildada y prolija impresionaba / a tu sobrina ña Josefa, cuando, /conversabas de cosas familiares,/ de la estancia de Pando, de las reses / faenadas por el cuero./ Eras entonces nada más que un hombre / perdido entre otros hombres./ Esas cosas pequeñas, cotidianas, son las que quiero para ver tu estampa / como cuña de sol en nuestra Patria./ Por ejemplo te veo cabalgando / en tu caballo zaino y legua y legua /hasta encontrar cansancio y pulpería,/ hasta encontrar guitarra, naipe y trago,/china, requiebro y una copa arisca.
Y ésas, sus copas ariscas nos unieron en muchas de nuestras largas charlas, ya en el Chuy, ya en su rancho de la costa mansa del río, cuando, luego, fue trasladado a Colonia. Rancho desde cuya puerta pescaba, habiendo sido esta etapa, quizá, una de las que más paz le dio la vida junto a su tan amante y sensible compañera de vida, Alicia López.Ya instalado en Montevideo, mientras ascendía profesionalmente hasta convertirse en un jerarca del Instituto aduanero, también comenzó su lucha frontal con el alcohol, con esas copas tan ariscas que, por haberlo acompañado en uno de sus combates frontales, periódicamente pasaba a verme e un apartamento que yo por entonces tenía en el Hotel Liberador en Florida y la Rambla y me decía, como en una especie de código: - ¿Me acompañas allá?- haciendo un típico gesto con su cabeza de enmarañado cabello.Y “allá” era: Millán 2515- que, no por casualidad, es la dirección más conocida del Uruguay-.Entonces estoicamente pedía que se le hiciera un tratamiento para enfrentar,en parte, su dipsomanía.

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Para, por ejemplo, no tomar más whisky. Entonces desde salía a tomar cualquier otra bebida, incluyendo una etapa en la que bebía hasta menta. Diciendo al respecto, que, de la misma manera que Neruda escribía con tinta verde, algún día él mismo sería recordado como ¡el poeta de los versos verdes, por dentro!…
A lo que yo le contestaba que ya estaba lo suficientemente maduro como poeta para escribir versos verdes…Esta fue sin duda una de las etapas más duras. Y bueno es recordar con agradecimiento el apoyo que tuvo, hasta hoy, del periodista Julio Dornel manteniendo viva su memoria. Luego vino la etapa de las internaciones más severas. Donde su vida y su poesía quizá como nunca, tocaba el mismo hueso de su hermano de piel y alma, el dolido poeta César Vallejo. Y lo refleja: “H. V. 7 bis” que sintetizaba: Hospital Vilardebó Sala 7 bis: “Domingos con visitas/apresuradas, tiernas, bondadosas/ acariciando el pómulo, inquiriendo por nuestras/soledades/ como si niños fuéramos… Y nos quedamos solos/ mirando más allá de la llovizna/este domingo gris/setiembre...
U otros fragmentos donde rescata susdolorosasinternacioneshospitalarias: “Repaso mi etilismo en esta cama / Nº10, Vilardebó…tristeza / de germinales tallos / derrotados sobre esferas alcohólicas… Cama Nº10 / Vilardebó, tristeza: la tibia beatitud de las frazadas / cobija mi esqueleto”.
Otros versos nos duelentodavía…:- “Me duele el viento, el corazón, la tarde/ las palomas eróticas, el loco/ pidiéndome una ausencia de tabaco… Me duele el pie descalzo cuyos dedos/dibujan jeroglíficos, simbólicas/visiones de un profeta taciturno.” “Crece el tumulto de mis soledades/ y el grillo de mi canto se adormece/sobre un lecho prestado… Hay una telaraña sin araña/atrapando mi sueño, mi delirio/ de boca sin mujer:/un mes de manicomio ya me alcanza/para volverme loco…”
Una vez en su casa montevideana, humilde y sencilla como su propia vida o como su propia pareja, me abre la tapa de un sótano y muestra cajas y cajones de botellas de bebidas y chocolates finos. También había electrodomésticos y aparatos de sonido de la más sofisticada tecnología. Todo absolutamente cerrado, intocado. Y Alicia me explica que allí José depositaba “los regalos” que no había podido devolver. Los que le llegaban de parte de empresas que, de esa manera, pretendían vencer su inquebrantable compromiso de ejercer con la más absoluta honestidad su función aduanera. Eso, naturalmente también le creaba enemigos hasta entre algunos- y no pocos- de sus propios colegas. Compromiso humano y ético que también había asumido ante su poesía cuando, por ejemplo, creó una de las más hermosas canciones que popularizó nuestro común amigo Alfredo Zitarrosa y el rochense dúo Solipalma. : El Taipero, y su dura realidad laboral y vivencial de la cual le relataba con detales el propio Julio Dornel.
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Este tema, además, también nos unía por un vínculo muy fraterno, porque yo también había escrito, siendo muy joven, una canción a los taiperos que había conocido en los arrozales de mis pagos.Texto que una noche, rompí -frente a sus asombrados ojos- porque era, infinitamente inferior a ésa, su tiernísima canción:
Plazas de recuerdo son las noches del taipero, / peón del arrozal doblado en soles y luceros, / cuña de esperanza clavada en Cebollatí. / Taipero.../ Dura es la canción en la cosecha de febrero, / cuando el horizonte se hace amargo canto obrero, / silba el agitar del arrozal tan infeliz. / Taipero.../ Vida triste es ésta, la del arrozal, / unos pocos pesos para malgastar. De contrabando los peones /se vienen desde el Brasil, /buscando en Cebollatí el arrozal Los terrones dan tallos y dan canciones /de patria amarga y sufrida, / dolor de hombre la herida, / que alivia un poco la caña, / de sol a sol, dura hazaña /que nos consume la vida. / Patos y gaviotas acompañan al taipero, / hasta que la lluvia trae remansos galponeros, / cantos y guitarras aliviando el existir. / Taipero.../ El domingo hay fiesta en Cebollatí, gastaré mi plata sin pensar en ti. / Taipero... taipero...
Y así como te imaginé por primera vez, vallejianamente solo, bajo un sol de Van Gogh de la frontera, así te veo ahora, cuando el verano hace girar, lenta y pacientemente la noria de su calesita - bajo tus mismas calles solitarias- bajo el sol de un viento permanente, mientras gira el polvo de los días, los mismos días blancos e infinitos, de un día igual a otro.De un día igual al otro. De otro día igual, José María. (Recordando al poeta Rondan Martínez, en un nuevo aniversario de su fallecimiento. 27 de abril del año 2.000)

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