jueves, 30 de noviembre de 2017

La Revolución Rusa, 100 años después 01. Por Rodrigo Tisnés



El historiador Eric Hobsbawm ha definido al siglo XX como el más corto de la Humanidad. Según él, habría durado 77 años, de 1914 a 1991, o dicho de otro modo: comenzó con la Primera Guerra Mundial y finalizó con la disolución de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS)
Precisamente, en medio de ese primer conflicto bélico a gran escala se produjo la Revolución Rusa, consecuencia directa de dicho conflicto, aunque desde hacía décadas se había comenzado a gestar en la Rusia zarista el germen de la explosión del 17’.
Rusia era por entonces la última monarquía absoluta de Europa. En 1905 había ocurrido un primer intento revolucionario, violentamente cortado por las fuerzas realistas. En 1916, con el gobierno en plena crisis, parte de la alta burguesía y la aristocracia se confabularon para asesinar a Rasputín, consejero al que acusaban del desastre del desgobierno del Zar Nicolás II.
La Revolución comenzó en febrero del 17, según el calendario vigente en Rusia en aquel año. El país estaba tan atrasado que, mientras el resto de Europa hacía siglos usaba el calendario gregoriano, allá seguían usando el calendario juliano. Este primer acto llevó al poder a una coalición de fuerzas progresistas, que incluía a mencheviques (socialdemócratas), bolcheviques (marxistas), social-revolucionarios y otros sectores.
El segundo acto sucedió a fines de octubre (calendario juliano) o principios de noviembre (gregoriano), y consistió en una suerte de golpe palaciego en que los bolcheviques desplazaron del poder al inoperante gobierno de Kerensky… que fue inoperante hasta para resistir.
La de octubre fue una revolución que, en términos marxistas, no debió haberse llevado nunca a cabo. Según Marx, las contradicciones entre el modelo de producción y las relaciones sociales generados por éste, se agotan primero en aquellas sociedades donde están más avanzadas. A esta conclusión llegó luego de su pormenorizado análisis de la historia económica de los diversos modelos de producción.
Siendo generoso, en el tiempo de la revolución Rusia era un estado capitalista periférico. Tenía cierto grado de desarrollo económico en ciudades como Petrogrado (San Petersburgo) y Moscú, pero en su mayor parte, su estructura económica y su superestructura social y política seguía siendo semi-feudal. Todos los datos socio-económicos coinciden en este diagnóstico. El producto industrial ruso era 2,5 veces menor al de Francia y más de 6 veces inferior al de Alemania; mientras que el PBI per cápita era inferior al de países atrasados de Europa como Hungría y España.
Sin embargo, poco les importó todo eso a los bolcheviques.
Es difícil hoy en día poder reconstruir los efectos que ese hecho generó. En un mundo que se estaba desangrando en la Primera Guerra Mundial, debe haber sido una suerte de nueva muestra de la cercanía del fin de los tiempos: del Apocalipsis para los gobiernos de raíz conservadora y liberal, y del Paraíso (obrero) para cientos de miles de trabajadores en todo el mundo.
Trotsky, lo resumió muy bien: "No hay más que una alternativa: ¡o la revolución rusa desencadena un movimiento revolucionario en Europa, o las potencias aplastarán la revolución rusa!"


Su análisis se demostró acertado cuando, luego de la firma del acuerdo de paz entre Alemania y Rusia en marzo de 1918, y con el Ejército Rojo enfrentando la contra-revolución de militares zaristas liderados por Wrangel y Deinikin, el territorio ruso fue invadido en diversos frentes por japoneses, estadounidenses, otomanos, y británicos. Alemania, pese al armisticio, apoyó con armas al Ejército Blanco (los zaristas)
No pudieron aplastar a la revolución, como Trostky había temido. Pero lograron dejarla aislada y sofocar conatos de revoluciones en Hungría (donde Bela Kun llegó a gobernar por 133 días), Alemania, Bulgaria, Italia, y Finlandia.

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