viernes, 13 de octubre de 2017

LA HISTORIA DE UN FRESNO QUE SE RESISTIÓ A MORIR. Noé Zenón Suárez



Esta es la increíble historia de un freno que se resistió a morir, el pobre, para decirlo de alguna manera, cuando fue trasplantado como todos los de su especie. Lo malo es que no recuerdo el tiempo transcurrido, pero esto debe de hacer no menos de unos quince años o tal vez más.

Todo lo que les relato es casi de no creerlo, resulta que después de de su puesta en tierra como todos los demás, que reverdecieron en su tiempo, él se comenzó a secar inexorablemente, a pesar del riego muy esmerado.

Bueno, los otros compañeros siguieron normalmente con su desarrollo, y fueron cambiando el paisaje de la calle, tanto por Carlos Pellegrini, como por Nicolás Avellanada, lugar de referencia y que hoy se pueden apreciar, regalando una muy esperada sombra.

Continuando con el relato del cual me ocupo, en especial, este ejemplar de fresno, día a día se fue deteriorando, y no tengo respuesta, dado el cuidado especial de riego que se le fue dando, llegando un día a encontrar caída su parte aérea, ya seca totalmente, nada parecía quedar del pobre fresno, pensé que había muerto, pero me resistí a aceptarlo, y seguí regando como de costumbre, a él y a sus hermanos.

Pasa el tiempo, por decirlo de algún modo, y un día, vaya sorpresa, una hojita verde asomaba en la tierra removida y húmeda, me dije, podrá prosperar esto, en la calle, con los animales, y otros peligros, vaya a saber el destino signado en él.

Entonces se me ocurre experimentar una forma de protección, buscar un tarro de los que se envasan duraznos en almíbar o algo así, dejarlo sin el fondo también, y ponerlo de reparo y cuidado, para que fuera creciendo rodeado por la lata, dando un poco de resguardo.

Sigue la historia con viento a favor, y el fresno parece renacer de sus cenizas, o de la muerte. Pero con los días y el tiempo que fue pasando, se hizo cada vez más alto, tuve que poner un tutor para que no lo pisaran y resguardarlo del viento y las tempestades, y también del sol del verano, por sus tiernos brotes, digo bien, sus brotes, separándose el tronquito en dos, y allí se me presentó otro más grave problema a resolver, debía dejar uno solo, o los dos. Sí cortaba uno como debería ser, una vara derecha y única, igual que los otros de su familia; decido que quede con los dos. Pensé, ¿Y si al cortar uno, se afectaba el otro, perdía todo? Opté definitivamente en dejar los dos, si se secaba de nuevo no sería por mi culpa.

Hoy es, uno de los más altos entre sus hermanos, a pesar de haber tenido un retraso, al volver a comenzar de cero, desde que fue puesto en la tierra de la vereda, aquello que parecía un imposible, se transformó en realidad. El secreto es el cuidado, las plantas son seres vivos, debemos plantar y proteger para que den sus frutos, la buena sombra, alimentar a muchas aves, purificar el aire durante toda la vida útil sin cobrar un centavo, darnos la madera, reparo, entre otros tantos beneficios. Sacarles o retacearles su fronda, solo en caso de peligro o necesidad justificada, de lo contrario, es atentar contra nosotros mismos, limitar el flujo diario de aire bien oxigenado, y restar el consumo de dióxido de carbono, más, cuando se vive en una ciudad.

Noé Zenón Suárez Casielles-2017.

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