viernes, 5 de mayo de 2017

CON FLORENCIA NÚÑEZ "Mi obra es fiel a lo que creo"






El País


Nacida en Rocha, Uruguay (1991), la cantante y compositora viene trazando de forma sensible y tenaz su propio camino.



Pablo Fernández

Tiene un no-sé-qué que te obliga, en medio del bombardeo cotidiano y anestesiante, a detenerte y mirarla (o escucharla cantar) dos veces. Sorpresa y cristalinidad son palabras que le caben, a sus letras y a su persona. No hace tanto que empezó, por una simple cuestión de calendario, pero Florencia Núñez (Rocha, 1991) sabe muy bien qué está haciendo, a dónde quiere llegar, y cuál es el camino que une esos dos puntos. A ello se aboca, guitarra en mano, sensible, certera y tenaz: a Dios rogando, y con el mazo dando.

—En tus canciones hay felicidad, sorpresa ante la vida, asombro, curiosidad. Todo filtrado por una mirada casi ingenua. ¿De dónde viene ese tono predominante, qué refleja?

—Yo me alegro muchísimo cuando pasan cosas buenas. Pila, pila. Y es verdad que estoy con la antena puesta hacia el asombro, hacia la búsqueda de esas cosas. No soy para nada bajón, ni mala onda. Al contrario, soy bastante optimista, y trato de ponerle alegría a todo lo que hago, en cualquier ámbito. Estoy siempre atenta al otro, me gusta conversar, intercambiar, como esperando lo mejor de la gente. Entre otras cosas porque nunca sabes dónde puedes conocer personas que van a determinar algo en tu vida. Y ante todo la sorpresa, decir "pa, ¿cómo pasó todo esto?". Aunque en realidad sabemos cómo pasó, porque uno trabaja para que las cosas pasen.

—Hay un tema identificable en algunas de tus letras que es cierta mirada a cosas ocurridas hace ya tiempo, percibidas hoy como momentos idílicos. Se nota en "La casa de la playa" y en "Memoria en murales". ¿Qué lugar ocupa el pasado en tu vida? ¿Te considerás una persona nostálgica?

—Nostálgica no. Creo que el pasado es el pasado, y está bueno recordarlo como lo que es: algo que ya ocurrió, y que no va a volver. Pero es cierto que la niñez define muchísimo de lo que uno va a ser en la vida. Muchas cosas en la infancia te definen y te marcan para siempre. Yo recuerdo esa época como algo feliz, con la tranquilidad de saber que fueron cosas buenas, que me marcaron para bien, y contenta de estar donde estoy hoy. Creo que mi mirada al pasado va más por ahí. Muchas veces esas cosas son hasta inconscientes: "La casa de la playa" la compuse en una especie de reacción química celular, como un flash. No sé si conoces el episodio de la magdalena de Proust, cuando el personaje de la novela En busca del tiempo perdido revive su infancia en un instante, al sentir el gusto de una magdalena mojada en té. Bueno, "La casa de la playa" fue igual, yo llegaba en la bici y cuando toqué la reja de entrada al edificio donde vivo me bajó toda esa línea de pensamiento, esa cuestión visual de esa canción, y entonces subí, la escribí y la toqué de un tirón. Tiene una carga que es muy significativa para mí. Y para mi familia también, es una canción que ellos quieren mucho, quizá sea de sus preferidas. Porque claro, también se ven involucrados en esa mirada hacia atrás, en esa retrospectiva. Que es totalmente biográfica, el escucha se mete en mi cerebrito y ve lo que yo veo. Una mirada muy como en VHS además.

—¿En qué sentido?

—Viste que el VHS tiene esa cosa vintage, que se ve como rotito, como ruidosito. Es una imagen un tanto nublada, imperfecta, pero que al mismo tiempo tiene un valor muy tremendo, porque muestra algo único, irrepetible. De hecho tengo una aplicación en el celular que graba como VHS, y es muy divertido poder hacer esas cosas, jugar, recordar el pasado con cosas también tangibles. El VHS, esa canción, es parte de lo mismo. El mismo ejercicio.
LA ALEGRÍA DE ENAMORARSE.

—Otro tema que se repite en tus canciones, casi como una obsesión, es el amor, o más bien la pareja, y sobre todo la búsqueda de pareja. ¿Por qué ese interés tan marcado?

—Mi primer disco tenía mucha ficción en cuanto al amor. Está bueno ver el contraste con lo que hago ahora, con una mirada menos ingenua del amor, que si bien sigue siendo en muchos aspectos idealista es más de mujer, tiene otra madurez. Y respecto a la presencia de la pareja en mis canciones, yo le doy la importancia que tiene en mi vida, para mí es un estado de alegría, enamorarse. Es precioso. Conocer a la otra persona, entender, y sentir que puedes conquistar el mundo, cuando uno entra en ese estado que te ríes como un choto por la calle, y bailas y todo eso. Esas cosas me pasan, y entonces también es un poco mostrarlas, es parte de quien soy. No lo voy a ocultar.

—Sí, pero seguramente la gran mayoría de los artistas se ponen igual de eufóricos cuando se enamoran. Pero no necesariamente le dedican una porción tan importante de su obra.

—Estar enamorada me impulsa a hacer canciones. Y no sólo en el caso de una relación correspondida: el amor que no sale también. Porque en realidad para sentir amor no hacen falta dos, con uno da y sobra. Entonces por ejemplo el tema "Todo indica que caí" está escrito desde un lugar de looser total, todo mal, y sin embargo también lo digo de una manera contenta. O sea, a mí el amor me genera y me despierta cosas que me mueven como compositora, y me llevan a escribir.

—En muchas letras tenés un abordaje tremendamente racional hacia el amor. Como si más que realidad hubiera actividad cerebral, miles de horas dedicadas a analizar ese objeto anhelado. En "Tu nueva foto" decís "seguro que seguiré pensando en tu sonrisa/ durante dos o tres días/ o el resto de la vida/ Con esta resignación dejo la puerta entreabierta/ nunca me cansaré de en tu vida estar alerta".

—"Tu nueva foto" es, una vez más, una canción de perdedor, y lo que decís de la actividad cerebral probablemente sea así. Pero tenía 19 años cuando la hice. De hecho en mi primer disco canciones de amor entre dos personas hay muy pocas, la mayoría son mías en plan romántico. En mi último disco hay menos looser, y hay un poco más de madurez. Hay menos de pensar en la otra persona, y más de vivir la situación. Mi cabeza iba por túneles súper distintos a los 19, una edad a la que te estás definiendo como persona: me acababa de mudar a Montevideo, me estaba cuestionando mil cosas... Para mí el amor en aquel momento era sólo algo ideal, sobre lo que podía fantasear, y pensar, imaginar. El amor como algo real no estaba pasando. Canciones como "Qué planes tienes para el sábado" o "Superwoman" son historias ficticias. No tenía en ese momento los zapatos ni la ropa de nadie en mi placard. Cambié mucho desde entonces, pasaron algunos años, maduré, viví muchísimas cosas que me hicieron tener otra visión del amor y la pareja, y de a qué le quiero escribir.
NIÑA FELIZ.

—¿Qué tipo de niña fuiste? ¿Cómo fue esa niñez tan revisitada?

—Una niña muy activa. Como sigo siendo hoy. Y muy curiosa también. Súper curiosa por conocer, por leer, por escuchar, por ver. Pero al mismo tiempo muy obediente, responsable, ordenada. Nada de pasarme para el otro lado ni de romper reglas.

—¿Pero fuiste una niña feliz, una nenita mimada, una niña prodigio, una niña retraída, la rara del barrio, la sobre estimulada… un poco de todo eso a la vez?

—Fui muy feliz. Y mimada también, claro que sí. Pero además era bastante… no sé si tanto como niña prodigio, pero me iba bien, y el resto lo daba por sentado. Estaba sobreentendido que me iba a ir siempre bien. Era lo que se esperaba de mí como niña, muy de exigencia cien por ciento, sabían que tenía que dar el máximo. Y así era para todo: en cualquier situación, la respuesta siempre era "no esperaba menos de ti". Me acostumbré a que todo tenía que ser perfecto en cuanto al hacer, tenía que ir todo bien, a un nivel alto, de excelencia. No sé si está bueno acostumbrarse a eso, pero fue así. No era alguien que podía pifiarla.

—Recién dijiste que la niñez explica muchas cosas. ¿Cómo explica tu presente esa niñez?

—Yo creo que soy una insistente. Pero una insistente perdida. No me canso de hacer las cosas y de hacerlas lo mejor posible. En cualquier ámbito. Soy bastante impertinente incluso en cuanto a esa obstinación, me cuesta rendirme. Capaz que dentro de unos años nos vemos y te digo 'me cansé'. Pero no creo, porque siento una motivación muy fuerte, y uno va creciendo y la motivación para seguir va cambiando.

—Te cuesta rendirte. ¿Y aceptar un "no"?

—Depende de qué. Muchas veces digo "bueno, hoy es un no, vamos a trabajar para que mañana sea un sí". O sea, soy trabajadora, de verdad, me considero trabajadora. Y responsable, y que voy para adelante. Considero que con trabajo se pueden hacer cosas.

—¿Qué es para ti la belleza?

—La belleza es lo que me conmueve. Ya está. Si algo me conmueve, estoy segura de que hay una belleza allí, sea del tipo que sea. Una canción de Rodrigo Amarante me puede conmover de una manera, y una de Queen de otra: son bellezas diferentes, a diferentes escalas, con matices distintos. Pero cuando algo me conmueve es que hay una belleza ahí adentro. Y lograr esa belleza, lograr conmover a los demás, es algo que no siempre pasa, pero cuando pasa es precioso. Divino.

—Toda obra refleja la personalidad de su autor. ¿Qué dice de vos el conjunto de tus canciones? ¿Qué tanto te describe?

—Creo que dice bastante verdad. Yo considero que lo que hago es genuino. Sino no lo estaría haciendo, ni me tomaría todo este trabajo. Creo que mi obra muestra que disfruto, y que encuentro en eso una felicidad que no me dan otras cosas. La felicidad de componer y de tocar es muy difícil de explicar, pero está ahí, son esos tres segundos por concierto donde sientes que algo te corre por el cuerpo, y dices "claro: es esto, es por esto que hago todo". El que me escucha, si se conecta con lo que hago, probablemente también lo entienda. Lo que hago habla de eso: es honesto, transparente, no le miente a nadie. Sincero también puede ser la palabra. Mi obra es fiel a lo que creo, a lo que pienso, a lo que siento.
ABRIENDO, PROYECTANDO.

—Parecería que te estás exponiendo cada vez más en tus letras, como si estuvieras animándote a mostrar más de ti, por ejemplo en canciones como "Secreto a voces". ¿Cómo definís hasta dónde llegar? ¿Qué cuestiones influyen en dónde ponés el límite?

—Yo no me imagino diciendo "hasta acá mi vida, esta puerta no la pueden pasar". ¿Yo que sé si no la pueden pasar? Capaz que hoy no, pero mañana sí, somos seres mutantes, vamos cambiando. Creo que el límite también tiene que ver con el estado de ánimo, y con esa pulsión que te lleva a hacer una canción y no otra. Y por supuesto que con la experiencia acumulada y la madurez. Las cosas que te van pasando a lo largo de los años van moldeando tu forma de ser, y eso también incide en cómo te exponés y qué exponés. Tampoco creo que yo exponga nada raro ni que sorprenda a nadie. Lo que muestro es genuino.

—Claro, pero más allá de que sea genuino, uno tiene pudores. Eso está siempre en conflicto en una obra.

—Yo no veo un límite claro, no en forma consciente en todo caso. Sí lo puedo asociar —esa mayor exposición— con lo físico, incluyendo el grado de desarrollo de mi voz en los últimos años. Siento que esa exposición también se ha hecho desde lo vocal, no sólo en cuanto a las letras. Es cierto que en este disco las canciones quizá muestren un poco más de mí, y eso se acompaña con cómo me planto físicamente para cantar, desde qué lugar. Estoy en un momento de búsqueda importante en el tema vocal, en el tema de la cantada, estoy estudiando. Desde entonces mi pecho, mi garganta, mi voz, tuvieron una apertura. Me estoy explayando, caminé un poquito más. Hay una relación entre la herramienta y lo que digo. Es una cuestión hasta de actitud. Si me veías hace unos años al momento de cantar estaba mucho más metida en mí misma, con los hombros para adentro, retraída, una posición que ya te habla de algo como introspectivo, con una pretensión mucho menor incluso. Ahora en cambio me estoy abriendo, proyectando. Me estoy incorporando diferente, buscando la manera de pararme para estar estirada, relajada, más cómoda. Ya no es sólo mostrar lo que hago, doy un paso más. Tengo que decir algo más.

—¿Y dónde nace la necesidad de subir a un escenario a cantar canciones propias, íntimas, ese deseo de protagonismo? Tiene que estar ese motor para que te subas ahí arriba.

—Sí, el mostrarte, la exposición. Lo que pasa es que el motor es la creación. Para mí hacer canciones es lo más lindo y lo más natural, una suerte de gema que me tocó tener, y que me encanta poder compartir. Obviamente hay un deseo y una necesidad personal. Pero creo que va más por el lado de pensar qué se puede generar en común al mostrarle una canción a otra persona, qué le puede mover al otro. Cuando alguien escucha una canción que le llega particularmente siempre se adueña un poco de ella, y siente que en algún punto pudo haber sido escrita para sí mismo, hace suya la historia. Eso, que yo viví desde siempre con las canciones de otros, me parece hermoso. Y poder lograrlo con mis propias canciones en otras personas es súper deseable también. Compartir el protagonismo, empatizar, que cada uno pueda vivenciar lo que estás contando, verlo, hacerse una imagen de eso. Ese es el deseo.

—¿Cómo te proyectás, dónde te gustaría estar en 15 o 20 años, cómo te gustaría madurar?

—En eso siempre hay decisiones acertadas y decisiones erróneas, es imposible de prever. Creo que la proyección más genuina sería, dentro de 15 o 20 años, dedicarme sólo a esto y seguir siendo honesta con lo que hago. Y eso para mí tiene que atravesar todo. No hacer algo para cuadrar, o para que te vaya bien: hacerlo porque realmente te conmueve, de alguna manera.

—¿Y qué querés que pase con tu música? ¿Pensás que alguna de tus canciones va a perdurar, que seguirá valiendo la pena ser escuchada en 20 o 30 años?

—No sé, las cosas son muy efímeras hoy. Hay canciones que perduran, es cierto. Pero si una piensa en el contexto actual, en la música como un mercado, y probablemente lo que está pasando es que las cosas no perduran. Salen productos que se consumen y se descartan. Lo mío no es la salida de ningún producto, es algo que nace desde el deseo de hacerlo. A mí me gustaría que llegara a las personas indicadas, las que por alguna razón tengan las antenas para incorporarlo, para hacerlo suyo y vivenciarlo. Porque llegarle a mucha gente quizá ni siquiera es necesario. Lo importante para mí es llegar a la persona adecuada, y eso tal vez sí tenga algo de atemporal. Puede ser hoy, o dentro de 20 o 30 años. Pero no sé decirte si alguna de mis canciones va a perdurar. Eso es imposible de saber, menos a esta altura de mi vida.

—Bueno, según. Uno quizá intuya que logró poner en palabras algo que representa a muchas personas. Hay puñados de canciones que trascienden, y eso es independiente de la edad, puede hacerlo un pibe de 18 años o un tipo de 50.

—Es cierto, Spinetta escribió "Barro tal vez" a los 15 años, Fernando Cabrera "Agua" a los 22, canciones hermosas que permanecen. Pasa que tiene que ver con algo hasta sociocultural, y demográfico, debe haber mil variables que definan que una canción pegue en determinada población en determinado momento, y que se mantenga. Ojalá me pasara, pero es algo tan difícil de imaginar.



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